Cómo tomamos decisiones
Sólo cuando hemos actuado nos damos cuenta del perjuicio que nos ha causado la indecisión
Lo que ahora vas a leer es un intento de describir el procedimiento mediante el cual las personas llegamos a tomar una decisión. Hemos de ... tener en cuenta que cuanto más sencillo es el hecho, que es consecuencia de la decisión, la rapidez de la misma está garantizada. Ahora bien, cuando la decisión implica algo relevante, como por ejemplo la decisión de cambiar de trabajo, el proceso es más lento, sería algo así (voy a tratar de verbalizar lo que se produce en nuestro pensamiento):
«La verdad es que en los últimos tiempos no estoy contento con el trabajo que desempeño; el jefe no me tiene en consideración, no me siento realizado en lo que hago, me falta algo». Tras este primer pensamiento pueden pasar días, semanas o incluso meses. Continuamos en nuestro trabajo actual y, en un momento determinado, algo relacionado con ese pensamiento nos vuelve a poner en situación. «Cada día estoy terminando de trabajar más tarde, me encuentro como sin ganas, incluso he notado cómo me miran mis compañeros, de hecho Fulanita me ha preguntado si me pasa algo, si estoy bien. No, no me encuentro a gusto y no sé qué puedo hacer». Siguen pasando los días y en nuestro cerebro se van acumulando las malas sensaciones, la tensión, incluso el estrés, puede que en algún momento una pequeña baja laboral. Comenzamos a sentir cierto desasosiego y es más que posible que en algún momento percibamos que todo esto, que se está conformando en nuestro cerebro, nos está pasando factura en nuestra vida personal y familiar. De nuevo, otro pequeño detalle, que nuestra especial percepción engrandece, nos hace pensar lo siguiente: «Tengo que tomar una decisión. Cada día estoy peor y no veo el modo de mejorar, parece que estoy entrando en bucle, es como si estuviera dentro de un túnel oscuro del que no sé cómo salir». Días más tarde nos enteramos de que un buen amigo ha cambiado de trabajo y que está feliz y nos lo cuenta, eso aún todavía ensancha nuestra herida. Hasta que llega un momento en que es tan insostenible que nos ponemos manos a la obra para resolverlo. Ese momento quizá llegue meses o un año después de haber experimentado nuestros primeros síntomas. Un buen día, ante otro acontecimiento engrandecido y limitante, decidimos ofertar nuestros servicios y empezamos a levantar la vista hacia una nueva posibilidad laboral.
Todo este camino decisional no lo vemos mientras estamos inmersos en ello y sólo cuando hemos cambiado de trabajo, como en este ejemplo, nos damos cuenta de todo lo que hemos tardado, de lo que nos ha perjudicado la indecisión y del tiempo que ha tenido que transcurrir para que nos activáramos. Así decidimos, así nos va.
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