Incierto pacto climático
Sánchez ha de perfilar el contenido de su anunciado acuerdo de Estado para dotarlo de trascendencia real y diluir la sospecha de oportunismo
España se adentra en su décima jornada bajo la amenaza consumada de una ola de incendios que continúa sin dar tregua, especialmente en las tres ... comunidades que están sufriendo la mayor devastación: Castilla-León. Galicia y Extremadura. Cada jornada sufrida imprime cifras y desgarros en la memoria negra del país. Como dolorosa muestra, las hectáreas calcinadas apuntan ya a máximos del siglo, mientras resulta descorazonador cómo los equipos de emergencia se resignan en algunos puntos a contemplar la voracidad de las llamas sin armas de control. La persistencia de unas lenguas ardientes que no ofrecen respiro obliga a continuar centrando todos los esfuerzos –los de la Unidad Militar de Emergencias del Estado y los de la autonomías, con el inestimable apoyo de la ayuda europea– en lo perentorio: la protección de la ciudadanía y la extinción de los focos de riesgo.
Es difícil que los vecinos de las autonomías afectadas y el conjunto de la ciudadanía puedan hacerse idea a carta cabal de dónde está la justedad de los recursos desplegados por el Gobierno de Pedro Sánchez y los mayores que le exigen Alberto Núñez Feijóo y sus barones territoriales. Pero el anuncio ayer del presidente, en su visita a las cenizas en Galicia y Castilla-León, de la movilización de 500 efectivos del Ejército de Tierra sugiere un claro desbordamiento de una crisis cuyo encauzamiento se ve entorpecido por el pulso, también sin tregua, entre el Ejecutivo y el PP.
Ese feroz enfrentamiento difumina las zonas de certidumbre cuando la zozobra sacude a la ciudadanía, impide diagnósticos compartidos a problemas de impacto general y dificulta dirimir dónde pueden existir están las eventuales fallas en la prevención y en la gestión y dónde los mecanismos del Estado autonómico puedan estar viéndose superados por desafíos novedosos. Sánchez aprovechó su visita a las comunidades que batallan contra los incendios para volver a enarbolar la bandera contra el irresponsable negacionismo y efectuar un segundo anuncio, este menos puntual: el impulso a un «gran pacto de Estado» para afrontar la emergencia climática.
De la misma manera que el PP no debería escorar sus políticas hacia el extremismo de Vox, el Gobierno no debería identificar como negación de la crisis medioambiental cualquier crítica que se le traslade. Y el presidente está urgido a perfilar los detalles y el contenido del plan avanzado ayer a fin de dotarlo de trascendencia real y evaporar cualquier sospecha de oportunismo.
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