Tributaria Ley del Embudo

En la sede de Antonio López, 32, edificio Aduana, la sala de espera donde hacen gratis la declaración de la renta está de bote en bote, atestá. Los sufridos contribuyentes pululan por las dependencias con papelorios a mantas. Los conocidos del trabajo, del barrio o de ronda tabernera comparten la monserga nuestra de cada ejercicio: «¡Una autoliquidación de la renta más, tío!». «¡O una menos, según se mire!». ¡Adonde hemos llegado! A quien anda maltrecho se le aplica una irónica maldad: «¡A ése ya sólo le quedan un par de declaraciones de la renta!»

Lunes, treinta de junio. Fin del plazo para la presentación de la voluntaria presentación obligada. IRPF 2024. «¡Ojito con olvidarse, que a quien se olvida Hacienda se lo recuerda con una multa que te cagas!» La chanza popular ya se ha instalado en el ámbito del clasicismo postmoderno. Hoy, lunes, es sin duda alguna el día más odiado por el contribuyente español. Un día, señalado en el calendario con el meme de un voraz tiranosaurio.

El emoticón pretende ser chistoso. ¡Maldita gracia! En las carpetas, dicha pegatina compite con la de Paganini tocando virtuosamente el violín. Que el buen humor español nunca decaiga. La procesión va por dentro. Si la autoliquidación de la renta sale a pagar, automáticamente, sin falta, el contribuyente verá el cargo sentado en su cuenta corriente, al contado rabioso. Harina de otro costal es que le salga a devolver. En tal caso, la AEAT se reserva la posibilidad de revisar la declaración hasta Nochevieja. Seis meses de plazo para apoquinar o poner pegas. En definitiva: ley del embudo. Para Hacienda lo ancho y para el contribuyente lo agudo.