Una multitudinaria Feria de la Alubia vuelve a sacar pecho por la tradición
Miles de personas se han dado cita este domingo en Casar de Periedo, cuyas estrechas calles se han llenado de puestos con una extensísima oferta de productos y actividades en torno a lo rural
En la Feria de la Alubia y la Hortaliza de Casar de Periedo la gente se encuentra. «Hombre qué tal», se dicen unos a otros. « ... Pues aquí, a pasar el domingo». De fondo, olor a bollo preñao, a almendras dulces y a queso curado. Mientras, un hombre talla la madera con un martillo y a la espalda del martillo, las panderetas, el pito y el tambor. Es la esencia de la feria, recordar y poner en valor la tradición y este año lo han vuelto a hacer en la pedanía de Cabezón de la Sal, con miles de personas y un sol que nadie pronosticó caminando con la gente por las calles. Doscientos puestos y todo tipo de actividades en torno a lo rural y como galardonado estrella, el actor Jorge Sanz, que se ha sentido agradecido y colmado de cariño, con un público entregado alrededor del primer madrileño nombrado Alubiero Mayor.
La oferta otra vez este año ha sido inconmensurable. Había de todo en Casar. Comida, bisutería y producto cántabro a raudales. Entre tanto, una tentación que ha sido un triunfo: Pulga, chorizo a la brasa y vino por 3 euros, decía un cartel. Detrás de la barra, repartía a diestro y siniestro bocadillos de chorizo Nieves Gutiérrez, del pueblo. «Hay que seguir con las tradiciones», decía con la brasa casi a cuestas. «Mira, a la gente le encanta venir y ver, por ejemplo, esa plancha de hierro antigua que hay ahí -y señalaba una plancha de hierro antigua sobre una balda-, que funcionaba con las ascuas de las lumbres». «Es importante que los jóvenes sepan cómo se trabajaba y se vivía, porque llegar hasta aquí ha costado mucho esfuerzo».
Eran las doce y ocho minutos y la plaza ya estaba a reventar. Costaba avanzar entre los puestos. En medio del gentío, un cerdo colgado y las 'mujerucas' preparando la masa para el borono. Ahí estaba Aurora González, otra de toda la vida. «¿Le puedo hacer una pregunta?» «Espera nena, que voy a coger el mandil 'pa' limpiarme las manos». De poco sirvió, porque al momento Aurora cargó con una costilla de cerdo y la estampó, con arrojo, contra una cazuela. «Voy a adobarla como antiguamente», explicaba. «Se dejaban colgadas en las cocinas durante dos días para que curaran un poco y luego las metían en aceite o en grasa para conservarlas todo el año». Y la mujer venga a echarle pimentón a la costilla con las manos engrasadas. «Yo aprendí con mi abuela y luego con mis tías y la feria sirve para que la gente lo vea, porque hay personas que no saben ni lo que es un cerdo o una vaca», comentaba Aurora.
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En torno a ella, todo expectación. «Mira, así se hacía antes», decía la gente que observaba maravillada alrededor. Este domingo parecía que tenía razón Jorge Sanz cuando dijo que las personas quieren volver a los pueblos a cocinar lento. Si uno va a la Feria de la Alubia piensa eso entre puestos con alubias de Casar y mermeladas. Que por cierto, a mediodía ya alubias quedaban pocas. A María José Terán ya solo le quedaban las pintas, a 16 euros el kilo. «Aquí la gente vive hasta los cien años, así que algo tendrá la alubia», confirmaba la mujer, en la segunda jornada de venta, «porque ayer (por el sábado) también vendí muchas».
En frente, también con las alubias de Casar estaba Javier Rodríguez, a 15 euros el kilo. «Hacemos el cultivo tradicional con el maíz, de manera que la alubia madura cuando llega su momento y no se quema con el sol». Eso sí, «el proceso lleva muchísimo trabajo, porque tienes que coger las cañas una por una a medida que van madurando». Todo esto, «hay un porcentaje de gente que lo valora, pero tampoco todo el mundo puede permitirse pagar este dinero por un kilo de alubias». Con todo, al hombre no le ha ido mal. Calcula que en total de salida a unos doscientos kilos de la legumbre estrella. «Para mí, aportar esto -dice refiriéndose a la feria- a la tradición y la cultura de Cantabria es una gran satisfacción».
Y así transcurre la jornada, a ratos con sol y a otros ratos con sombra. Los que no habían cogido el ticket para el cocido a las doce, ya se quedaron sin él. Al mediodía se han repartido las dos mil raciones del manjar entre los asistentes que 'andaron' listos. El resto se deleitó con lo que compró entre tantos puestos. «El día puede cambiar, pero de momento este Gobierno nos ha regalado una mañana de sol», ha dicho con guasa Jorge Sanz. De momento, el cielo aguanta y los paladares también.
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