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En abril, Íñigo Errejón llamó paleta a Isabel Díaz Ayuso. En Twitter. Lo borró. Pero no puedes borrar lo que piensas. Aquí Carlos de Beistegui. Un tipo que escribe todo el rato «sobretodo» en su tesis doctoral llama paleta a Díaz Ayuso. Como si el alcalde de Marinaleda llamara paleta a Amelia Valcárcel. En la investidura, Errejón Kid ha seguido utilizando su presunta superioridad (¿intelectual, moral, de distinguido señor?) contra Ayuso. Y habló de un pacto vergonzante. No tengo claro si quería decir vergonzoso (vergonzante sólo se puede aplicar a Ciudadanos por su tiquismiquismo con Vox). En la fallida investidura de Sánchez, Abascal dijo espúreo. Como Jesús Gil decía ostentóreo. Y estentóreo fue el discurso de Errejón.

Que si Ayuso no aguanta un debate de 15 minutos, que si no ha habido manera de confrontar ideas políticas. Y esto: «Se lo diré más despacito». Se olvida el blanqueado Errejón de que el tertulianismo ha sustituido a la política. Y que Díaz Ayuso debe su nominación al discurso federiquista que recitó ante Mamen Mendizábal. Así que soltó al «más traidor de la política española» que tenía «las manos manchadas de dictadura». Errejón creía que se iba a zampar a Díaz Ayuso en cualquiera de sus tres venezolanas comidas diarias. Y es Silvestre con Piolín.

Echo de menos a Arias Cañete cuando fue benévolo en un debate con Elena Valenciano porque si el hombre demuestra superioridad intelectual parece machista. Pero un «analfabeto secundario» (la expresión es de Hans Magnus Enzensberger) no puede con una analfabeta audaz. En 'Mediocracia', de Alain Deneault (el 28 de agosto en Turner), se lee que el ámbito académico es responsable de nuestros problemas sociales. Y eso pasa con el núcleo irradiador de Harvard o con el doctorado de Errejón. Como diría Carolina Sobe, estamos entre regular y lo vamos viendo.

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