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Nos habían vendido que este Racing no era el de antes, que había cambiado radicalmente. Que las papardas quedaban derogadas por decreto y ya se ... había acabado aquello de dar una de cal y otra de arena, y ahora solo se iba dar la palada de la buena, sea la que sea.
Pero no: este sigue siendo el mismo Racing de siempre. El que resucita muertos y se pone nervioso cuando lo tiene todo a favor. Y que es el mismo equipo, el mismísimo, que es capaz de ganar al líder y palmar con el colista, en la misma Liga, y si me apuran en la misma semana.
Es más, ahora hay que añadir una nueva tradición, a saber: perder contra rivales descendidos. Sobre todo, en las jornadas clave. Ocurrió en Villarreal la pasada campaña, y aunque el míster prometió que el disgusto serviría para aprender, ha reincidido un año más tarde. En fin, que va a ser verdad eso de que a las personas, o a los clubes en este caso, no se les puede cambiar. O los tomas o los dejas, pero hay que quererles como son.
Con todo, lo malo no es que nos lo hubieran vendido sino, mucho peor, que se lo habíamos comprado. Tanto, que yo mismo me pasé toda la semana valorando si viajar o no a Cartagena, aprovechando la ocasión histórica de que un equipo profesional en lugar de cobrar a los aficionados les regale las entradas.
Increíble, pero cierto. Se podrán decir muchas cosas de este equipo y de este club, pero si estos jugadores han puesto dinero de su bolsillo esto va mucho más allá de un mero detalle con la afición. Vale que no serían capaces de ganar ayer en un partido que se atragantó, pero esta plantilla tiene ganado desde ya el cielo del racinguismo. Incluso con independencia de si ascienden o no. Parece que muchas veces se nos olvida lo más básico: que hay otros veintiún equipos y todos quieren ganar. Y diecinueve hoy mismo se cambiarían por los nuestros.
Así que lo de lamentarse y rasgarse las vestiduras, hasta aquí. Hay días en que nada sale bien, y poco más se puede argumentar. Si resulta que al portero contrario le sale un partidazo, ¿qué vas a hacer? Íñigo Vicente le dio a la cruceta en la primera parte, y Javi Castro al palo en el descuento, y los verdiblancos tuvieron seis ocasiones claras de gol, por no hablar del exceso de cariño del defensa Nacho, que quería llevarse para casa el brazo de Andrés. Era uno de los que nunca se pitan, pero fue un penalti clamoroso.
Si se jugó mejor o peor o si hubo más o menos entrega es discutir sobre el sexo de los ángeles; si se me permite la opinión, yo diría que en ambas cuestiones estuvo muy parecido al resto de la temporada. O sea, que lo llevamos viendo todo el año: le resulta más fácil cuando el rival quiere el balón, y se le atragantan los equipos que le esperan. O sea, lo normal y previsible.
El disgusto, claro, no nos lo quita nadie, pero más vale que nos lo tomemos con filosofía. Se ha perdido un punto, sí, pero todavía sigue en la pelea por todo. O sea, que el cabreo nos va a durar hasta el martes, porque luego ya hay que pensar en el Oviedo. Y, sobre todo, en que este Racing lo mismo que la lía con todo a favor, luego se crece cuando más complicado lo tiene. Esperemos que en eso tampoco haya cambiado
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