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El romanticismo nunca pasa de moda
Tardó en llenarse, pero cuando el concierto arrancó con puntualidad británica, el patio de La Lechera estaba ya a rebosar
Tardó en llenarse, pero cuando el concierto arrancó con puntualidad británica, el patio de La Lechera estaba ya a rebosar. Tras la grabación de poema ... recitado, o más bien rapeado, tomó al asalto el escenario un Beret lleno de energía, que no paraba de saltar. «¿Cómo estamos, familia?» fue el saludo inicial, que luego repetiría un par de veces más. Aunque, más que familiar, que alguna había, el público era mayoritariamente juvenil –esto es, de jóvenes entre quince y sesenta años– y entregado desde la primera canción. «Si por mí fuera», cantaba el sevillano, y evidentemente era por él. Ventajas de tener media docena de temas por encima de los cien millones de escuchas en Spotify, claro. La primera sorpresa, y grata, es que en seis años la versión en directo ha evolucionado hacia el pop, sin rastro de Autotune.
La segunda resultaría más chocante: colar en un concierto pistas de voz pregrabadas siempre es desconcertante. En 'Diablo' sonaron los hermanos Muñoz, o sea Estopa, y de nuevo pasó en 'Superhéroes', donde se escuchaba al italiano Mr. Rain, aunque no se le veía. Ni siquiera en holograma. En fin, se hace raro. Aunque a la concurrencia no parecía importarle demasiado, sobre todo en las primeras filas, donde las letras, casi todas de amor, se coreaban casi sin excepción. Además, de manera muy sentida, y tanto por ellas como por ellos. El romanticismo nunca pasa de moda, está claro.
Arriba, Beret lo daba todo, animando constantemente al público, marcando los movimientos de brazos o las palmas. Además, el apoyo más que notable de un corista, a un volumen considerable, le permitía apearse en mitad de las estrofas y pedir aplausos o jalear a Torrelavega. Después de arrancar con marcha, iría bajando las revoluciones para repasar algunos de sus clásicos. Con mucho regusto nostálgico –no paró de agradecer a quienes le siguen «desde hace mucho», aunque al final también lo ampliaría a los que le escuchan «desde hace poco– recordó su primer éxito radiofónico, 'Te echo de menos', o cómo un amigo colgó en la red sin su permiso 'Dime quién te ama de verdad', dando inicio sin saberlo a su carrera artística. Con taburete y todo, acabaría cantando acompañado solo por un teclado; más tarde, se pondría todavía más cantautor, empuñando una guitarra que aseguró en doce años de gira solo había cogido tres veces: «No lo digo para que me aplaudáis, lo digo para que me perdonéis», bromeó.
Beret desplegaba toda su simpatía en cada presentación: hablaba de cartas del Vaticano, de su amistad con Sebastián Yatra o de su admiración por Melendi, aunque otras intervenciones serían más enigmáticas, como cuando al respetable a cantar el 'Cumpleaños feliz', sin un destinatario claro, o al hablar de «estos tiempos en que tanta falta hacen unidad y familia». En cualquier caso, todo se celebraba mientras el músico desgranaba un repertorio con cambios de ritmo bien medidos: iría alternando baladas y medios tiempos como 'Vuelve' –«las cosas que se cuidan no se tiran de repente», coreaba el público, con la letra manuscrita en pantalla gigante– y canciones mucho más enérgicas como 'Me llama', donde la escenografía se volvía espectacular, con cañones de humo y hasta lanzallamas.
Hasta llegar a su colaboración con Morat, que en su primera despedida resultaría profética: 'Porfa no te vayas', le pidió el público. Por supuesto, un minuto más tarde estaba de nuevo sobre las tablas para irse, esta vez sí, con otro plato fuerte, un 'Lo siento' que se celebró a lo grande.
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