El Papa de Isla
No tenía dudas. Fue automático. En cuanto le vi asomado al balcón de las bendiciones tras el 'habemus papam' dije para mi: «coño (con perdón), ... si este hombre es de Isla». Esa mirada relajada, profunda, esas facciones marcadas, su frente, sus cejas, su nariz. Su semblante tranquilo, sosegado. Esa paz que transmite. Está claro. De Isla de toda la vida, aunque él se acabe de enterar ahora. Menos mal que tenemos ahí al Centro de Estudios Montañeses para dar por bueno el informe de 'The New York Times' del pasado mes de junio.
De hecho, el estudio certifica la vinculación de León XIV con la localidad de Arnuero por su línea materna. Toma, igual que yo. A ver si voy a ser pariente del Papa en alguna generación remota y no me he enterado. Pues ahora que lo digo, esa frente y ese poco pelo... No. Esas orejas no son las mías. Y tanta relajación y paz, tampoco. Lo sé, me vendría bien ir más por Isla para que ese baño en la playa del Sable de Quejo, ese paseo por el Ecoparque de Trasmiera, el genuino sabor de sus pimientos o esa langosta en cualquiera de sus restaurantes hiciera su efecto balsámico. Eso sí que es relajación. Y más en mitad de agosto.
De todas formas, necesito hablar con el Centro de Estudios Montañeses urgentemente para salir de dudas y descartar mi parentesco con el Papa. Pero, no pasaría nada, que seamos vecinos también está bien. Hay que prepararse. Sé que el alcalde está liado ahora frotándose las manos con la que puede caer si su Santidad visita el pueblo de sus antepasados, pero, si tiene un momento, que me avise de inmediato cuando el Vaticano le responda para ir preparando la cobertura del Papa de Isla.
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