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Las personas que acceden a la recién rehabilitada Iglesia del Seminario Mayor de Comillas experimentan una especie de hechizo, fruto de la majestuosidad y lo ... apabullante de la mayoría de edificios de carácter religioso. El sentimiento se acentúa si lo que prima, como en este caso, es la abundancia decorativa y la inabarcable grandeza arquitectónica del monumento. El espacio lleva a los visitantes a hablar en susurros, tratando así de impactar lo menos posible en los nobles muros del templo jesuita del siglo XIX. La Sociedad de Activos Inmobiliarios Campus Comillas (SAICC) ha organizado este fin de semana las jornadas de puertas abiertas, para que todo el que lo desee pueda disfrutar de la experiencia sensorial que es adentrarse en el histórico monumento.
La iniciativa reunió ayer en la antigua Universidad Pontificia a la directora general de Patrimonio, Zoraida Hijosa, y a la consejera de Economía y Hacienda, Magdalena Álvarez, con el objetivo de inaugurar estas jornadas. A la visita acudieron también los arquitectos participantes en el proyecto de restauración de los estudios Fernández-Abascal + Muruzabal, Alonso/Barrientos y Pesquera Ulargui; el doctor en Historia del Arte Enrique Campuzano, y la secretaria general de la Fundación Lluís Domènech i Montaner en Barcelona, María Manadé, entre otras personalidades.
El Ejecutivo cántabro presume así de la recuperación de los elementos artísticos -en 2017 ya se consolidó la nave y la cubierta- de la iglesia desacralizada, que ha durado 16 meses y ha supuesto una inversión de 1,2 millones, financiados en parte con cargo al 1,5% Cultural del Ministerio de Transportes y por el Gobierno de Cantabria. El reesplendor del edificio se produce tras un «costoso proceso de restauración -apuntó ayer el arquitecto Luis Alberto Alonso-, que ha supuesto finalizar con la parte más compleja de la obra». Por eso ayer el Seminario se llenó de rostros relajados y 'enhorabuenas'. Todos (técnicos y políticos) parecían haberse quitado un peso de encima tras salvar un valiosísimo patrimonio que corría peligro de muerte.
En esta última fase, se ha actuado en el vestíbulo, la escalera, la capilla privada y la iglesia. Tras la minuciosa restauración de los elementos decorativos (sillería, tapices, pinturas, bancos...) de la iglesia, el monumento vuelve a parecerse al original, aquel edificio religioso que en el año 1889 embelleció el arquitecto modernista Domènech i Montaner, «para otorgar un sentido más noble y con más empaque al sobrio templo neogótico», explicó Campuzano. En el interior de la iglesia, luces en forma de círculos concéntricos cuelgan del techo en una mezcla de tradición y modernidad. Las vidrieras de colores saturados, con motivos ornamentales geométricos y representación de profetas y santos, filtran la luz exterior concediendo al entorno un evocador ambiente.
Los bancos de la capilla privada son los originales, que han sido primorosamente restaurados en toda la belleza de su diseño. La sillería también ha sido objeto de restauración en talleres que se implementaron en el mismo recinto. El conjunto de mobiliario, incluyendo el artesonado que completa el esplendor decorativo del recinto, permite vivir la experiencia única de encontrarse ante el conjunto de la capilla tal y cómo fue concebida e inaugurada en su momento. «Se trata de un concepto de arquitectura litúrgica, conventual en este caso, donde todas sus figuraciones en vitrales y vidrieras artísticas están destinadas a esta función y a este discurso de profetas y santos», señaló la directora de la Fundación Domènech.
El órgano, Bien de Interés Cultural (BIC), es otro de los elementos que ha sido rehabilitado -al 80%, según Campuzano-. El instrumento pertenece al año 1892 y llevaba más de sesenta años sin tocarse. «Cuando se iniciaron las obras, hubo que desmontarlo a toda velocidad y ha permanecido almacenado, lo que ha afectado a los materiales, aunque es un órgano robusto y potente». Campuzano espera haber recuperado el órgano en su totalidad de cara al verano. Ayer, sábado, la organista de Zaragoza Esther Ciudad ofreció un concierto en directo.
Es uno de los usos que le quieren dar al edificio. «Además de las visitas guiadas, pretendemos que sea un espacio abierto en el que poder celebrar eventos culturales o de otra índole», relata Hijosa, que no descarta que se emplee incluso para la celebración de bodas. Lo importante es mantener la actividad en la antigua Universidad Pontificia, una infraestructura de 16.000 metros cuadrados a la que de momento no se le ha dado tanta utilidad.
El arquitecto Alberto Alonso señalaba que se había ejecutado la parte más dura de la rehabilitación. Falta la parte oeste del edificio. «Estamos trabajando en la redacción de los pliegos para sacar la obra a licitación», confirmó Hijosa. Antes, es necesario encontrar financiación. En este sentido, «estamos barajando varias opciones», dijo la directora general. Ahora toca disfrutar de la grandeza de este legado que habla sobre las raíces de la villa modernista, donde se concentró tanta belleza en el siglo XIX, que ha llegado hasta hoy.
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