La otra ciudad prohibida
Burdeles, casinos, restaurantes... los chinos que llegaron a Mexicali en 1900 en busca de trabajo crearon bajo tierra su propio mundo
Irma Cuesta Cifuentes
Lunes, 1 de mayo 2017, 10:24
Es posible que sea un poco exagerado afirmar que la mejor comida china del mundo se sirve en Mexicali, un enclave caluroso e inhóspito situado ... en la frontera que separa México de Estados Unidos, pero la realidad es que ese es precisamente uno de los grandes atractivos de este lugar misterioso sembrado de luces de neón y carteles en mandarín. El mismo al que, en los primeros días de 1900, llegaron los bisabuelos de Rubén Hernández Chen soñando con una vida mejor. La historia de los Chen, como la de otros cientos de chinos que en aquellos años fueron contratados por la Colorado River Land Company para trabajar en la construcción de las vías del ferrocarril y los canales de irrigación, no tendría nada de particular si no fuera porque, con el tiempo, crearían una ciudad única en las entrañas de la tierra.
Obligados a trabajar al sol en un rincón del mundo en el que el termómetro llega a marcar 48ºC, los Chen y sus paisanos no tardaron en idear la forma de encontrar refugio. Aseguran que fue por eso, por la imperiosa necesidad de combatir el calor, por lo que la comunidad china comenzó a excavar y a crear su propia ciudad bajo tierra; un complicado entramado de sótanos y túneles en los que, con el tiempo, instalaron viviendas, casinos, teatros y fumaderos de opio. Y allí comenzaron a regirse por sus propias leyes.
La Chinesca sigue viva
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un siglo después
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Aseguran que todavía hoy siguen llegando decenas de chinos a Mexicali buscando fortuna, aunque nadie sabe a ciencia cierta cuántos puede ser. Suelen casarse entre ellos y rara vez comparten su tiempo libre con los mexicanos. Y, como apenas se presentan denuncias, todos dan por hecho que se rigen con sus propias normas. Aunque ha pasado más de un siglo desde que llegaran los primeros, muchos de ellos siguen viviendo en un régimen de semiesclavitud con jornadas inacabables y sueldos mínimos.
Dice la historia que cuando los trabajos para conectar la cuenca seca de la región con el río Colorado terminaron, muchos de los que habían trabajado para la River Land Company se quedaron. Los chinos, que para entonces eran multitud -en 1920 vivían en la ciudad 10.000 frente a 700 mexicanos-, comenzaron a montar tiendas y restaurantes y a servir de enlace para muchos compatriotas que buscaban empleo en la construcción de la red ferroviaria del este del continente.
En esas andaban cuando la Ley Seca prohibió la venta de alcohol en Estados Unidos. Entonces, los Chen, igual que muchos de sus paisanos, decidieron aprovechar que el destino les había procurado un estratégico enclave junto a la frontera y en unos meses no solo creció el número de bares y restaurantes, también se abrieron casinos, burdeles y hoteles en donde acomodar a la sedienta población norteamericana que llegaba del norte. Incluso cedieron el uso de algunos de sus túneles a los avispados contrabandistas, que encontraron así la forma de traficar con las botellas como topos.
La 'guarida del pecado'
Cualquiera que hoy visite la ciudad y convenza a Esteban Leon, presidente de la Asociación China, para que le haga de guía, todavía puede recorrer parte de ese curioso inframundo. Quedan aún restos de lo que sin duda fue una 'guarida del pecado'. Un sofá-cama destinado a los fumadores de opio, un buró repleto de pipas de tallos largos, las ruedas de una maltrecha ruleta o mesas de baraja son vestigios de una época en la que la gente se arremolinaba allí dispuesta a perseguir al dragón.
Las cosas iban así de bien para los chinos-mexicanos cuando, en 1934, el general Lázaro Cárdenas se convirtió en presidente de México. Lázaro decidió que la tierra debía ser de los mexicanos y alentó una suerte de revolución que enfrentó a los paisanos de Pancho Villa con los miles de inmigrantes que por entonces seguían allí instalados, pero el destino quiso que Mexicali siguiera siendo propiedad de la River Land Company y que los chinos de la zona no sufrieran la suerte de buena parte de sus compatriotas. Mexicali y sus galerías subterráneas se convirtieron en una suerte de campo de refugiados, en el escondite de cientos de asiáticos que buscaban un lugar en donde ponerse a salvo.
Fue el tiempo, un incendio que lo sembró de cadáveres en 1923 y el aire acondicionado los que se encargarían de clausurar un lugar que hoy apesta a humedad. La ciudad prohibida que un día los Chen ayudaron a crear dejó de ser habitada en 1970. Desde entonces, solo algunos visitantes curiosos han recorrido los túneles que gente como Rubén, o el propio Esteban Leon, ahora están dispuestos a mostrar al mundo. Quienes no quieran recorrer este espacio oculto siempre tienen la posibilidad de comerse unos camarones confitados con coco, o un pato laqueado, en cualquiera de los muchos, muchísimos, restaurantes que perviven en 'La Chinesca', el nombre con el que se conoce al barrio chino de Mexicali.
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