Semáforos marítimos en mitad de la capital
Santander solo conserva uno de los dos antiguos mástiles, pero sin identificar, ante la Escuela de Náutica
Violeta Santiago
Lunes, 19 de septiembre 2016, 13:29
Santander fue la única ciudad española que contó con dos semáforos marítimos cuando estas instalaciones prestaban un gran servicio a las navieras porque servían para comunicar a los buques que pasaban cerca del litoral con sus sedes en cualquier parte del mundo, gracias a un sistema de señales con banderas y un telégrafo. Hoy apenas quedan restos de aquellas instalaciones en Cantabria. El torrelaveguense Miguel Ángel Noriega, que ha realizado una investigación sobre todos los semáforos que hubo en España, ha documentado que solo se mantiene el mástil que formó parte del semáforo de Cueto, instalado en los jardines del entorno de la Escuela Superior de Náutica, en Gamazo, «pero sin una sola alusión sobre su procedencia a pesar de que sería interesante para que la gente que pasa por el lugar conociera lo que eran».
Noriega es geógrafo e historiador y trabaja actualmente en el área de Medio Ambiente en Tenerife, desde donde ha rastreado la localización de todas estas instalaciones y lamenta que hayan caído casi por completo en el olvido. «Es una página de la historia que se cerró» porque son pocos los ciudadanos que conocen a día de hoy lo que era una infraestructura de este tipo.
Los semáforos marítimos «tuvieron su momento protagonista desde finales del siglo XIX hasta los años 60-70 del siglo XX, una vez que el teléfono se popularizó ya no fueron necesarios y, o bien desaparecieron, o bien fueron reconvertidos», detalla. España llegó a tener más de una docena (todos dependientes del Ministerio de Defensa), una cifra muy alejada de los más de 127 que funcionaron en Francia, por citar el ejemplo de un país vecino.
Santander contó con dos. En septiembre de 1874, entró en servicio el primero -que fue el segundo de todo el territorio nacional, solo por detrás del de Tarifa (Cádiz)-. Noriega explica que se le buscó emplazamiento en la entrada a la bahía, para dominarla en un extremo de la Península de la Magdalena, que eran terrenos militares en aquella época. Se ubicó en el solar en donde estaban los restos del Castillo de Hano, situado en el cabo del mismo nombre (término de origen pagano).
La ubicación elegida era estratégica, ya que desde allí se tenía «una formidable panorámica hacia el mar, se llegaba a ver el Cuartel de María Cristina en donde estaba situada la Atalaya desde donde se daba aviso a Capitanía del Puerto y la Comandancia de Marina de la llegada de buques», cuenta Noriega. El cuartel hoy ya tampoco existe, pero cerca del parque María Cristina queda en el callejero santanderino la referencia a la Atalaya con la cuesta que lleva este nombre.
Según el investigador, el edificio que se levantó en la península de La Magdalena estaba pintado a rayas negras y blancas y contaba con varias salas: unas estaban destinadas al trabajo y otras formaban parte de la residencia del funcionario del cuerpo de telégrafos que estaba al frente. En el exterior se disponía de un conjunto de mástil, cruceta, verga, drizas y jarcias, indispensables para efectuar la comunicación con señales de banderas con los buques.
De este semáforo, que funcionó algo menos de 25 años, se ha perdido todo rastro. Tras un tiempo fue reemplazado por otro que se ubicó en Cueto, en el edificio que hoy ocupa la sede de la delegación autonómica de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
El investigador cántabro relata que en pleno conflicto hispano-estadounidense, en batalla por las españolas islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, se vio la necesidad de contar con otro semáforo más en un punto distinto de la costa. Se eligió para instalarlo un punto a unos 120 metros tierra adentro de los acantilados de Cueto, entre el Faro de Cabo Mayor y La Maruca, a poca distancia del Puente del Diablo. El nuevo entró en servicio en julio del año 1899 y continuó en activo hasta finales de los años 60. Es decir, estuvo activo alrededor de seis décadas.
Incidencias
En general, entre los cometidos de los semaforistas (que formaban parte del Cuerpo de Suboficiales de la Armada) estaban, además del avistamiento de navíos y la comunicación con estos y la Comandancia, dar aviso de cualquier incidencia que se produjera a su vista así como la observación periódica (varias veces al día) de la mar y la meteorología. Noriega explica que, así, se tienen referencias, según la prensa de la época, de los partes que se emitían desde esta estación, al igual que hacían las otras situadas por el litoral español, información que se pasaba al Real Instituto y Observatorio de la Armada de San Fernando, que estaba en la provincia de Cádiz.
También se usaban para mandar informaciones de contingencias de los buques a sus propias oficinas, comunicaciones por las cuales tenían que pagar unas tarifas determinada. Las realizaban, en este caso, a partir del código internacional de señales con banderas, un lenguaje que había que aprender previamente para poder interpretarlo.
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