¿Peligra la hegemoníadel dólar?
La simple posibilidad de que ocurra debería ponernos en guardia
El errático e impredecible comportamiento de Trump está provocando una gran dosis de incertidumbre, con el riesgo evidente de producir una hecatombe económica, amén de ... geopolítica, a escala planetaria. De una forma u otra, todos los países se verían afectados, siendo el propio Estados Unidos uno de los que, probablemente, saldrían más perjudicados. Uno de los ámbitos en los que esto podría suceder está relacionado con la hegemonía del dólar.
De todos es conocido el estatus del dólar como principal moneda de reserva y como instrumento con el que se realizan la mayoría de las transacciones comerciales y financieras a nivel mundial. El dólar juega este papel desde finales de la Segunda Guerra Mundial y, aunque ha pasado por distintos avatares a lo largo del tiempo, nunca ha visto amenazada su posición. Un reciente artículo de tres prestigiosos intelectuales norteamericanos, publicado en la revista Foreign Affairs, revisa esta posición de privilegio y avisa de que, por muy dominante que sea el dólar, «los ataques de Trump al estado de derecho, sus torpes y erráticos intentos de convertir las ventajas económicas de Washington en un arma representan la mayor amenaza hasta ahora para el estatus del dólar como moneda de reserva».
La falta de unidad política en Europa supone un elemento de debilidad para el euro
¿De dónde le viene al dólar su preeminencia en las esferas comerciales y financieras citadas? Pues de ser la moneda que mejor cumple con los requisitos clásicos exigidos para ser una moneda altamente fiable. El primero de ellos es el de la liquidez, ya que el billete verde se puede comprar y vender, sin pérdida significativa de valor, con gran facilidad; el segundo es que es la moneda más utilizada en las transacciones internacionales; el tercero es que funciona como principal unidad de cuenta a escala global, ya que los precios de numerosos productos, en particular de productos básicos (petróleo, gas, metales, cereales, etc.), se expresan en dólares; el cuarto es que funciona como depósito de valor, gracias, entre otras cosas, a contar con unos mercados financieros (de valores y bonos) que son los mayores del mundo y a disfrutar, tradicionalmente, de una inflación baja y estable que garantiza que el valor de los activos expresados en dólares no se evapore de la noche a la mañana.
Pese a que ha habido, hay y habrá intentos de sustituir al dólar como principal moneda mundial, lo cierto es que todavía estamos lejos de que esto se produzca, si es que alguna vez llega a producirse. El competidor más potente del dólar es, sin lugar a dudas, el euro, pues cumple relativamente bien con los requisitos arriba mencionados. En todos ellos, sin embargo, lo hace en menor medida que el dólar, lo que constituye un obstáculo importante. Asimismo, el euro tiene, a mi juicio, otras dos limitaciones de enorme peso específico; la primera de ellas es que la unión monetaria europea, con el euro a la cabeza, carece de una auténtica unión fiscal (lo que dificulta sobremanera la posibilidad de emitir deuda en euros) y, la segunda y de gran trascendencia, es la falta de unidad política en Europa, lo que intrínsecamente supone un elemento de debilidad para el euro. Es por ello que, como apuntan los autores del artículo mencionado, «es poco probable que el daño (de la pérdida de relevancia del dólar, se entiende) sea fatal de inmediato, pero el riesgo y el ritmo probable de un deterioro terminal han aumentado. Como mínimo, las acciones de Trump erosionarán los factores que respaldan el dominio del dólar».
Así pues, aunque el peligro del desmoronamiento del dólar no parece, ni mucho menos, inminente, y quizás no se produzca nunca, la simple posibilidad de que ello ocurra debería ponernos en guardia; de momento, ya está haciendo que tanto los Estados Unidos como el resto del mundo estemos peor, pues no sólo se están restringiendo los flujos comerciales y financieros, sino también los procesos de inversión. Esto, en contra de lo que Trump cree, nos empobrece a todos y abocará a un papel mucho menos relevante de Estados Unidos en el mundo. Algo que, por cierto, deberíamos ser capaces de aprovechar en Europa para fortalecer nuestra unidad y avanzar de forma decidida en la conformación de un auténtico mercado de capitales y financiero europeo, profundizar en el mercado único, contar con una verdadera unión fiscal, etc., etc. Esto es, deberíamos aprovechar la ocasión para construir una Europa más fuerte y abierta al mundo, pero menos dependiente.
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