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La ya famosa imagen tomada por Nirmal Purja que muestra la masificación llegando a la cima Everest.
Nepal apuntala el negocio del Everest

Nepal apuntala el negocio del Everest

El Gobierno responde a las críticas por la masificación con unas medidas que afianzan el turismo de altura de las expediciones comerciales

Fernando J. Pérez

Jueves, 22 de agosto 2019, 08:02

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El Gobierno de Nepal ha movido ficha. Las autoridades del país en el que se asientan ocho de las catorce montañas más altas del planeta, entre ellas el Everest, estaban obligadas a decir algo ante el aluvión de críticas que ha sufrido esta pasada primavera por las imágenes de masificación del Techo del Mundo que han dado la vuelta al planeta. Y lo han hecho, pero quienes pensaban en algún tipo de limitación que evitaran los atascos se equivocan.

Al contrario, las medidas principales afectan a las empresas y no hacen más que apuntalar su negocio. Para los alpinistas reservan vagas medidas como exigir un certificado médico o haber ascendido antes a un pico de al menos 6.500 metros de altitud que en poco o nada limitará el número de clientes dispuestos a hacer realidad a toda costa y a cualquier precio su sueño de hollar el punto más alto del planeta.

En realidad, esta masificación no supone ninguna novedad. Solo hay que fijarse en los números. Este año, a falta de confirmación oficial, las cumbres en el Everest han rozado las 900. El año pasado fueron algo más de 800, y en 2017, casi setecientos. El problema de este año es que las ventanas de buen tiempo (periodos en los que la meteorología favorable permite llegar hasta la cima) han sido pocas y muy cortas, y ataque a cumbre de los casi mil alpinistas (entre clientes y sherpas) se concentró en dos periodos, entre los días 21 y 23 de mayo y 25 y 27 del mismo mes.

Al margen de la imágenes de colas como si la de entrada a un parque de atracciones se tratase, lo que probablemente más alarma causó son las cifras de fallecimientos. Once este año, frente a cinco en 2018 y seis en 2017. Casi una docena de personas muertas en las laderas del Everest que llenaron webs, páginas de periódicos y telediarios. Una cifra que en términos absolutos asusta, pero que en términos relativos sigue demostrando que el Everest es uno de los tres ochomiles con menos indice de mortalidad (el 2,9%), frente al 7,2% del Makalu, el 17,3 % del K2 o el casi 25% del Annapurna, que sigue siendo el ochomil más mortífero.

Incluso esos once muertos de esta primavera son una cifra más mínima aún si se confronta con esas 900 cumbres de primavera (lo que arroja un exiguo índice de mortandad del 1,2%) 0 las 1.126 que han intentado alcanzar la cima.

La cumbre del Everest desde la vertiente tibetana.
La cumbre del Everest desde la vertiente tibetana. REUTERS

Sea como fuere, el Gobierno nepalí ha sucumbido a las presiones y esta pasada semana ha anunciado una serie de medidas encaminadas a 'garantizar' la seguridad de los alpinistas y evitar imágenes de colapso como las de esta primavera, que en nada favorecen a la principal fuente de ingresos de uno de los países más pobres del planeta: sus ochomiles.

Empecemos por las exigencias a los alpinistas, que en el ámbito personal son tan pocas como genéricas: Haber ascendido una montaña de al menos 6.500 metros de altitud y presentar un simple certificado de buena salud y buena forma física, algo que, como el valor, se le supone a alguien no ya que intenta subir un ochomil, sino que simplemente alcanza el campo base del Everest (5.300 m.). La exigencia de un 'seismilquinientos', que por puesto tiene que ser nepalí, es tan pobre que muchas agencias, sobre todo occidentales, son más 'duras' y piden a sus clientes haber ascendido antes al menos un ochomil (que la propia agencia ofrece, por supuesto).

A partir de aquí, el resto de medidas, ya sean para los alpinistas, ya sean para las empresas, sirven sobre todo para apuntalar el negocio de los ochomiles. Vamos con ellas:

1. Cada alpinista deberá ir obligatoriamente acompañado de, al menos, un guía local. La comunidad sherpa se estará frotando las manos con esta medida. Es una garantía de trabajo para muchos de ellos. Y si lo que buscaban era evitar la masificación se han lucido ya que supondrá tener aún más alpinistas en la montaña. La medida, por cierto, supone de facto el final del alpinismo en el Everest si se lleva a rajatabla. Ya que en ningún momento especifican que sea de aplicación solo en las expediciones comerciales o en las rutas normales. ¿O alguien se imagina a Denis Urubko intentado abrir una vía en el Everest con un sherpa pegado a su culo?

2. Las empresas cobrarán un mínimo de 35.000 dolares (31.500 euros) a cada cliente. Esta medida busca acabar con las agencias 'low cost' que ofrecían tarifas muy baratas y, lógicamente, unos servicios mucho más precarios. De hecho, el estudio sobre los muertos de este año en el Everest que incluye el informe concluye que siete de los once fallecidos viajaban con empresas baratas de ese tipo. Pero aunque suben el precio, no hablan de exigencias adicionales a las agencias, que se frotan las manos con el aumento de la facturación que les asegura ese coste mínimo.

3. Las empresas que organizan expediciones deben de tener una experiencia mínima de tres años para guiar en el Everest. Una antigüedad que se exige a la agencia pero no a los sherpas, que son los que a la hora de la verdad van a lidiar con los problemas que puedan tener sus clientes a ochomil metros de altura.

Proximidades del Escalón Hillary, la sección más delicada de la ruta por la vertiente nepalí.
Proximidades del Escalón Hillary, la sección más delicada de la ruta por la vertiente nepalí. REUTERS

Las medidas, en todo caso, son de momento una propuesta plasmada en un informe de 59 páginas elaborado por un comité de 'expertos', compuesto por funcionarios del Gobierno, expertos en escalada y agencias, que deberá ser aprobado por el Parlamento. E incluso cuando lo sea, habrá que ver si llega a aplicarse. Antecedentes hay varios de otras medidas que en su día se adoptaron también para evitar los problemas de masificación y seguridad en el Everest pero que acabaron en papel mojado.

En 2010, por ejemplo, las autoridades nepalíes decidieron que para validar una cima había que aportar pruebas gráficas (fotos) de ella. Hasta entonces, valía con un informe que la agencia contratada presentaba al Ministerio de Turismo, encargado de emitir los certificados de cumbre en Nepal. Una exigencia de puro trámite en la era digital que sin embargo no ha evitado nuevos casos de picaresca y cumbres 'falsas' desde entonces.

En 2013, tras la grave agresión de un grupo de sherpas a Simone Moro, Jonathan Griffit y el difunto Ueli Steck, también se anunció la creación de un Centro de Servicio Integrado en el campo base del Everest. La propuesta era de lo más interesante. Se trataba de una oficina gubernamental física en el CB del Techo del Mundo, una autoridad sobre el terreno que sustituiría la ya anacrónica figura del oficial de enlace y se encargaría de velar por el cumplimiento de todas las exigencias y normativas por parte tanto de alpinistas y sherpas como de las agencias comerciales. Nada más se volvió a saber de ella.

Por no hablar de la prohibición de vuelo a helicópteros salvo en casos de rescates ante el peligro de provocar avalanchas. A día de hoy, el Everest se ha convertido en el destino de un verdadero puente aéreo en el que los clientes más pudientes y ya aclimatados se evitan el trekking de aproximación desde Lukla y casi todos lo utilizan para volver a la civilización y celebrar la cumbre en Katmandú, apenas 24 horas después de regresar al campo base.

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