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Quique fue el primero en mandar un mensaje. Fue a uno de esos grupos de 'WhatsApp' que todos tenemos, básicamente, para tocarnos las narices los unos a los otros, poner chistes malos y memes y reírse del Madrid o del Barça según toque. Como le habíamos estado poniendo verde por no venir al concierto pensamos que era eso, tocar las narices. «Se suspende Guetta». Hora: 23.33.

Después de picar algo por la Cañía habíamos entrado en el recinto sin colas ni esperas a eso de las diez y cuarto. Estaba pinchando Deepend, en teoría el segundo en el programa. Según ví por las redes sociales, la organización ya había avisado de un cambio en el orden porque Sylvain Armand (el que en principio abría) había sufrido «un leve retraso en su vuelo de conexión». Por lo visto, no fue un buen día para volar… A nosotros –que la verdad es que no estamos muy puestos en este tipo de música- nos daba un poco igual. Andábamos moviendo los brazos como sustitutivo de los botes que hubiéramos dado hace algunos años. Un viaje en el tiempo. Dos rondas en la barra, una visita a los baños… Todo correcto. Todo bien. Y no dejábamos de repetirnos que «menudo ambientazo». Por ahí decían que Guetta, nada más terminar, se iba al aeropuerto porque tenía que estar en Ibiza. Ni idea. Pero nos hicimos a la idea de que empezaría puntual. Por eso, de cuando en cuando, como si fuera una cuenta atrás, alguno del grupo soltaba un grito-cronómetro. «Queda media hora», «veinte minutos», «diez y empieza»… Era soltar eso y ponernos a bailar. Esas cosas que uno hace cuando está metido en faena.

Y así llegaron las once y media y el mensaje de Quique. «Se suspende Guetta». Los que andábamos por allí no le dimos demasiada importancia y, encadenadas, llegaron las respuestas: «Tú sí que has suspendido», «Muy deficiente tienes»… A las 23.40, Quique se puso serio: «Confirmado. Se suspende. No es coña». Cuando nos respondió a los insultos con un «¿te apuestas algo?» empezamos a preocuparnos porque este amigo mío es de bolsillo difícil. Los cinco que estábamos juntos en ese momento empezamos a tirar de redes sociales y el número de mensajes que hablaba del asunto iba en aumento. Primero, algunos usuarios. Después, los medios (la Ser, El Diario Montañés…). Pero allí, en la campa, nadie decía nada e, incluso, pocos minutos antes Armand había preguntado en inglés si estábamos listos para David Guetta entre bote y bote.

Las 23.45, las 23.50, las 00.00… La noticia estaba extendida, pero (especialmente entre la chavalería) se hizo fuerte la tendencia de negarse a aceptar la realidad. Hasta el punto de que una chica que teníamos al lado se enfadó cuando le enseñamos los mensajes. «No puede ser». Eran corrillos de gente bailando y corrillos de gente mirando los móviles. Eran rumores. Que si le han visto por el aeropuerto de Santander y se ha dado la vuelta, que si está en Moscú, que si no quiere salir al escenario pero está… Y ahí empezaron a llegar los otros mensajes de mis amigos. «Sal por la playa, que habrá muertos», «Sal corriendo, que va a haber leches», «Van a echar eso abajo», «Se va a liar gordísima», «Alguno duerme con los leones marinos»… En ese plan. Pero en la campa nadie decía nada y seguía pinchando el que estaba. No se movía nadie.

Lo mejor desde este momento es un relato cronológico. A las 00.10 se escucharon los primeros silbidos, confundidos entre el chumba-chumba, pom pom. Y, para colmo, se puso a llover. A las 00.20 sonaron gritos de «fuera, fuera» y exactamente (por mi reloj) a las 00.25 salió David Guetta en un vídeo que se interrumpió para escuchar el anuncio de la organización. Una voz femenina. Lo que dijo está en todas las crónicas, lo mismo que el contenido del vídeo de Guetta que volvieron a poner justo después.

Francamente, pensé que iba a armarse la mundial. Que los mensajes de mis amigos iban a dar en el clavo. Pero para lo que pudo ser… Sí, gritos de «manos arriba…», gente con las entradas y mano en alto y un cabreo curioso. Pero miles de personas se marcharon de allí tranquilamente. Echando pestes, pero sin alborotos, mientras empezaba la sesión de un Wally López que supongo que haya tenido noches mejores. Una marea humana salió poco a poco junto al Magdaleno, bajo la mirada de un buen puñado de Policías Nacionales que (en el tiempo que yo fui testigo) no tuvieron que intervenir. Y por Reina Victoria, esa marea cabreada, quejosa y decepcionada, iba lanzando maldiciones por lo bajini. Como el día de Enrique Iglesias cuando se marchó sin despedirse (y sin cantar) o como los que escucharon el 'Despacito' de Luis Fonsi sin haber podido entrar al concierto. O los del Delirium (allí, según se contó, hubo saqueos). O los que estuvieron viendo la mala noche de Amaia Montero. O aquella vez, hace ya muchos años, que la Jurado decidió no actuar en una discoteca cántabra porque no tenía claro que le fueran a pagar el bolo… Aquí hay para un buen puñado de historias.

Yo llegué a casa y metí las dos entradas que le regalé a Lorena en un cajón. Por si acaso. A ver qué pasa. Luego seguí leyendo los mensajes de mis amigos…

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