‘La memoria fabulada’ recorre las huellas de Santander en la obra de Álvaro Pombo
El estudio de Mario Crespo repasa la vinculación biográfica y sentimental del escritor santanderino con su ciudad natal, en la que residió hasta los 15 años
Guillermo Balbona
Martes, 6 de junio 2017, 08:40
La casa del reloj, extendiendo su idilio con la ficción. Alvaro Pombo, el escritor y académico santanderino, tras su novela Un gran mundo, reflexionaba, entre ... personajes exagerados, extravagantes y sensibles sobre la idea del peso de la culpa. Afincado en Madrid, en la entraña de la escritura del autor de Donde las mujeres siempre ha estado latente la huella santanderina, el Norte, el paisaje, la identidad y la idiosincrasia de una forma de vincular paisaje y condición humana.
Ahora un singular y nuevo acercamiento a la obra del premio Premio Nacional y de la Crítica, Estela de Oro de las Letras de Cantabria, como «reconocimiento a la trayectoria de toda una vida de creatividad literaria», rescata precisamente la presencia de Santander en la obra de Pombo.
Bajo el epígrafe de La memoria fabulada, el libro ensayo esta firmado por uno de los exégetas principales de la obra del escritor, Mario Crespo. Estructurado en dieciséis partes, repasa la vinculación biográfica y sentimental del escritor santanderino con su ciudad natal, en la que residió hasta los quince años.
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El libro
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La obra nueva
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. La memoria fabulada. Santander en la obra de Álvaro Pombo del historiador y escritor Álvaro Pombo.
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Contenido
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. Dividido en dieciséis partes, el libro disecciona a Santander como uno de sus paisajes basales, junto con el paisaje de Tierra de Campos y las ciudades de Madrid y Londres, presentes en prácticamente toda su obra.
Santander se convirtió así en uno de sus «paisajes basales», junto con el paisaje de Tierra de Campos y las ciudades de Madrid y Londres, presentes en prácticamente toda su obra literaria.
De forma específica el libro aborda la presencia de Santander en los relatos cortos de Pombo en especial en algunos muy santanderinos, como subraya Crespo, caso de Tío Eduardo de 1977, La isla de los ratones de 1988 o uno de los más recientes, La casona, de 2012) y en aquellas novelas en las que aparece de manera más o menos clara la capital cántabra: El héroe de las mansardas de Mansard (1983), Aparición del eterno femenino contado por S.M. el rey (1993), Donde las mujeres (1996), Una ventana al norte (2004), La fortuna de Matilda Turpin (2006), Virginia o el interior del mundo (2009) y la citada Un gran mundo (2014).
Asimismo hay referencia a otras novelas en las que las menciones santanderinas son más episódicas, aunque importantes, como El cielo raso (2001) y Contra natura (2005). En el epílogo Mario Crespo recuerda además la presencia de Santander en algunos poemas de Pombo, para quien «todo paisaje es siempre imaginario. Toda memoria es siempre abstracta. Toda patria invisible. Toda aventura y toda infancia hablada, fabulada».
Santander se vislumbra, así, entre lo real y lo imaginario y el paisaje es recurso para la ficción y la subjetividad del escritor.
Pombo (Santander, 1939) premiado con el Herralde, el Nadal y el Planeta, entre otros, obtuvo en 1977 el Premio El Bardo y recopiló en Protocolos (1973-2003) sus poemarios hasta la fecha. Los microcosmos familiares, los lazos, raíces y legados emocionales construyen buena parte de su obra. Pombo, que no cerró del todo sus ventanas a la política con su ligazón con UPy D es un autor prolífico, pensador y polemista, considerado uno de los más «audaces y lúcidos» de la narrativa española contemporánea.
En los últimos años han visto la luz también títulos suyos como La transformación de Johanna Sansíleri, el ensayo La creatividad literaria (Editorial Ariel) y su narración Quédate con nosotros, Señor, porque atardece? (Destino).
Infancia santanderina
En varias de sus obras Pombo ha reflejado algunos episodios de su infancia santanderina en el seno de una de las familias más ilustres de la ciudad. Quizás sea en la novela Virginia y el interior del mundo, publicada por Planeta en 2009, en la que más se recrea en las vivencias de los parientes y, sobre todo, con las de su tío abuelo Gabriel Mª de Pombo Ybarra. El narrador santanderino siempre ha subrayado que sus novelas «están llenas de tropezones de filosofía». Las lacras de la juventud y de la vejez, el paso del tiempo, el pensamiento crítico, la reflexión y el abandono de los dogmas están en la enredadera de sus ficciones.
Otros textos
La memoria fabulada incorpora, asimismo, varios textos de Pombo, en concreto el artículo Santander publicado en El País el 22 de abril de 1983; el relato La isla de los ratones, publicado en Tantín en 1988; y las palabras de agradecimiento con motivo de la concesión de la mencionada Estela de Oro de las Letras hace poco mas de un año.
Con ellos, se transcriben asimismo tres conferencias de Pombo en Santander: El paisaje de Santander en mis novelas, pronunciada en Caja Cantabria el 31 de marzo de 2006; Gabriel María de Pombo Ibarra, personaje literario, en el Ateneo el 18 de febrero de 2014; y la presentación de Un gran mundo también en el Ateneo, el 2 de diciembre de 2015.
El libro también reproduce varias entrevistas realizadas a Pombo en prensa escrita y textos críticos de José Ramón Saiz Viadero y Juan Antonio González Fuentes.
Una bibliografía comentada y una selección fotográfica termina el libro, de Álvaro Pombo, que ha construido admirablemente, con su particular «memoria fabulada», personajes como Kus-Kús en las El héroe de las mansardas de Mansard, Isabel de la Hoz en Una ventana al norte, Virginia Montes en Virginia o el interior del mundo o tía Elvira en Un gran mundo.
El vínculo y la amistad de Crespo con Pombo data de 2004 cuando preparó para la colección Letras Hispánicas de Cátedra la edición de sus Relatos sobre la falta de sustancia y otros relatos (2013) y colaboró con el escritor en el soporte histórico de su novela Virginia o el interior del mundo. De hecho, en el libro La memoria fabulada se desvelan algunos detalles de la base documental de esta novela, ambientada en el Santander del primer tercio del siglo XX, así como el proceso de descubrimiento del paisaje cántabro para La fortuna de Matilda Turpin, tras visitar juntos en 2006 a la casona de Tudanca y pasear por la playa de Oyambre.
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