A vueltas con la masificación
Cantabria no sufre una crisis por el incremento de visitantes, pero es preciso vigilar los episodios críticos que puedan darse para evitar los males que comportan e impedir la turismofobia
A medida que el sector crece en Cantabria, con sucesivos récords de visitantes, hoteles y restaurantes con el cartel de completo y espectáculos a rebosar, ... es cada vez más frecuente la alusión a la masificación turística y a los problemas que provoca. Determinados episodios, como algunas situaciones de inseguridad real, la toma de El Puntal por miles de jóvenes y los bloqueos de los accesos a determinadas localidades y parajes, son hechos concretos sobre los que no puede mirarse para otro lado y que obligan a que los responsables actúen.
Con una aportación al PIB regional cercana al 12%, un verano que ya no va se limita del 15 de julio al 15 de agosto y una ocupación que poco a poco va extendiéndose más allá de la temporada alta, el turismo se ha convertido en una insustituible fuente de riqueza para Cantabria que es necesario cuidar y seguir desarrollando de forma compatible con el medio ambiente y con los derechos de los vecinos.
Que más gente venga a Cantabria altera los usos habituales, pero una molestia concreta no debería ser un drama. Convertir en un estercolero un paraje protegido, o dejar las calles insalubres sí son motivos de alerta, que deben llevar a la acción por quienes son los responsables de hacerlo, la Administración a la que le competa. Siempre serán preferibles las actuaciones informativas y preventivas antes que las restrictivas y sancionadoras, a las que solo debe recurrirse cuando lo anterior no sea suficiente, pues no contribuyen a mantener una imagen positiva de la región. La implantación de tasas turísticas, por ejemplo, conlleva una retracción automática de las visitas, y su puesta en marcha en una localidad afectaría a toda la Comunidad.
Además de las medidas habituales, como las del ámbito de la seguridad, en las que los despliegues de las fuerzas de seguridad mantienen los buenos índices que nos caracterizan, o el refuerzo de los suministros ante la alta ocupación, otra serie de disposiciones van abriéndose camino para regular las nuevas actividades. El Gobierno de Cantabria acaba de poner en marcha la normativa sobre las viviendas turísticas que, en líneas generales, traslada a los ayuntamientos la potestad de establecer las condiciones que deben cumplir, lo que tiene sentido en cuanto que es la Administración más cercana y la que conoce de primera mano los problemas concretos que afectan a sus vecinos. En el caso de Santander, los pisos vacacionales deberán estar ubicados en plantas bajas o tener entrada propia, y las viviendas en uso deberán adaptarse en ocho meses a estos requerimientos. Para muchas de ellas será imposible, por lo que buena parte de la oferta existente quedará fuera del mercado o en la economía sumergida. La guerra judicial entre propietarios y consistorio está prácticamente asegurada. El Ayuntamiento de Arnuero ha optado, ante su grave problema de aparcamiento, por obligar a que los pisos vacacionales (y también los hoteles) cuenten con una plaza para aparcar un vehículo por cada habitación.
Son algunas de las formas de abordar los problemas derivados del 'boom' turístico que deberán irse adoptando para encauzar los episodios más críticos antes de que se conviertan en irresolubles. En busca de un turismo de calidad y para impedir el arraigo de la turismofobia, en una región que debe mantener su marchamo de acogedora y seguir ofreciendo sus atractivos al visitante.
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