No me cabe ninguna duda de que las dos preguntas que esta columna lleva por título nos las hemos formulado todos y cada uno de ... nosotros en más de una ocasión y por los más diversos motivos; entre estos, probablemente el más común sea el hartazgo de alguna situación o circunstancia concreta que, de una forma u otra, nos afecta. Entre las muchas que se podrían calificar como tales, tampoco me cabe ninguna duda de que las políticas desarrolladas por el nuevo inquilino de la Casa Blanca se encuentran entre las más destacadas.
Que las políticas desarrolladas por Donal Trump, basadas en el amedrentamiento del otro, han dado un vuelco a la escena político-militar y económica del mundo es algo que, a estas alturas, es más que evidente. En lo que atañe a la vertiente político-militar, considero que su forma de actuar en relación con, entre otras, las guerras de Ucrania y Gaza es, en gran medida (por no decir en su totalidad), responsable de que las mismas continúen; aunque en el caso de Ucrania la situación es más compleja, en el de Gaza es obvio que el genocidio sólo acabará cuando Trump lo decrete.
En el plano económico, que es sobre el que podemos hablar con más conocimiento de causa, la situación es muy parecida. Si la incertidumbre es ahora la nota dominante en las relaciones económicas internacionales, ello se debe en su totalidad a las políticas económicas desplegadas por Trump, tanto en la órbita interna como en la externa, pues ambas están íntimamente conectadas entre sí. Aunque en el caso de Trump todo es impredecible, y lo que dice o hace hoy lo desdice o deshace mañana, sería impensable que hubiera planteado una ley interna como la denominada BBB (Big Beautiful Bill) si no fuera porque piensa, la mayoría creemos que erróneamente, que el déficit y la deuda que la misma generarán serán compensados con los ingresos provenientes de su política arancelaria. Por cierto, el último, por ahora, de los calentones arancelarios de Trump va dirigido a la UE, a la que amenazó con aranceles del 30% y que ha terminado imponiendo, para nuestra vergüenza, aranceles del 15% y sin ninguna contrapartida por su parte.
Dejando de lado la posibilidad de que, como ha ocurrido en otras ocasiones, Trump recule (algo que de momento no ha hecho, pero sí, entre otros, Japón y la UE) y que su política intimidatoria, tanto en lo económico como en lo político-militar, no surta los efectos esperados, lo que verdaderamente me llama la atención es que ni dentro ni fuera del país haya una oposición que, poniendo pie en pared, sea capaz de decir 'hasta aquí hemos llegado'. Soy muy consciente de que el mundo ha cambiado, y que las copias de Trump proliferan por doquier, pero me sorprende mucho la inanición de quienes, a priori, tienen algún margen de maniobra para enfrenarse a sus políticas.
Si bien es cierto que internamente la derrota del partido demócrata ha dejado las manos libres al mandatario, me resulta difícil entender que la mitad de la población norteamericana no encuentre ninguna alternativa real y sensata a lo que está sucediendo. En cuanto a la situación externa, no es menos sorprendente que países tan poderosos en su conjunto como los que conforman la UE, Canadá, Méjico, Brasil, etc., sean incapaces de presentar un frente común ante las barrabasadas de Trump, a quien, por cierto, no se le puede negar que sabe aplicar a las mil maravillas el dicho de divide y vencerás. Es la desunión dentro de la UE y la falta de una acción coordinada por todos los países damnificados por las políticas de Trump lo que da alas a este último para seguir actuando, como he manifestado en diversas ocasiones, como un auténtico matón. Sabemos, sin embargo, que cuando alguien le hace frente (y tenemos los casos de China, en lo económico, y Rusia, en lo político-militar), el apelativo de TACO no está del todo desencaminado. Pero, claro, mientras nosotros, los europeos, sigamos sin ponernos de acuerdo en cómo abordar temas como la guerra en Gaza y las amenazas arancelarias de Trump, éste tiene todas las de ganar.
Por eso, la verdadera cuestión que debemos plantearnos es, como reza el título, ¿hasta cuándo y hasta dónde? La respuesta dependerá de nuestro aguante al daño que las políticas trumpistas puedan infligirnos y del verdadero grado de unión europea. Todo un misterio.
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