Reseteo en campaña
Entre líneas ·
Sánchez opta por resistir con la idea de confrontar con PP y Vox para movilizar a su desconcertada base social cerrando filasEl capitán no se desentiende cuando viene mala mar y hay que salvar el rumbo». Pedro Sánchez recurría este sábado a esta metáfora marinera para ... expresar su apuesta de resistencia en un momento realmente crítico, con el 'escándalo Cerdán' aún abierto en canal y sin saber si realmente puede ir a mayores en función de la investigación puesta en marcha, lo que mantiene al socialismo español con el alma en vilo. «Tengo el corazón tocado, pero mi determinación sigue intacta». Resistencia y resiliencia, según ha dicho, por responsabilidad para «mirar hacia adelante». El mensaje de Sánchez -un 'no me rindo'- busca el cierre de filas interno en un contexto de máxima tensión.
De hecho, la renuncia de última hora de Francisco Salazar a incorporarse a la dirección federal como secretario de Acción Electoral y adjunto a Organización, tras una denuncia de extrabajadoras de Moncloa y el partido por comportamiento inadecuado, eclipsaba la apertura de un cónclave que pretendía precisamente proyectar un revulsivo. Se ponía de manifiesto, además, lo difícil que resulta dar la vuelta a un escenario que parece marcado por el pesimismo por mucho voluntarismo que impere en quienes exploran cómo acertar con la tecla del reseteo. Difícilmente el comité federal de este sábado encuentre una salida al laberinto.
La credibilidad está muy desgastada y esto no depende ya de discursos retóricos más o menos brillantes. Tampoco Sánchez lo pretendía. Se trataba, sobre todo, de inyectar ánimo y moral a los suyos en un momento de una fuerte depresión interna que, de entrada, requiere cierta terapia colectiva. Sánchez quiere encapsular los comportamientos corruptos y machistas en unos pocos, que reconoce le han traicionado, pero el daño reputacional al PSOE es enorme y va a costar tiempo suturar el boquete. Y lo ha hecho envuelto en una bandera, la de la 'voluntad de hierro'. Hasta ahora le ha funcionado. Pero la gravedad de lo ocurrido no le garantiza que pueda seguir siendo eficaz.
El escándalo del 'caso Cerdán' ha sumido a la militancia del PSOE en una enorme crisis de ansiedad que necesita más que medidas estéticas para taponar una herida bien profunda. La decisión de Salazar de renunciar a la ejecutiva y a su trabajo actual como asesor del presidente pone de manifiesto la gran fragilidad interna que atraviesa el partido, con una militancia desconcertada que pide actuaciones enérgicas, un secretario general que anuncia medidas contundentes, una necesidad de ser ejemplarizantes, una opinión pública muy descreída y una sensación de cacería interna en la que pueden pagar justos por pecadores. El acoso ultra al comité federal ha sido bien sintomático de la situación. A estas alturas ninguna salida va a ser buena.
En este contexto, sin una cuestión de confianza a la vista y sin saber si realmente se mantiene en pie la mayoría que hizo posible la investidura, Sánchez busca desesperadamente encontrar un asidero que le permita mantener su proyecto a flote, aun cuando es muy consciente de que debe luchar a brazo partido y contra corriente frente a una sensación de fin de ciclo con factores que inducen a pensar en una lenta agonía. Todo es factible, hasta incluso un Gobierno en minoría del PSOE si Sumar decide irse y los aliados dejan de respaldarlo. Se percibe una especie de 'huida hacia adelante' en la que el presidente lo fía todo al cuerpo a cuerpo con «la coalición de ultraderecha» frente al peligro ultra para el Estado de bienestar «si gana la ola reaccionaria».
Las próximas semanas se comprobará si hay ya indicios de descomposición o si los aliados, que están en una posición muy crítica y exigente, están también por unas nuevas elecciones. Dependerá, en buena medida, de la intervención de Sánchez en el Congreso de este miércoles. Pero ya no va a ser suficiente un listado de medidas de regeneración. Las verdaderas ganadoras de este clima son la desafección hacia la política y la extrema derecha.
En todo caso, Sánchez lo dejó este sábadoi bastante claro. Va a pelear hasta el final y no se va a rendir. Lo hace, asegura, por compromiso y por responsabilidad. Ata la suerte del PSOE a la suya en un ejercicio de considerable peligro. Las cartas están sobre la mesa y la batalla va a ser feroz. De hecho, ayer mismo se puso ya el traje de faena, que es muy parecido al de la campaña que el PP lleva tiempo ejerciendo. Combate frontal, con fuego a discreción. A veces, fuego amigo.
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