Jorge Oliveira
El que fuera máximo responsable de la fábrica cántabra durante una década encara la jubilación tras concretar el proceso de transición energética del recinto
Hablar de Jorge Oliveira (Rhodesia -hoy Zimbabue-, 1959) es hacerlo de uno de los directivos más relevantes en la historia industrial reciente de Cantabria. No ... en vano, ha sido director general de Solvay para España y Portugal entre 2015 y 2025, así como responsable de la fábrica situada en Torrelavega entre 2014 y 2024. Una etapa que igualmente ha supuesto todo un cambio de paradigma para la planta de Barreda, que ha tenido que afrontar sus retos más trascendentes de las últimas décadas empujada por las transformaciones energéticas.
Una encrucijada la del abandono del carbón y la asunción de nuevas fuentes que alimenten el proceso químico de la factoría cántabra que parece en la actualidad solventada, con el inminente arranque de la construcción de una planta de biomasa, después de varios años de nervios y negociaciones con las administraciones españolas para lograr apoyo financiero y regulatorio a estas inversiones.
En la otra cara de la moneda, dos momentos negros en la trayectoria última de la factoría, con sendos accidentes laborales en apenas medio año que se cobraron la vida de dos trabajadores.
-¿Qué balance hace de los años que ha estado al frente de Solvay Iberia?
-El balance es, sin duda, complejo pero profundamente gratificante. Han sido casi once años de inmensos desafíos y transformaciones significativas. Desde la responsabilidad industrial de la planta de Torrelavega en 2014, hasta asumir la dirección de país para España y Portugal en 2015, mi tiempo se ha caracterizado por una gestión intensiva del cambio. Nos tocó afrontar decisiones difíciles, como el cierre de la unidad de cloro-álcali y su posterior venta a Bondalti, un proceso que exigió una enorme dedicación y cooperación para asegurar una transición responsable para todos. Pero, a la vez, hemos sembrado las bases para el futuro, consolidando un proyecto de transición energética que define lo que somos: una industria que se reinventa y apuesta por la sostenibilidad. Ha sido un periodo de aprendizaje constante, de resiliencia y de la inquebrantable fe en el potencial de nuestro equipo y de la región.
-¿Cómo valora la situación en que ha dejado la planta de Torrelavega?
-Dejo la planta de Torrelavega en una situación de fortaleza y con una visión de futuro clara y prometedora. Hemos culminado un ciclo de más de seis años de intenso trabajo y dedicación para la aprobación del proyecto de transición energética. Ahora, con nuestro socio ENSO, hay que construirlo y ponerlo en marcha. Esto no es solo una inversión en tecnología, es una apuesta estratégica que garantiza la viabilidad a largo plazo de la planta, su competitividad y su papel como un referente de la industria descarbonizada. Superado el gran reto de la venta de la unidad de cloro-álcali, ahora, con este proyecto, Torrelavega se posicionará como un pilar fundamental en la estrategia de Solvay, con un enfoque en la producción de su producto estrella, el bicarbonato de sodio y un camino definido hacia la sostenibilidad y la eficiencia. Es una planta con un equipo excepcional, preparado para los retos que vienen.
-¿Llegó a temer en algún momento por la continuidad del complejo ante la indefinición con las ayudas para la transición energética?
-Sí, hubo momentos de gran inquietud y, por supuesto, de temor. La indefinición en torno a las ayudas para la transición energética no era solo una cuestión burocrática; era la clave para que proyectos de la envergadura del nuestro pudieran materializarse y asegurar la competitividad en un mercado regional y global. Durante más de seis años, cada día fue una carrera contra el reloj, gestionando la incertidumbre, buscando soluciones y manteniendo viva la esperanza de la aprobación. Sabíamos que, sin ese apoyo, la inversión necesaria para una transformación tan profunda se volvía inviable. Fue un periodo de mucha tensión, pero también de una persistencia inaudita por parte de todo el equipo.
-¿Cómo será el futuro de Solvay en Torrelavega?
-El futuro en Solvay Torrelavega será el de una planta a la vanguardia de la industria química europea. Con la aprobación del proyecto de transición energética, nos dirigimos hacia una operativa mucho más sostenible y con una huella de carbono significativamente reducida. Esto no solo nos permitirá cumplir con los objetivos ambientales, sino que también mejorará nuestra eficiencia y competitividad. El futuro es de innovación constante, de procesos más limpios y de una contribución aún mayor al desarrollo industrial y económico de Cantabria, asegurando empleo de calidad y un papel relevante en la cadena de valor de Solvay a nivel mundial.
-¿Puede la industria europea competir con otras empresas procedentes, por ejemplo, de Asia?
-La industria europea puede, y debe, competir. Pero para ello Europa tiene que ser consciente de las desventajas que a menudo enfrentamos, como los costes energéticos significativamente más altos o una carga regulatoria a veces excesiva en comparación con otras regiones. Nuestra fortaleza radica en la innovación, la alta calidad, la sostenibilidad y una fuerza laboral altamente cualificada. Podemos competir en mercados de alto valor añadido y donde la diferenciación es clave. Sin embargo, para hacerlo de tú a tú, necesitamos un marco de juego más equitativo y un apoyo estratégico por parte de las instituciones europeas.
-¿Qué debe cambiar Europa para mirar de tú a tú a cualquier empresa del planeta?
-Europa necesita una política industrial más coherente y ambiciosa. En primer lugar, es crucial garantizar precios de energía competitivos a nivel global para nuestra industria. No podemos pedir a nuestras empresas que se comprometan con inversiones multimillonarias en descarbonización si operan con una desventaja energética estructural. En segundo lugar, necesitamos un marco regulatorio más ágil y menos burocrático, que fomente la inversión y la innovación, en lugar de penalizarla. Y, por último, Europa debe apostar decididamente por la investigación y el desarrollo, por la formación de talento y por la creación de campeones industriales que puedan escalar a nivel mundial. Es necesario un enfoque más pragmático y menos ideológico, donde la competitividad económica y la sostenibilidad vayan de la mano.
-¿Tiene intención de afincarse en Cantabria ahora que encara la jubilación?
-Cantabria me ha acogido de una manera maravillosa durante estos años. Es una tierra que he llegado a querer y respetar profundamente, con una calidad de vida excepcional y una gente formidable. Aunque mis próximos pasos puedan llevarme a nuevos horizontes -arte, moda, coaching, consultoría... ¡No me quedaré parado-, repartiré mi tiempo entre Cantabria (donde está mi vida), Lisboa (donde está una parte de mi familia) y Londres (donde está la otra parte y mis nietos). La conexión que he forjado con la región, con la comunidad de Torrelavega, Polanco, Miengo, San Felices de Buelna, Santillana del Mar, Suances, Santander... y con el espíritu cántabro, es algo que perdurará. Quién sabe qué traerá el futuro, pero lo que es seguro es que mi vínculo con esta tierra y con la gente de Solvay Torrelavega es para siempre.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión