Kristiina Poska
Al frente de la Orquesta Francesa de Jóvenes, la maestra estonia conduce hoy el concierto del FIS patrocinado por El Diario Montañés
La estonia Kristiina Poska, titular de la Orquesta Sinfónica de Flandes, dirigirá hoy en el FIS a la Orquesta Francesa de Jóvenes (OFJ), con Alexandre ... Tharaud al piano en la Sala Argenta, en un concierto patrocinado por El Diario Montañés, que incluirá piezas de Berlioz, Schostakóvich y Rimski-Kórsakov (20.00 horas).
-Comenzó con clases de piano a los ocho años, toda una vida ligada a la música. ¿Cómo influyeron esas primeras experiencias musicales en su estilo actual?
-Cada experiencia musical ha influido, de una u otra manera, en cómo me expreso como música y como directora: desde mis primeros impulsos musicales, transmitidos por mi abuelo improvisando al piano y escuchando juntos ópera, hasta la propia cultura musical de Estonia, que es un país profundamente ligado al canto. Pero diría que incluso mis entornos no musicales, por ejemplo, la naturaleza estonia, han contribuido a forjar quién soy como música: alguien en busca de claridad, transparencia, sentido profundo y honestidad. Visiten Estonia, su mar, sus bosques, sus piedras milenarias, y quizá comprendan lo que quiero decir.
-Fue finalista en el Concurso Donatella Flick y en el Concurso Malko, donde además obtuvo el Premio del Público y en 2013 recibió el Premio Alemán de Dirección. ¿Qué importancia tienen este tipo de galardones para ayudar a los jóvenes músicos a construir sus carreras hoy en día?
-Tengo que decir que no soy nada competitiva. Nunca me gustaron realmente los concursos, pero me di cuenta, cuando fui a estudiar a Berlín, ¡que fue toda una aventura!, de que podían ayudarme a desarrollarme profesionalmente, en el sentido de que la gente pudiera fijarse en mí. Es una forma de presentarse en el mundo de la música clásica y ante su público. También comprendí que no era muy hábil para manejar todos los aspectos prácticos que conlleva una carrera como directora; planificación, agendas, organización… y acepté que participar en concursos podía ser una vía para encontrar un buen agente. Al final, funcionó. Pero solo pude afrontar los concursos, con sus escenarios tan poco naturales y el enorme estrés que generan, cuando decidí que no competiría, sino que simplemente me concentraría en hacer la mejor música posible. Creo que en cierta medida sigue siendo así para los jóvenes músicos hoy. Aunque los tiempos han cambiado: ahora hay otras formas de hacerse visible, como los medios digitales o la asistencia a directores consolidados.
-Fue la primera mujer Maestra de Capilla, en la Komische Oper de Berlín y la primera en dirigir la Orquesta Sinfónica de Flandes, la OFJ, y la primera en obtener el Deutscher Dirigentenpreis. ¿Cómo entiende el término pionera?
-Es cierto que a menudo he sido la primera mujer en ocupar ciertos puestos o en trabajar con determinadas orquestas. Sin embargo, es algo un tanto abstracto para mí, porque nunca me he sentido incómoda en mi rol: siempre he vivido esta profesión como mujer, nunca como hombre. Dicho esto, por supuesto me alegra ver cada vez a más mujeres en cargos relevantes. Ha habido un fuerte impulso en los últimos años y espero sinceramente que no sea solo una moda pasajera. En ese sentido, me enorgullece ser una especie de pionera, junto a mis colegas, demostrando que las mujeres somos igualmente capaces de alcanzar la excelencia artística y liderar con éxito. Pero el hecho de que este tema siga apareciendo en las entrevistas indica que aún se percibe como algo inusual. Espero con ganas el día en que no importe si quien dirige una orquesta es hombre o mujer.
-¿Tuvo modelos femeninos de referencia o las generaciones anteriores carecían de ellos?
-Por desgracia, no tuve modelos femeninos en el pasado, al menos no entre directoras. Por supuesto, hoy tengo varias colegas a quienes admiro profundamente. Pero cuando estudiaba y vivía en Berlín, miraba con gran respeto a Angela Merkel: su liderazgo sin ego, su calma, su fortaleza y su compromiso inquebrantable con los ideales.
-Entre sus referentes se encuentran Simon Rattle y Paavo Järvi. ¿Por qué ellos?
-Sí, son músicos a los que valoro enormemente. Cuando me acerco a una partitura, la leo tal como es. Intento relacionarme con ella con honestidad, buscando comprender lo que el compositor escribió, desentrañando su sentido y su estructura. No me gusta demasiado la palabra interpretación, porque suele situar al director en el centro en lugar del compositor. Eso es precisamente lo que admiro de ambos directores: la valentía de cuestionar ciertas tradiciones interpretativas en las que a menudo estamos atrapados. Más de una vez he tenido un Aha-Erlebnis, ese momento de revelación, escuchando sus versiones de las grandes obras maestras. La honestidad y la claridad son valores que me definen profundamente y los encuentro en ambos músicos.
-Fue directora musical del Theater Basel en la temporada 2019-20. ¿Qué lecciones le ha dado la ópera y cómo las aplica a los conciertos sinfónicos?
-Diría que son dos profesiones muy diferentes. Pero, al mismo tiempo, ambas implican cualidades y retos que se complementan entre sí y que, estoy segura, se enriquecen mutuamente. En la ópera aprecio el gran y exigente desafío de unir todos los engranajes para convertirlos en una experiencia coherente para el público. En el contexto sinfónico, el director queda 'solo' frente a la partitura. Pero en ambos casos, el objetivo es el mismo: crear una dramaturgia musical convincente y emocionalmente madura. Creo que ambas prácticas se fecundan entre sí: de la ópera al sinfónico, uno aporta la experiencia de trabajar con una historia clara; del sinfónico a la ópera, la de estructurar una obra más abstracta y hallar su lógica interna, al margen de una narrativa definida.
-Ha debutado con prestigiosas orquestas y actúa en todo el mundo. ¿Cómo influye esa diversidad de contextos en tu estilo musical?
-No diría que trabajar en contextos tan distintos moldea mi estilo musical. Intento ser fiel a mi propio enfoque artístico, esté donde esté. Diría que es más bien al revés: con cada orquesta intento convencerla de la manera en que leo la partitura. Hasta cierto punto, siempre es un proceso de dar y recibir. Por supuesto, resueno más con algunas orquestas que con otras, pero no creo que eso tenga que ver necesariamente con la geografía. Se trata más bien de la conexión que logras con un grupo de personas y de la voluntad de todos de crear algo especial juntos.
-La OFJ reúne cada año a unos cien jóvenes músicos en sesiones intensivas y giras europeas. ¿Qué aspectos considera fundamentales en su misión formativa?
-Tenemos una gran orquesta, y un gran equipo detrás, organizado de manera muy precisa. Nuestros músicos reciben la tutoría de un grupo diverso de personas: algunos de los instrumentistas más reconocidos de Francia, mi asistente y yo misma. Es importante que tengan esa variedad de miradas para comprender y experimentar la complejidad de la profesión. Nuestra misión principal es formar a la próxima generación de músicos de orquesta en Francia y contribuir significativamente a su camino musical, para que en el futuro, como hoy, la música siga en las mejores manos. Personalmente, lo que intento transmitir, a menudo no con palabras, sino a través de mi enfoque musical, es la convicción de que todas las respuestas a los retos musicales están en la partitura. Y, lo que es igual de importante, que servimos a la partitura y no al revés.
-Ha grabado obras de Beethoven, Franck y un variado repertorio sinfónico. ¿Qué compositores le generan una conexión más fuerte a nivel emocional o intelectual?
-La respuesta es sencilla: Beethoven. En sus geniales partituras canaliza mensajes sobre la propia vida. Su música habla de la condición humana y sirve de brújula para quienes buscan algo más allá de lo cotidiano. Esto es evidente en la Novena, pero me refiero a todas sus sinfonías. En lo emocional e intelectual, su música me interpela intensamente. Siento que la obra de Beethoven nos ofrece, más que ninguna otra, la oportunidad de expresar algo profundamente significativo: el lugar del ser humano en el cosmos, entendido como un viaje de la oscuridad a la luz. En otras palabras, siempre hay esperanza de llegar a ser una mejor versión de nosotros mismos, tanto como individuos como sociedad.
-Está grabando el ciclo completo de las sinfonías de Beethoven con la Orquesta Sinfónica de Flandes. ¿Qué visión buscas transmitir en este proyecto?
-Mi visión es hacer aflorar el mensaje universal que Beethoven nos ofrece: 'Per aspera ad astra'. Intento lograrlo con claridad y transparencia, desentrañando su escritura musical, a veces misteriosa. La fidelidad a la partitura es mi base, con una atención especial a las indicaciones de tempo y a las relaciones internas de la música. Con mi orquesta en Flandes he encontrado el socio ideal: su sonido es justo lo que busco, una combinación de ligereza y gravedad, de transparencia y densidad. Además, he aprendido que afrontar la montaña de interpretar y grabar todas las sinfonías de Beethoven con la misma orquesta transforma al propio conjunto. Su música no solo es una piedra angular de la historia, sino que sigue desafiando a las orquestas en lo técnico, lo emocional y lo expresivo.
-¿Cómo trabaja la comunicación emocional con los músicos, en particular con una orquesta juvenil aún en formación?
- Diría que un ensayo nunca comienza en ese plano. Pero a medida que avanza el proceso, se van encontrando formas de hablar de las dimensiones emocionales de la música y de cómo traducirlas en ejecución práctica. Hay que adaptarse constantemente al grupo que tienes delante y encontrar maneras sutiles de conectar, para que los músicos se sientan personalmente, y, por tanto, emocionalmente, implicados en el proyecto artístico. La gran ventaja de trabajar con jóvenes es que están muy motivados. No necesitas convencerlos de que cada concierto debe ser un ritual especial y significativo. Son receptivos, y por eso trabajar con ellos es un sueño. Más que con ninguna otra orquesta, puedo ser honesta y abierta, incluso con cuestiones delicadas. Con ellos es más fácil crear un espacio seguro en el que todos sentimos que vamos hacia el mismo objetivo. Y eso no ocurre porque se hable de ello, sino porque cada músico cree de verdad que lo que hacemos tiene sentido y valor.
-¿Cómo imagina la evolución de las orquestas juveniles en un mundo digital y globalizado?
-Las orquestas juveniles son parte esencial del ecosistema musical. Son refugios donde los jóvenes pueden aprender, crecer y relacionarse profundamente con las grandes obras maestras de la historia. Podría pensarse que, en un mundo cada vez más digital y globalizado, el arte refinado de la música clásica tendería a desvanecerse. Sin embargo, trabajando con jóvenes veo lo contrario: están plenamente comprometidos, dedican incontables horas a sus instrumentos y no a las pantallas. Unido a la certeza —especialmente tras la pandemia— de que nada sustituye la experiencia en vivo, esto me llena de optimismo. No solo por el futuro de la música clásica, sino también por el de nuevas generaciones que buscan sentido en el mundo real, no en el virtual. Eso sí, debemos reconocer también la importancia y las oportunidades del ámbito digital. Nunca ha sido tan posible llegar a públicos a los que antes no accedíamos. Es un campo lleno de posibilidades que debemos aprovechar y desarrollar.
-¿Y en lo personal, hacia dónde crees que le llevará su propio camino?
-He tenido la fortuna de trabajar en algunas de las grandes casas de ópera y con magníficas orquestas de todo el mundo. Estoy profundamente agradecida de que mi camino siga avanzando en esa dirección. Es realmente todo lo que podría desear: vivir mi vida en la música, rodeada de personas generosas e inspiradoras que se dedican a lo que más amo, además de mi familia, por supuesto.
-¿Cuál le gustaría que fuera su huella, su legado en el mundo de la música clásica?
-No es algo en lo que piense. No estoy aquí para dejar una huella, sino para servir a la música de la mejor manera posible. No me gusta hablar de «huella» o «legado», porque eso tiende a situar el ego del director por delante, cuando creo que es la música la que debe estar en el centro. Me veo más bien como un canal a través del cual la música del pasado llega al público de hoy. Si hay algún rasgo definitorio o legado, estoy segura de que serán otros quienes lo reconozcan, si es que realmente hace falta hacerlo.
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