Vuelta, ingleses y suspiros
Volvemos a esa rutina de conversaciones en las que puedes dividir a la Humanidad en dos clases: los que hablan de que vuelven con pilas ... cargadas, o los que, ante la pregunta de «qué tal el verano», solo tienen dos calificativos de respuesta: corto u olvidado.
Nosotros hemos estado en playa y montaña, siempre cerquita. Mediterráneo (yo soy mucho más de Cantábrico, la verdad: eso de salir del mar y llegar seco a la orilla, me parece sofocante) y luego Valle de Ordesa.
En ambos lugares me ha pasado algo habitual, que siempre me digo que tengo que contar en un artículo. Por mi pinta sajona, en el ámbito de la restauración y hostelería siempre suelen dirigirse a mí en inglés. Me sorprende mucho. Los foráneos de habla inglesa cruzan fronteras sin preocuparse de amoldarse a nadie ni a nada. ¿Se imaginan ir a Francia o Alemania y pedir algo en castellano? Pues así los tenemos acostumbrados aquí. Y no es que nosotros hablemos en bantú, que el castellano lo habla mucha gente en el mundo. El colmo vino cuando en un restaurante me dijeron que no podían atenderme porque nadie hablaba mi idioma. En el Levante español, oiga. En fin, que el verano ya fue y queda en nuestro haber traer de vuelta a nuestra memoria los momentos de disfrute que grabamos en nuestras retinas, en lugar de en el carrete del móvil. Y no vivir comprimido hasta el siguiente puente o vacación, sino buscar otros regocijos en el día a día. Tengo un amigo que dice que como sus vacaciones nunca lo son del todo por obligaciones laborales, se busca dos horas al día de vacación en periodos laborales. No está mal. En definitiva, es mejor paladear lo disfrutado que suspirar por lo que no volverá. Ánimo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión