Evaristo, genio y figura
Mucho público en La Lechera para la jornada de apertura de una nueva edición del festival más singular de Cantabria, un Soundcity que para la ... noche previa a la Patrona de Torrelavega había programado su cartel más rockero, con Tropa de Carallo como máximo argumento pero que también contaba con King Size Co., Viva Belgrado y Sínkope, más las Bala para el cierre.
Según el horario previsto, hacia las once y media Ciranito Pinchadiscos dejó de poner a los Ramones y todas las crestas, melenas y calvas se volvieron hacia el escenario, donde el 'Borriquito' de Peret anunciaba el cambio de tercio, y bajo los acordes de 'Sálvame patata' aparecía el mítico Evaristo Páramos, enfundado en una camiseta con el lema: 'El trabajo es una mierda'. Después de una salva de media docena de canciones, por fin se dirigió a la concurrencia: «Os podría saludar, decir eso de Viva Torrelavega y tal… ¡pero es que no os conozco de nada!». Desde luego, te puede no gustar lo que dice y quizás no sea el más simpático del barrio, pero la sinceridad hay que reconocérsela. Y un ingenio afilado y callejero, con el que iría matizando algunas de las letras, todas cargadas de crítica. Política, social, cultural, religiosa… pero siempre ácida. Y soltando pildorazos como «solo la gentuza liberará a la gentuza», o «es dura la vida del hámster, ¿eh?». Ironía brillante, marca de la casa, claro, porque el artista, aunque tenga el pelo más largo y un aspecto mucho más saludable que el siglo pasado, sigue siendo exactamente el mismo. Genio y figura.
Y es que Tropa do Carallo es la quinta reencarnación de Evaristo Páramos –que si no nos fallan las cuentas ha liderado los grupos La Polla Records, The Kagas, The Meas y Gatillazo– y un caso insólito en el rock nacional, tan refractario a las evoluciones creativas, y en el que los músicos de los ochenta parecen condenados a vivir en un eterno día de la marmota, mientras sus nuevos temas son sistemáticamente ignorados. Evaristo, en cambio, sigue siendo tan radical como siempre: cero concesiones. Ni un guiño a su trayectoria. Su presente es Tropa de Carallo, una obra viva. Quien busque una banda de auto tributo a La Polla Records –más allá de la obsesión fálica, claro–, que mejor espere a una nueva reunión de los originales; en su formación actual, lo más que va a encontrar es una continuidad estilística innegable. Porque, en lo esencial, nada cambia: sus canciones siguen siendo explícitas, deslenguadas e irreverentes. No se desvían ni un milímetro. Eso sí, la experiencia es un grado y eso se nota en el sonido. Abel Murua al bajo, 'Tripi' (Iker Igeltz) en la batería, Alberto Salgado e Iñaki Orobengoa en la guitarra consiguen un directo muy, muy potente; de hecho, mucho más enérgico que las versiones de estudio.
Así, entre soflamas revolucionarias, invectivas contra banqueros, políticos y empresarios y alertas contra el conformismo, irían desgranando un repertorio compuesto en la presente década, pero que podría haber valido casi para el último medio siglo. Cuatro bloques de seis canciones cada uno, que muchos asistentes conocían; sobre todo, corearon 'O esclavo' –«¿Así que esto era el futuro? ¡Vaya puta mierda!»– y 'Obediencia', sobre la sorprendentemente inteligible voz rota del cantante, a la que sin embargo logra sacar un enorme partido. Ventajas del punk, donde, como la arruga, lo imperfecto es lo bello.
Claro que, para elegancia, esa manera suya de no andarse con componendas: a la hora y cuarto anunció que «técnicamente, estas son las seis últimas; la gente aquí suele salir para atrás y lo llama el bis; 'el bis presley'». Pero no se anduvo con chorradas; al final dijo, en plan TOC: «Y ahora, para terminar… la última», y con '7000 millones' acabó… y acabó.
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