Lo que de verdad importa
Es buen momento para que se haga un censo de los empleados de las empresas públicas, para saber cómo accedieron a su puesto y si cumplen con sus tareas
Tras la conferencia del profesor de Latín de la Universidad Complutense de Madrid, Emilio del Río, en el Aula de Cultura de El Diario Montañés ... en la que demostró que todo lo que se difunde en los libros y programas de autoayuda está en los clásicos griegos y latinos, debemos aceptar aquella verdad según la cual la mejor manera de esconder un árbol es dentro de un bosque. Dejemos de guiarnos por lo llamativo, por lo espectacular y busquemos la esencia, la médula del suceso o la noticia.
La denuncia de la existencia de personajes que han colocado en empresas públicas a sus parientes, amantes o amigos ha generado un escándalo en la opinión pública española. El asunto es muy jugoso, para conversación de barra de bar o tertulia radiofónica, porque que un ministro, con amplios poderes e hilo directo con el presidente del gobierno, pague a sus amantes otorgándoles un sueldo en una empresa pública o que empresas como Correos sirvan para financiar a asesores, amigos y parientes de altos cargos del partido del gobierno se entiende fácilmente.
Lo descubierto del caso Ábalos, de los trabajos y relaciones de Leire Díez, del trato recibido por la esposa y el hermano del presidente del gobierno ocupan las portadas de los diarios y reciben tratamiento preferente en las diferentes cadenas de televisión. Pero esas formas corruptas de actuar no deben ocultar lo más grave, lo que de verdad importa.
El hecho de que un ministro, que a su vez tenía el control del partido gubernamental, colocara a sus amantes en empresas públicas y que, además, estas mujeres no acudieran a sus puestos de trabajo es muy escandaloso y muy fácil de entender…, pero no olvidemos que no es lo verdaderamente grave.
Los que de verdad importa es el hecho real de que los controles internos de esas empresas públicas no funcionan. Lo grave es el hecho de que estos casos concretos se desvelen por ser los agraciados parientes del presidente o personas vinculadas a altos cargos, porque si no fuera así es posible que no se hubieran conocido nunca.
En primer lugar, no sabemos cuántas Yésicas cobran el sueldo en esas empresas, unas por ser amantes de altos cargos y otras por tener la suerte de que sus parientes ocupen puestos de responsabilidad. Es buen momento para que se haga un censo de los empleados de las múltiples empresas que dependen del gobierno, para saber cómo accedieron a su puesto y si cumplen con sus tareas.
Lo más preocupantes es la evidencia de que se han eliminado los controles en el sector público. Resulta inverosímil que los jefes de sección o departamento no se percataran de que una empleada no acudía a su puesto de trabajo o de que un director de orquesta ni siquiera supiera dónde estaba su despacho. Pongamos la vista en lo determinante: el descontrol de las empresas públicas y la ausencia de sanciones a quienes no cumplen con sus obligaciones.
Es hora de exigir responsabilidades. ¿Qué ha pasado con los ejecutivos de recursos humanos de esas empresas en las que ahora se constata que era posible cobrar sin siquiera acudir al puesto de trabajo? Todo indica que siguen en sus puestos sin repercusión alguna. Apenas si un alto cargo ha dimitido, el resto de jefes se mantiene en su sillón con la seguridad de que el tiempo lo sepulte todo en el olvido. ¿Quién ha investigado el nombramiento para desempeñar una función especializada a Leire Díez en Correos? De momento, nadie. ¿Cómo es posible que la investigadora pasiega fuera nombrada nada menos que responsable de la filatelia de Correos? ¿Quién responde de estos hechos?
Los políticos propician la multiplicación de privatizaciones encubiertas, una técnica que consiste en crear empresas con el dinero de todos los españoles para realizar tareas que bien podría llevar a cabo una sociedad privada y utilizarla a modo de banderín de enganche para premiar a los fieles con puestos de trabajo, que en muchos casos no obtendrían en un concurso de méritos y en otros son absolutamente superfluos.
Es importante ahondar en la información y no detenerse en lo llamativo de contratar a dedo a personas que ni siquiera tienen el decoro de fingir que trabajan. Lo grave no es el otorgamiento de puestos de trabajo sin ningún tipo de requisito, lo más preocupante es que fallen los controles internos y que esa negligencia no tenga consecuencias para los responsables de los diferentes departamentos. Bastaría con investigar de qué forma llegó Leire Díez a un alto cargo en Correos para iniciar un proceso de depuración de responsabilidades.
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