Singularidades de nuestra sociedad (II)
Detrás de todo atropello, del tipo que sea, está la figura del dictador o autócrata, cuyo deseos de poder le ciegan
El actual momento social, en nuestro criterio, viene definido por dos aspectos cuya singular importancia va a definir nuestras conductas. En la primera parte hicimos ... una reflexión sobre el estrés y las zancadillas que en nuestro recorrido vital estamos acostumbrados a superar; hoy señalo otro elemento no menos importante: la violencia. Protestas, quejas, desencuentros, enfrentamientos, violencia emocional y sutil, violencia física más o menos expresiva, desde empujones y bofetadas, a la utilización de armas con el objeto de asesinar... la variedad es tan grande como la imaginación con la que se utilizan; con o sin razón, de forma expresa, fluida o misteriosa, pero siempre gestada para dañar, para herir, para hacer sufrir, y más allá para exterminar.
Diferentes diarios vienen recogiendo, de forma casi permanente, una muestra de situaciones violentas: un varón de más de sesenta años asesina a su pareja y al hijo de esta, suicidándose posteriormente. No había denuncias previas, ni trascendía tampoco que hubiera habido malos tratos, suponiendo, dentro del capítulo de violencia de género.
Ayer supimos que los cuerpos sin vida de una mujer de unos 60 años y de un hombre de más de 50 había sido localizado en una vivienda del barrio de El Zardo, en Las Palmas de Gran Canaria. De confirmarse, sería el sexto caso de violencia de género en lo que va de junio, y el número 18 del año.
Hace un año, la primera ministra de Dinamarca sufrió un atentado. Un particular no muy conforme con su visión de la política del momento fue el autor. Lo mismo ocurrió en Eslovaquia, donde su presidente de Gobierno sufrió un atentado dejándolo entre la vida y la muerte. Un individuo mayor, que se sentía ofendido por su política, disparó a bocajarro al presidente cuando éste participaba en un acto electoral.
Pero la violencia social, siempre cruel y devastadora, incide sobre el individuo desde muchos parámetros. Las migraciones; movimiento de individuos desolados, sin vitalidad y energía, entregados desde su fragilidad a cualquier tipo de riesgo, suponen el 3,6% de la población mundial. La soledad; aquella situación en la que el individuo se siente desconectado de la vida, desorientado, sin incluso saber quién es, ni dónde ir, ni tampoco en qué lugar instalarse. Hoy, según la fundación ONCE, una de cada cinco personas se siente sola y el 43% ha sufrido en alguna ocasión ideación autolítica, cuatro veces más que los que no se sienten solos.
El hambre: según la universidad de Barcelona, una de cada nueve personas carece de una dieta saludable, porque no le alcanza la economía. El paro: el trabajo como un bien, que además de permitirnos conseguir un sueldo para el sustento a nuestras vidas, nos pone en contacto con los demás, nos permite convivir, participar, sentirnos útiles para la sociedad.
En estos momentos, se dan dos focos de cierta gravedad, cuyas repercusiones especialmente económicas, están impregnando Europa en su totalidad: el afán de poder, de dominio y de posesión de algunos autócratas, que es insaciable, que viven ciegos emocionalmente con una introspección limitada, por lo que disponen de una visión sesgada de la realidad, instalados en la satisfacción de sus necesidades vitales, tratando de demostrar todo su poder, con la provocación de verdaderos atropellos sociales, destrucciones del hábitat o núcleos de personas, donde al final reina la desolación, la desesperanza, y el horror más frustrante con la presencia de la hambruna como final. Llámese Ucrania, Palestina, Sudan…
El peligro supremo se deriva de que en ocasiones se pueden medir erróneamente las fuerzas en conflicto, pudiendo provocar, el efecto de sus ambiciones, enormes catástrofes. A esto hay que sumar una nueva forma de invasión de otros pueblos, con la adquisición de grandes áreas de terreno, en la búsqueda de tierras raras, que hoy escasean en el mercado.
Detrás de todo atropello, del tipo que sea, está la figura del dictador o autócrata, cuyo deseos de poder le ciegan, y su necesidad de tener le embriaga, y en la penumbra de una conciencia oscura y podrida, se cree con el derecho de tomar cuantas decisiones sean necesarias para alisar el camino de su mantenimiento en la cúspide, creando para ello circunstancias que aspiren a justificar sus permanentes atropellos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.