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En la barra exterior del bar restaurante Marucho, en la calle Tetuán, tomaban este viernes al mediodía el blanco algunos clientes habituales de este emblemático ... establecimiento fundado hace 90 años. La temperatura era buena y se les oía charlar animados. A escasas horas del cierre obligado del interior de bares y restaurantes, respondieron a preguntas de este periódico. «Nos cierran nuestros establecimientos de siempre y a los jubilados sólo nos queda pasear y pasear por el muelle», decían unos. Otros se mostraban comprensivos: «Lo echaremos de menos, pero es lógico para evitar contagios», decían.
Esto ocurría fuera, pero el ánimo dentro del local era muy diferente. Eran las dos de la tarde y no había presencia de clientela; únicamente se veía a un grupo de proveedores de marisco, que esperaba vender algo. «Los afectados van en cadena. Somos nosotros, nuestros proveedores y los empleados, que están casi más tristes que nosotros mismos», comentó Elías Saiz, quien junto su esposa, Maite Rodríguez, son los propietarios de este negocio y de la Flor de Tetuán, situado en la misma acera unos metros más arriba. «A mí me cierran, yo no cierro, que es distinto», indica Saiz. «Nos vamos en contra de nuestra voluntad. Nosotros queremos seguir trabajando para salir adelante e ir pagando los gastos que se generan y que cada vez son más. Con los ahorros compramos un piso que ahora nos gustaría vender para poder tapar agujeros, pero ¿quién compra algo ahora? Me río yo de la crisis del ladrillo; esto es mucho peor», asegura el propietario.
El local estaba sin comensales, aunque todas las mesas estaban listas para intentar dar salida a cuantos más productos mejor. Bogavantes, pescados del día, almejas... «A la gente, si le metes miedo no acude. Esta noche tenemos una reserva y poco más que surja», apuntó Elías. Por fin, llegaron dos clientes que se acomodaron en una de las mesas protegida por dos grandes mamparas que les aislaban del resto del ambiente y delimitaban la distancia social. «Esa es otra. El gran gasto que hemos hecho los hosteleros para adaptarnos a los protocolos sanitarios: mamparas de 400 euros, dispensadores de gel, mascarillas... Hemos cumplido con todo lo que nos han pedido y esto ha supuesto una inversión extra para ahora no poder trabajar. No tiene sentido», se lamentó Saiz.
«Nos cierran a los hosteleros sin haber recibido ni una sola ayuda y como si fuéramos culpables de los contagios. Si así fuera, yo estaría contagiado y los camareros también, pero sólo puntualmente se han producido contagios en el sector», destacó el hostelero. «Parece que tienen inquina a la hostelería. Me lo tomo a lo personal, no entiendo por qué van contra nuestro sector», concluyó.
A las doce de la noche el Marucho echó el cierre temporalmente y bajó la persiana con lágrimas en los ojos deI personal, una plantilla de once trabajadores entre cocina, camareros y limpieza. Cada uno de ellos teme por su futuro. «Es muy triste y no nos consuela nada, ni pensar que en Navidad se vaya a abrir. Sólo queremos que nos dejen trabajar. Si tenemos que ayudar a la sanidad, lo hacemos, pero que no nos hagan sentir que la hostelería somos los culpables», pidió Maite Saiz de la Fuente, encargada de sala.
La falta de previsión ha sido una de las dificultades con las que se ha encontrado este negocio, que el mismo miércoles cerró ante la confusión del anuncio de la medida, para después el jueves volver a abrir. «Está siendo una locura de trabajo y al ser menos personal, nos echamos a las espaldas todas las labores, ya sea cargar peso, cajas, limpieza, atender mesas... Hacemos de todo», indicó Maite Rodríguez, que acababa de llegar de atender una mesa en La Flor de Tetuán, donde sí hay terraza, por lo que el negocio se mantendrá abierto. «Nos obligan a abrir la terraza, que con el frío de noviembre no habrá mucha clientela. En cualquier caso, quiero ser positiva. Hay que intentarlo. Vamos a tener toda la carta del Marucho en La Flor de Tetuán. Tenemos que seguir luchando», señaló Maite.
Entre el Marucho y La Flor de Tetuán han llegado a ser 25 en plantilla. El Marucho tiene una renta mensual de 5.000 euros y unos impuestos fijos de luz y agua estando cerrado de 1.500 euros, según anotó su propietario, además de la Seguridad Social de cada trabajador y las cuotas de autónomos. «Si me obligan a cerrar, no nos quedará más remedio, pero yo no puedo pagar los gastos sin facturar», advirtió Elías y explicó que la exención de los impuestos es la reclamación del sector al Gobierno regional.
«Seguimos sin ayudas de ningún tipo, y respecto a los 500 euros anunciados, es para reírse de nosotros. El presidente es economista y debería entender que esa cantidad es una broma», se quejó Maite.
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