En memoria de Federico Cobo San Miguel
Noé Pérez Ortiz
Santander
Martes, 2 de diciembre 2025, 11:47
El apellido Cobo seguirá recorriendo el mundo, atravesando carreteras y fronteras a través de las cisternas que llevan su sello. Sin embargo, el hombre que dio su nombre a tan reconocido producto, Federico Cobo San Miguel, descansa ya en paz en su tierra, en Guarnizo, donde permanecen intactos su memoria y su legado.
Federico deja huérfanos, además de a su familia de sangre, a toda una familia forjada con algo más que sangre: con sudor y lágrimas..., pero también con proyectos, con infortunios, con éxitos y también con fracasos. Porque así es la vida: subir, bajar, caer, levantarse..., pero, sobre todo, estar unidos. Y así estaba Federico con los casi 400 hijos «adoptivos» que, junto a su inseparable socio Fernando Gomis, tenía repartidos por la geografía española y europea. Juntos hicieron que las cisternas 'Cobo' ganaran premios y reconocimientos, pero, sobre todo, que rodaran y rodaran por las carreteras de medio mundo, llevando su anagrama, su apellido y un pedacito de su corazón en cada una de ellas.
Saber los nombres y apellidos de tu familia es sencillo; saber los de casi 400 'hijos' con sus respectivas familias ya no lo es tanto. Pero no si eras Federico Cobo. Federico era mucho más que un jefe, más que un líder, más que un empresario, más que un hombre bueno. Federico Cobo era un padre más. Para todos los que crecimos con él, despertaba ese sentimiento, el de tener un segundo padre. Ejercía el liderazgo con firmeza, siempre bajo el paradigma del empresario tradicional: sin esfuerzo no hay resultado, evita los atajos...
Pero nadie dijo que el mundo de la empresa fuera sencillo. Muchas horas fuera de casa, muchos viajes, muchos días buenos... y también muchos sinsabores. Porque la vida es así: subir y bajar, como en el ciclismo, deporte que le apasionaba, probablemente heredado de su padre. Como también la caza y, más recientemente, la hípica, un mundo en el que tuvo que hacerse un 'máster' acelerado por amor a sus nietos, y en el que, en muy poco tiempo, logró dejar un legado: un centro hípico de referencia en España y la organización de prestigiosos concursos jamás celebrados antes en Cantabria.
Así era Federico. Desbordante. Apasionado. Un auténtico líder, de los que ya casi no quedan. Lo natural era unirse a él, al más puro estilo 'William Wallace' en Braveheart: sin dudar. Era contagiosa su ilusión por los proyectos, contagiosa la pasión con la que cuidaba los pequeños detalles, contagiosa su manera de afrontar los problemas, buscando siempre el enfoque exacto y acertado. Y siempre humano. Profundamente humano. Quien le conoció, sabe de lo que hablo.
Unirse hace más de cuatro décadas al negocio familiar de su padre, un empresario ya visionario en su época, ponerse al frente por un fallecimiento prematuro e inesperado, asociarse con su mejor amigo y, entre ambos, trazar un camino de crecimiento que traspasó fronteras y posicionó sus vehículos en los cinco continentes, no fue tarea fácil. Pero sí lo fue para él.
Sí lo fue para Federico Cobo, porque Federico era algo más. Federico era, casi, como tener otro padre más.
Descansa en paz.
Noé Pérez Ortiz firma este texto en nombre de la familia de Federico Cobo San Miguel, que agradece de corazón todas las condolencias recibidas.