Tras los pasos de Santiago
El Centro Gallego recorre las calles del centro con el apóstol
El Centro Gallego de Santander volvió a volcarse este año en la organización de la tradicional procesión del apóstol Santiago, que este viernes recorrió el ... centro de la ciudad. El cortejo partió con cierto retraso desde la sede de la entidad, en Peña Herbosa, y avanzó por varias calles hasta llegar a la iglesia de Santa Lucía. La imagen del Santo, portada sobre andas, avanzó acompañada por gaitas, viandantes que se unían al paso y móviles que captaban cada instante. Entre los presentes, los típicos pañuelos azules de la Semana Grande. Fue un recorrido con ambiente festivo y tranquilo de un grupo que, sin grandes multitudes, crecía a cada paso.
En un día festivo y con toda la celebración de estos días a la espalda, la ciudad andaba como desperezándose. Pasadas las once comenzaron a posicionarse los participantes en la procesión, justo cuando unas primeras gotas de lluvia decidieron sumarse a la comitiva. Mientras algunos abrían paraguas y otros buscaban refugio bajo los balcones de la calle, alguno decidió tomárselo con humor: «¡Esto es lo que mola, esto es lo que mola!». La escena resume el ambiente de risas y paciencia que marcó el arranque de la marcha, mientras los músicos de uno de los grupos debatían qué pieza abriría el recorrido.
La procesión, acompañada por música, finalizó con una misa y la ofrenda en la iglesia de Santa Lucía
La Unión Musical La Galerna, de Santander, fue la primera en arrancar. Lo hicieron con la pieza 'Piedad' y marcando el paso del trayecto con sus uniformes blancos y negros. Y claro, también con el característico pañuelo azul. El recorrido avanzó por Casimiro Sainz, Hernán Cortés y Daoiz y Velarde hasta llegar a la iglesia. En Hernán Cortés se unió al desfile el grupo folclórico Airiños da Terra, procedente de Lugo. Con ellos caminaba la alcaldesa de Santander, Gema Igual, junto a miembros del Centro Gallego y representantes institucionales. Ambas agrupaciones (La Galerna y Airiños) continuaron simultáneamente, cada una con su repertorio, mientras la Policía escoltaba y abría el paso desde un coche patrulla y agentes a pie regulaban los cruces.
El público, al principio disperso, fue creciendo a medida que avanzaba la procesión. Padres con niños, jóvenes, mayores, turistas... La estampa del Santo y el sonido de los intrumentos llamaban la atención de quienes, por casualidad, andaban por el centro a esas horas. O de los trabajadores de los negocios, que salían a la puerta de los locales.
En eso siempre es curioso fijarse en los turistas. Se detenían a observar el paso de las agrupaciones y preguntaban a qué se debía la celebración. «¿Y esto?». Los más lanzados se sumaban tímidamente al final de los grupos musicales. Lo que más les llamaba la atención de entre los participantes más jóvenes era la niña que encabezaba a Airiños da Terra, justo detrás de la portadora del estandarte, ejemplificando la transmisión del folclore gallego entre generaciones. Una buena tarjeta de visita.
«Es bonito ver cómo se mantiene esta tradición cada año», contaba Luis Aranda. «Venía solo, pero, al final, terminas caminando con todo el mundo», comentaba durante la marcha. Y así, entre piezas tradicionales de los grupos de música y conversaciones durante el paseo, hasta el final del recorrido.
Recibimiento en la iglesia
Ya en el exterior de la iglesia de Santa Lucía, junto a la plaza Cañadío, otro grupo de personas esperaba para sumarse con sonrisas y teléfonos grabando para llevarse un recuerdo. A la entrada, la imagen del Apóstol tuvo una cálida bienvenida. Luego, la misa. Con la clásica ofrenda al apostol y aderezada igualmente con música y tradición. La mañana siguió, además, con actuaciones en Cañadío en una jornada festiva que incluyó uno de los días de mayor programación de la Semana Grande.
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