Perros
Los animales de compañía en los hogares de Santander parece a la vista como un tanto excesivos. En la capital cántabra hay censados, sin contar ... los no registrados, más de 20.000 perros. Los gatos, también muy presentes en nuestras casas, son difíciles de contar. El Gobierno tiene registrados más de 18.000, en toda la región. No sé hasta qué punto es bueno tener canes y mininos en los hogares, en especial los de gran tamaño o aquellos de raza con genes cazadores. Caben a regañadientes y en la calle dan demasiado la lata con los ladridos. Cuando se juntan dos de estos animales es horrible.
La calle Rubio, en el centro de Santander, debe estar concebida como lugar de encuentro de chuchos en busca de los restos de las tapas que sus dueños esparcen por el suelo. Curioso resulta cuando dos perros se enzarzan el plena calle. Es lícito y hasta necesario un momento terraza, pero preferentemente con mascotas bien educadas. Mascota no entra en mi diccionario. Dicho esto, y que me gustan los perros mogollón –me fascinan los de aguas–, veo necesario evitar un saludo entre ellos en la calle.
Tengo que citar a dos perros que me hicieron feliz durante algunos años. Desde que tuve cuatro años, quizás alguno menos, mi amigo, mi acompañante, mi confidente fue un bodeguero andaluz de aquellos que llamaban ratonero. Pequeño de estatura y blanco y negro de pelo iba conmigo a todas las partes. Le encantaban las caminatas por La Maruca. Tony murió de viejo. También vivió con nosotros Lon. De mirada cautivadora y dócil. Fue el único perro que fue tratado en una clínica veterinaria, en aquellos años, finales de los ochenta, escasas en Cantabria.
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