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En la cafetería del Seve Ballesteros no sabían muy bien lo que les iba a venir, pero estaban preparados para todo, con una montaña de ... 2.000 bocadillos y más de veinte barriles de cerveza. «Esto es algo que no hemos visto nunca», reconocía una empleada. «A ver cómo vienen». ¡Ay, la mala fama de los hinchas ingleses!
En un día normal, el aeropuerto cierra a las once y media de la noche, y empieza a espabilarse sobre las cinco y media de la mañana, para atender el primer vuelo del día, una hora después. Este jueves, en cambio, el personal trabaja de empalmada. Ése era también el plan de Francisco Molleda, listo para venderles toda su tienda a los seguidores del Manchester. «Esperamos trabajar bien, porque esto es algo novedoso para todos, nunca ha ocurrido algo así». Además de llenar las estanterías de productos ha encargado unos imanes especiales de San Mamés para que se los lleven de recuerdo.
Policías y guardias civiles esperaban la llegada de los primeros autobuses tomando café. En teoría, todo estaba tan bien organizado como a la llegada: más o menos son tres autobuses por cada avión, con once vuelos chárter y unos 2.000 pasajeros, identificados con la correspondiente pulserita de color. Un control de pasaportes con puntos de atención multiplicados agilizaba todo ese imprescindible trámite. Tal y como estaba planificado, el primero debería despegar a la una y media de la mañana y así, uno tras otro, hasta terminar con un vuelo a las once. Si todo hubiese salido perfecto, con las llegadas de los autobuses escalonadas, se habrían ido llenando los vuelos sin apelotonamientos en la zona de embarque, pero, claro, siempre hay uno con pulsera blanca que se mete en el autobús de las pulseras verdes o de las amarillas, y a partir de ahí todas las combinaciones posibles. Y en esta ocasión el avión, en vez de marcharse, tenía que esperar a todo su pasaje, con lo que el primero no salió de Santander hasta pasadas las dos y media, y el aeropuerto vivió una animación nocturna inédita en toda su historia.
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¿Cómo serían estos ingleses? Hubo que esperar a que llegaran unos cuantos autobuses para comprobarlo. Los tres primeros no servían: eran los de los VIP, recogidos a la puerta de San Mamés y trasladados rápidamente para coger el vuelo sin detenerse. Corría el rumor de que en ese primer avión podrían montarse Bale o/y Ferguson. No aparecieron por ahí, aunque, por lo visto, cabe la posibilidad de que, como buenos VIP, entraran directamente hasta la pista. Quien sí se dejó ver -y aquí hay que dar las gracias a un amable empleado de AENA entendido en temas de fútbol, que lo reconoció-, fue su seleccionador nacional, Thomas Tuchel. La verdad es que no se apreció mucha diferencia entre estos viajeros distinguidos y el resto; quizás mayor porcentaje de mujeres.
Volvemos a lo de los aficionados de a pie. Para curarse en salud y evitar follones se separó a los seguidores de los dos equipos, así que a los del Tottenham se los llevaron desde Vitoria y los del Manchester parten del Seve Ballesteros. A saber cómo era el ambiente entre los que ganaron; desde luego, aquí era pura derrota: y no tanto por el resultado del partido como por la paliza que llevaban encima. Derrengados, entraban bostezando a la terminal, y algunos más colorados que la camiseta del equipo. ¿Borrachos? ¿Folloneros? Nada de eso: casi terminaron con las reservas de Aquarius y agua, y sólo los más irreductibles continuaban con su dieta de cerveza. Después de llenar las mesas de la cafetería, a la espera de que llegara su turno para subir al avión, se desparramaban por todo el aeropuerto, y muchos encontraron postura para echar un sueñecito. Entre ellos, algunos hicieron alarde de economía de equipaje: viajaron a España con un pantalón corto y una camiseta.
Si en vez de estar tan suaves hubiesen llegado bravos, también estaba todo preparado: nunca se han visto tantos uniformes por el Seve, con medio centenar de guardias civiles, 25 policías nacionales, agentes de la Policía Local de Camargo, seguridad del propio aeropuerto… Si se les suma toda la gente que estaba atendiendo a pasajeros y aviones, no ha habido menos de 130 personas trabajando en la noche más movida que se recuerda.
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