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El Grandón, conducido por Felipe Moja, transportaba a los viajeros de Castro a Santander y viceversa. Colección Jesús Garay

El Grandón, autocar castreño

Castro Urdiales ·

El antiguo autobús, un Mercedes conducido por Felipe Moja, recorría con sus viajeros el trayecto Castro-Santander hace casi un siglo

JAVIER GARAY

Castro Urdiales

Miércoles, 1 de mayo 2019, 08:01

El Grandón, aquel Mercedes azul, que hacía las delicias de los viajeros de Castro a Santander, nunca hubiese sido tan efectivo si no hubiese estado el volante en las manos de Felipe Moja, que era tan famoso en el trayecto a la capital montañesa, como ahora lo puede ser Fernando Alonso, con la Fórmula I.

El Grandón fue un autocar de marca Mercedes que hacía la ruta de Castro a Santander, allá muchos años antes de la Guerra Civil. Decían que era el mejor autocar de España. Salía de la plaza de las farolas, también avenida de Alfonso III en de Santander, a las cinco de la tarde, para llegar a Castro entre las ocho y media y las diez de la noche según los viajeros, a pesar de las inclemencias del tiempo y la suerte del camino, llena de baches y derrumbes.

La llegada del Grandón a Castro, se comentaba como un gran éxito, pues a veces tenía que pernoctar por alguna posada del camino como aquella vez en que hubo, por imperativo legal, de hacer un viaje a Noja y Moja, el conductor, se enfadó mucho, pues no quería dejar a sus viajeros en tierra y comentó, que si le hacían volver a dejar plantados a sus viajeros, el dejaba la conducción y como era un monstruo conduciendo, amén de buen mecánico, respetaron su petición y en el autobús, que durante los viajes se cantaba, le decían: «Moja a Castro y no a Noja, porque allí ya sabes que la que no es...», con perdón. Así, con el Grandón al arribar a Castro, el éxito del viaje se comentaba como se comenta ahora un triunfo de La Marinera y había la pelea en apuestas de quién llegaría antes, si los que venían de Santander o los de Traslaviña.

«La llegada del Grandón a Castro se comentaba como un gran éxito, pues a veces tenía que pernoctar por el camino en alguna posada»

Dice la prensa de entonces que no dejaban de resistirse al Grandón algunas marineras madres o esposas, que a los 19 de cada mes iban a Santander a despedirse de sus hijos o de sus maridos enrolados en las Navieras Transatlánticas. El carro a Santander, como le decían. A veces, si llovía mucho, tenía dificultades para subir el alto de Candina y esperaban a que pasase el chaparrón. Pasó más de una vez, que los viajeros bajaron para empujarle en algunas dificultades de sobrepeso.

Decían los mentideros que los coches MAN eran mejores carros y siempre salía a relucir la maestría de Moja, que nunca tuvo un percance y la carretera no la hacía el carro, sino el buen conductor, decían de él y sus éxitos. El señor Moja era la pericia auténtica y le cantaban que era el mejor conductor de Europa y le daban los parabienes cada vez que llegaba a Castro.

En cada parada tenían un tiempo para bajar a tomar un café, hacer las necesidades, o entregar encargos familiares. Era normal también que entrasen al autobús personas con cosas para vender como frutas, verduras o pescados e incluso mujeres que iban a otros pueblos cercanos a llevar la vendeja a los mercados cercanos.

El Grandón era azul. Tenía departamento de primera, segunda para turistas y hasta trasera para equipajes, donde algunos viajeros jugaban hasta a la brisca.

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