Entre la omertá y el «se sabía»
En Hispania siempre hemos sido mucho de acuchillarnos entre nosotros
Giulio Andreotti, político italiano con larga experiencia en la vida y en las convulsas polis itálicas, decía: «En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos ... y compañeros de partido» Pues eso. La sentencia retrata a las mil maravillas el panorama político de antaño y de ahora, especialmente en el ruedo ibérico actual, donde la camaradería y el compañerismo es tan efímero como una promesa electoral.
De Italia nos hemos traído muchas cosas, desde la pizza a Laura Pausini, sin olvidarnos de la omertá. Término menos conocido, pero ampliamente aplicado. Una ley del silencio a la siciliana donde lo que se sabe se calla para no perjudicar a la organización. Pero cuando la omertá comienza a tener fugas y los hilillos de información se desbordan en forma de catarata, el «ya se sabía» lo inunda todo. Entonces se toca a rebato y ¡sálvese quien pueda!
«Se venía venir, no es de extrañar...» Esta 'vox populi', esta 'urbi et orbi' es un mantra que podemos escuchar recurrentemente en el telediario o noticiero de turno cuando se desvela y sale a la luz uno de los infinitos tejemanejes que subyacen en el territorio hispano. El «se veía venir» y «nadie se podía imaginar». El primero pertenece al tan manido mundo de a posteriori. Mientras que el segundo nos ofrece una visión donde cada cual va a lo suyo, o lo parece. La demoledora hemeroteca es un testigo que a modo de juez pone a la vista la contradicción, cuando no la caradura y desfachatez del personal. El asunto es que cada vez hay que bucear menos en el almanaque porque «el donde dije digo digo Diego», las contradicciones o directamente las mentiras se suceden sin sonrojo.
Tras la omertá, el silencio, el colaboracionismo —o el más regional clientelismo— llegan los Idus de marzo, es decir, el apuñalamiento. Y es que en Hispania siempre hemos sido mucho de acuchillarnos entre nosotros. Entre la falcata íbera y la chaira hay muchos siglos, pero poco cambio. Una cosa es la lealtad y otra el encubrimiento apesebrado y cómplice. De los codazos para salir en la foto por delante o por encima de quien sea, se pasa sin remisión a las puñaladas traperas para quitarte tú y ponerme yo.
Siendo entre nuestra clase política tan habitual el silencio encubridor como la traición y el fuego amigo, si tal es el comportamiento con el compañero, amigo o camarada, me pregunto qué podemos esperar de su dedicación a la plebe. Todo por el pueblo...
Política y ética en una misma frase suponen un oxímoron. Claro que hay excepciones, pero están en retroceso atronador. El hispano-romano Séneca decía hace unos siglos: «Haz lo que digo no lo que hago». Pues eso, al suelo que viene los nuestros.
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