La Escuela Gimbernat, dos décadas de manos que curan
Antiguos alumnos comparten cómo el centro marcó sus vidas y su forma de entender la fisioterapia
Cuando Alejandro Gómez entró por primera vez al edificio de la Escuela Gimbernat, todavía no tenía del todo claro a qué quería dedicarse. Acababa ... de cumplir 18 años, venía de Reinosa y Torrelavega le era una ciudad desconocida. «Pensaba que sería como cualquier otra universidad, pero me encontré con un sitio pequeño, muy familiar, donde desde el primer día sentí que me conocían por mi nombre», recuerda ahora, trece años después, con una consulta privada en funcionamiento y pacientes que llegan por recomendación.
Como él, cientos de alumnos han pasado en los últimos veinte años por el grado de Fisioterapia que la Escuela Universitaria Gimbernat imparte en Torrelavega desde 2005. Lo que empezó como un proyecto modesto, en aulas prestadas por la antigua Escuela de Minas, es hoy uno de los centros sanitarios universitarios de referencia en el norte del país. Junto al Hospital Sierrallana, la escuela ha crecido hasta contar con dos grados y diferentes másteres, y ha formado a más de mil profesionales que ejercen tanto en el sistema público como en el ámbito privado, dentro y fuera de España.
«Yo fui de las primeras promociones», cuenta Miriam San Emeterio, que hoy trabaja en una residencia geriátrica en Gijón. «Éramos pocos, había mucho por hacer, pero todos remábamos a una. Teníamos profesores brillantes y un enfoque muy práctico. En segundo curso ya estábamos haciendo prácticas, y eso te daba una perspectiva que no te dan todos los grados. Aquí aprendías tocando, observando y escuchando».
Ese enfoque aplicado, centrado en el paciente y con un fuerte componente ético, es uno de los elementos más destacados por quienes pasaron por sus aulas. «Siempre nos decían que las manos de un fisio curan, pero que lo importante era entender por qué haces lo que haces. No era solo técnica, era humanidad», resalta Pablo Gutiérrez, fisioterapeuta deportivo en una clínica de Santander.
El impacto de la Escuela Gimbernat en la ciudad es innegable. La llegada del grado de Fisioterapia a Torrelavega supuso un hito educativo para la comarca del Besaya. Hasta entonces, los estudiantes cántabros interesados en esta formación tenían que desplazarse a Soria, Oviedo o Madrid. «Que existiera la opción de estudiar aquí, cerca de casa, fue clave para muchos», señala Laura Peña, que se graduó en 2012 y trabaja en Atención Primaria en la zona de Campoo. «Además, Torrelavega siempre nos hizo sentir parte del tejido de la ciudad. Hacíamos talleres, voluntariado, colaboraciones... No era solo estudiar y ya está».
Esa implicación también la destaca Teresa Muñoz, hoy especializada en fisioterapia pediátrica. «En tercero participé en un proyecto con niños con parálisis cerebral. Fue una experiencia que me marcó profundamente y que definió mi camino. Aprendí tanto de los profesores como de los propios pacientes», afirma.
Aunque muchas de las historias que nacieron en Gimbernat siguen desarrollándose en Cantabria, otras han volado lejos. Luis Ramírez trabaja en una clínica de rehabilitación en Lyon. «Cuando llegué aquí, me sorprendió que valoraran tanto nuestra formación. Me dijeron que los fisios españoles están muy bien considerados. Yo siempre menciono a Gimbernat con orgullo. Fue mi casa durante cuatro años y me dio herramientas que aún uso cada día, a parte de las especialidades que hayamos podido hacer después».
La calidad docente, la cercanía entre alumnos y profesorado, las prácticas clínicas desde los primeros cursos y el enfoque humano son, para la mayoría de exalumnos, los pilares sobre los que se sostiene la reputación del centro. Pero también hay algo menos tangible que todos destacan: el ambiente. «Había compañerismo real», indica Pablo Gutiérrez al respecto. «La escuela no era solo un sitio donde estudiar, era un lugar donde nos sentíamos vistos. Los profesores conocían nuestras inquietudes y se implicaban más allá de lo académico. Eso te marca».
Este año, con motivo del 50 aniversario de las Escuelas Universitarias Gimbernat y los 20 años del campus de Torrelavega, se ha celebrado un acto institucional en el que antiguos responsables académicos, profesores y autoridades públicas han destacado la importancia de la escuela para la ciudad y para el sistema universitario cántabro. Pero quizás el mejor resumen es el que dejó el consejero de Educación, Sergio Silva, en su intervención: «Me hace especial ilusión estar aquí porque mi fisioterapeuta estudió en esta universidad», confesó.
Para muchos, Gimbernat no fue solo el lugar donde aprendieron una profesión. Fue donde aprendieron a ser. Y eso, dos décadas después, sigue siendo, sin duda para muchos, su mejor carta de presentación.
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