De su capa un sayo
Las coaliciones de gobierno muchas veces son más de tragaderas que de consenso
En general en nuestro país, entre los que disponen de poder, se tiene miedo a ejercer libremente la autoridad inherente a cualquier cargo y ... se confunde todo. Muchas veces se quiere interpretar como comportamiento democrático lo que es sensiblero o cobarde y, por el contrario, se entiende por autoritarismo o por comportamiento de ordeno y mando lo que es puro y exigible ejercicio de autoridad en la toma de decisiones de un gobernante o de un regidor público.
Quizá por excesos en el pasado se tiende a ser melifluo, blandito o pasota en temas en los que las decisiones se deben de tomar inexorables y con autoridad. Sí o sí, se dice mucho ahora quizá en contraposición al no es no tan democráticamente discutible de la reciente contienda política. Por otro lado, el consenso debe de estar reservado para algunas -¿muchas?- circunstancias en las que no estén involucrados principios morales o del derecho natural como tantas veces reclamamos desde este mismo rincón. Podríamos decir que «no se puede ni se debe consensuar lo que no se puede ni se debe consensuar», que parece un galimatías pero no lo es en absoluto, dado que tiene obvia interpretación y fácil explicación.
Ahora mismo es evidente que no existe en las divergencias que se observan entre ministros y ministras del Gobierno. Bueno, no nos referimos a controversias de género como ustedes pueden imaginar, no es lo de piloto-pilota o soldado-soldada, que para ello tenemos un ministerio de Igualdad y una ministra muy intensa que lo arregla.
Nos referimos a las diferencias ideológicas que se observan en el Gobierno de coalición en el que parece que cada uno hace de su capa un sayo, dependiendo del partido que representen y de sus divergencias ideológicas, cuando deberían de reservarse sus contradicciones o diferencias y lograr el consenso.... o no. Pero en caso del no, tampoco se hace el lógico ejercicio de autoridad cesando a quien fuere necesario ni se ejercita algo tan desconocido como la dimisión irrevocable.
Las coaliciones de gobierno muchas veces son más de tragaderas que de consenso por mucho que se les llene la boca al reclamarlo. Rememoran las divergencias entre Dos Passos y Hemingway o la doblez de tantos intelectuales bonitos tipo Alberti o Bergamín, que se amoldaban en lo práctico mientras en lo teórico eran litigantes o excesivos. Hoy día el cumplir y hacer cumplir las leyes que se exige cuando se jura o se promete en nuestro maltratado estado de derecho se salta muchas veces a la torera. Observar okupaciones indiscriminadas, homenajes a etarras o insultos al Rey desde algunas instituciones es intolerable. Para cumplir y hacer cumplir la ley se requiere sólo lo indispensable: que se ejercite la autoridad necesaria inherente al ejercicio de un cargo público. Con eso, suficiente.
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