Mariano
Soriano, vitense por crianza, y cántabro por años de estadía en este suelo que une mar y cielo. Hace cincuenta años, cuando los agustinos dejaban ... el Colegio de Alcázar de Toledo, ya formaba parte de la comunidad que comenzaba a dar clase en el Colegio de El Sardinero. Su figura enjuta, quijotesca diríamos, con alma a juego, que conforme pasaba la vida en el rocín del tiempo se iba asanchando y ensanchando, volvíale cada día más práctico, parco en palabras, pero no por ello menos sincero. El padre Mariano ha sido todo en los Agustinos; profesor, jefe de estudios, prior, director, administrador, vice prior, subdirector, sacristán, fotógrafo... y encargado de la librería, servicio que con 84 años seguía haciendo, a pesar de la persistente enfermedad.
Era de natural tímido, demasiado serio en el primer encuentro, todo cambiaba según le ibas tratando y conforme aprendías a escrutar esa mirada y esa sonrisa a media asta, como si estuviera de luto por la muerte de la sensibilidad, la cordura, la inocencia y el sentido común. Encaró la vida como vino, con las contradicciones que a veces dicta la obediencia. Quería hacer Clásicas y le mandaron a hacer Matemáticas a Colombia. Fue al Buen Consejo de Madrid a descansar en el 87, y le tocó llevar la Dirección General del Centro… Él mantenía con cierta ironía que lo nuestro era «la comunidad», no la «comodidad».
Profetizó también que esto de la enseñanza se estaba volviendo una profesión de riesgo. Mariano era de Dios, de su familia, de los agustinos, de los profesores, alumnos, exalumnos… de mayores y pequeños. Correcto, servicial, prudente, discreto. Mariano, era institución, era colegio, era, hasta el fotógrafo del cielo. D.E.P.
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