Durmiendo en un aeropuerto
En el aeropuerto de Madrid-Barajas, Adolfo Suárez o como se llame, duermen cada día entre 400 y 500 personas. Hay mayores y jóvenes, más ... hombres que mujeres, discapacitados y hasta familias enteras. Entre ellos están los que tomaron una serie de malas decisiones, los que tuvieron algunos golpes de mala suerte, los que cayeron enfermos, los que tienen problemas de salud mental, los que vinieron de allí y acabaron varados a pocos pasos de su sueño, y los que tienen alguna adicción, reciente o crónica, porque es difícil dormir en un suelo duro y frío de un aeropuerto, desamparado y en la más completa soledad, y no caer en alguna adicción. Son los auténticos renglones torcidos de dios. Si se cruza con ellos, apriete el paso o mire para otro lado.
Porque las competencias de este asunto tan feo no son nuestras. Lástima. Y si hay que buscar soluciones, siempre hay algún desalmado que las encuentra: eliminar los bancos, subir el aire acondicionado, despertarlos a las cuatro de la mañana, limitar la entrada.
En la España «progresista» del cohete económico, resulta que al cohete solo se suben unos pocos, y el 26,5% se encuentra en riesgo de pobreza: trece millones de españoles. Tienes un sueldo, pero no puedes pagar una vivienda y acabas en un aeropuerto. Este dato, que debería tumbar a cualquier Gobierno, es pasado por alto por una torpe oposición. Porque claro, hablar de desigualdad es 'woke', y cabrea a nuestros amigos, los millonetis. Es mejor fomentar el odio del penúltimo hacia el último, como hace la ultraderecha. O hablar de wasaps ridículos para que Sánchez se ría en tu cara, en vez de meterle en el Congreso a los 500 del aeropuerto. Entre incompetentes, estúpidos y malvados, no es difícil que alguno de nosotros acabe durmiendo en un aeropuerto.
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