El legado centenario de la mejor valedora de Llanos de Penagos
Dos de las actividades predilectas de Marina Ortiz Velasco en su infancia fueron jugar a la comba y cantar. Quizá la cuerda fuera quedando más ... aparcada con el paso de los años, pero «lo de cantar le gustaba muchísimo, cantó hasta el final, hasta el último día», evoca su hija Estrella. Desde su reciente fallecimiento, apenas tres meses antes de cumplir cien años, los fieles de su parroquia echan en falta la voz de Marina, quien cada domingo y fiesta de guardar le cantaba a la virgen de Los Remedios, de la que era devota.
También lo era de su pueblo. «La mejor embajadora de Llanos, el pueblo era sagrado. 'Como Llanos no hay nada', decía siempre mi madre». En Llanos de Penagos nació el 25 de abril de 1925 esta mujer trabajadora y resuelta, la pequeña de cinco hermanos, que compaginó la escuela con el cuidado de las cabras y las ovejas; que hacía hasta ocho kilómetros de ida y vuelta diarios para llevarle el almuerzo a su padre, guardagujas en las minas de Cabárceno; la misma que iba a lavar al río Búmbaro o que cruzaba el monte en alpargartas para ir al baile en Pámanes o Sarón.
En la plaza de Llanos celebró Marina el convite de su boda con Ricardo Rábago, Cardito. Se casó con 28 años, un 5 de mayo. El enlace fue noticia porque sirvió para unir a tres parejas a la vez. «Fue una boda muy bonita, salió hasta en el periódico. El marido de una prima de mi madre tocó el órgano. Luego se tomaron galletas y una mistela en la plaza de la iglesia», rememora Estrella. La pareja eligió Bilbao como destino del viaje de novios y aquello tuvo su dosis de aventura porque «algo pasó con el tren que tuvieron que hacer noche en Ampuero».
Marina y su marido trabajaron duro cuidando al ganado. Entre los dos compraron una finca en La Acebosa y «la hicieron prao», quintando zarzas y arbustos. Tuvieron dos hijos, Ricardo y Estrella.
«Le gustaba mucho ordeñar y lo hacía cantando», evoca la segunda. Viuda a los 69 años, Marina trató de mantenerse activa. Su hija y su yerno, Marcial, atestiguan que lo consiguió. Era una asidua a las excursiones y a los talleres de asociaciones de Cayón y Penagos y no perdonaba sus sopas de letras diarias. Involucrada en la vida de su pueblo, posó para el albúm vecinal que compusieron los fotógrafos Emilio Varela y René Loenders en 2019 -la foto que acompaña este reportaje es parte de esa iniciativa-, y también el proyecto Legado Cantabria, donde dio testimonio de una vida centenaria que sirve para explicar un tramo de la historia de este país. Marina, hija de renovera; ganadera y agricultora; madre, abuela y bisabuela; vecina «querida» en Llanos; coqueta - «tenía un vestido rojo con el que estaba guapísima»-, con genio (pero efímero) y con «muy muy vital».
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