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Hubo un momento, durante la misa, en el que el obispo miró al horizonte, concentrado. Como si reflexionara sobre el espectáculo que tenía justo en ... frente. Porque el punto desde el que Arturo Ros ofició la eucaristía, la entrada de la ermita, con la Virgen a su lado mirando hacia el mismo sitio, es un balcón a la gloria (terrenal o divina, eso ya cada cual). En primer plano, la campa de la isla, abarrotada de devotos. Detrás, la playa, con un par de atrevidos dándose un baño. Y al fondo, los verdes prados de San Román, con Ciriego como un vecino eterno y discreto. Pero es que, al lado, girando la cabeza a la izquierda, estaba el Cantábrico con ese choque de curvas de roca que hasta la Unesco ha tenido que reconocer como único. Incluso, como para recordar a todos que la imagen es la de la patrona de Santander, desde donde miraba Ros se veían las azoteas de los edificios más altos de la ciudad. Hay muchas formas de escribir la crónica de la celebración de la Virgen del Mar. Pero esa vista es un buen resumen.
Según la Policía Local –y eso que es difícil porque la gente va llegando, está dispersa...–, hasta 4.000 personas asistieron a las celebraciones. A las diez de la mañana ya había un trajín curioso en la zona del aparcamiento. Vallas, agentes… «Tiene otro parking más arriba, a cien metros». En el coche venía una familia con la bolsa de la comida y sillas plegables. Muy típico de una jornada que este lunes estuvo favorecida por el sol.
Después de la misa a primera hora tocó seguir la procesión. Desde la parroquia de San Román hasta la ermita. Aquí se han vivido escenas curiosas para la actualidad política. Porque varias veces la fiesta ha caído justo después de una noche electoral con cambio de Gobierno. Y por aquí andaban vencedores y vencidos. A Miguel Ángel Revilla, por ejemplo, le tocó procesionar en los dos papeles. Cuando cogió el relevo de Ignacio Diego y cuando tuvo que entregar el testigo a Sáenz de Buruaga. Pero esas cosas este lunes sólo fueron historias. Este año (aunque hubo muchos políticos), la Virgen y los devotos no cedieron tanto protagonismo.
En la marcha, pañuelos azul claro y alguna camiseta del Racing (que no vendrá mal una ayuda para el jueves). Sonido de trompeta con el himno de España y aplausos para arrancar. En el recorrido, paradas, rezos y relevos para llevar la imagen sobre los hombros. Por delante de la Virgen, representantes de las diferentes cofradías de Santander con sus estandartes. A su lado, remos escoltando. Y al frente de toda la comitiva, una cruz de madera y una gran bandera de Santander. Puede que uno de los momentos más emotivos del paseo se viviera ante la entrada de Ciriego. El obispo tomó la palabra y rezó por el eterno descanso de los difuntos con la patrona girada para mirar de frente el cementerio. Allí ya había numeroso público y se hicieron sonar las campanas del camposanto.
Ya a punto de dar las doce, la cabeza de la procesión llegó a la altura de los puestos del mercadillo. El viento, agitando con fuerza los banderines, hizo que la estampa del paso de la Virgen por el puente fuese muy llamativa. Organizar todo esto tiene su miga. Abrir paso entre la multitud, cuatro chavalotes para subir a la Virgen por las escaleras y ponerla en su sitio, el coro, los músicos, los sacerdotes que acompañan al obispo... Y los sitios reservados para las autoridades. Estaba la Corporación municipal entera (con los concejales de todos los partidos) encabezados por la alcaldesa, Gema Igual. También la presidenta del Parlamento, María José González Revuelta, y, en representación del Gobierno (la presidenta María José Sáenz de Buruaga no estuvo), los consejeros Isabel Urrutia y Roberto Media. Diputados, senadores... También, entre otros, los primeros espadas del PRC (Revilla y Paula Fernández) y de Vox (Leticia Díaz). Y del PSOE, en ausencia de Pedro Casares y más allá de su representación municipal, se dejaron ver durante la mañana Ainoa Quiñones o Agustín Molleda, entre otros.
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«Muchas felicidades, ¿se oye bien desde allí detrás?», dijo el obispo al empezar la celebración. Ros se centró en la figura de la madre durante la homilía. «La Virgen del Mar es tu madre y quiere para sus hijos y sus hijas lo mejor». Luego, en las peticiones, entre otras cosas, se pidió «por los hogares de nuestro barrio de San Román y nuestra ciudad de Santander».
Ante una campa abarrotada, los políticos se dieron la paz (como no hay tantas ocasiones de verlo siempre está bien destacarlo) antes de que varios sacerdotes se distribuyeran entre la multitud para repartir la comunión. Cada uno, bajo un paraguas, para poder ser localizados entre el gentío.
Hubo niños recibiendo la primera comunión y hasta un guiño final del obispo. Tras agradecer el trabajo de todos y pedir un aplauso para los responsables del sonido quiso «comprobar algo». Si de verdad se escuchaba y si, más allá de la pasión por «ser cántabros», había pasión por la patrona. «¡Viva la Virgen del Mar!», gritó en busca de respuesta. Y no le pareció muy fuerte a la primera, porque acabó diciéndolo varias veces.
«Venga, a la paella», empezaron a repetir por la campa. «Pues hace años que no veía tanto follón», decía una señora. Mucha, mucha gente y un día precioso.
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