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José Manuel Diego, profesor de la UC pero también reconocido investigador en Londres, Oxford, Cambridge y Texas.

"Vivimos una crisis emocional que se ha comido la pasión por las cosas"

José Manuel Diego, investigador de la UC e impulsor del proyecto educativo KIKS, sondea en los vericuetos del aprendizaje para entender el origen del éxito y el fracaso

José Carlos Rojo

Martes, 24 de mayo 2016, 09:54

«Todo el mundo sabe ya que el cerebro trabaja de manera similar cuando resuelve un problema matemático y cuando interpreta una pieza en el piano», cuenta José Manuel Diego, profesor de la UC, licenciado en Matemáticas por la Universidad de Londres, doctor por la Universidad de Cambridge, colaborador en Oxford y en el campus de San Antonio de Texas e impulsor internacional del proyecto KIKS, que trata de terminar con las barreras que separan en Educación Secundaria el estudio de las llamadas 'Steam': ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas.

¿Usted dice que en realidad esos muros son artificiales?

No hace mucho tiempo el conocimiento se concebía como algo mucho más unitario. Cualquier buen filósofo era al tiempo un buen matemático, un médico magnífico o un ingeniero. Ahora se da por sentado que la gente de matemáticas no tiene por qué saber redactar, o que un filólogo puede olvidar sin pudor las tablas de multiplicar...

¿Parece que el conocimiento se ha especializado tanto que es imposible saber de todo?

Para estudiar un doctorado de matemáticas en EEUU, por ejemplo, tienes que aprender Historia. Allí parece que lo entienden mejor.

A usted le interesa todo lo que está detrás del proceso de aprendizaje.

Me interesa cómo aprende la gente. Mi tesis trata de representar en un modelo matemático los factores que influyen en nuestro aprendizaje. Primero el contexto sociocultural, las características personales, las estrategias de aprendizaje, el producto de ese aprendizaje, y las respuestas emocionales que derivan de todo ello, como la satisfacción por el objetivo cumplido.

Todo está relacionado.

Se alimenta de abajo hacia arriba, en el orden mencionado. El problema aparece cuando los educadores confunden los términos.

¿A qué se refiere?

Una carrera académica requiere un esfuerzo, un sacrificio. Como seres vivos estamos diseñados para consumir el mínimo de energía, y estudiar exige un esfuerzo cognitivo que cuesta. Lo que no se puede es hacer creer a la gente que todo esto es fácil.

¿Seguro que usted es contrario a pasar de curso a los alumnos que suspenden cierto número de asignaturas?

El error está en pensar que alimentando esa última fase de la pirámide, la que tiene que ver con la autoestima, se resuelve el déficit de conocimiento, y no es así. Alimentando la autoestima no se resolverá el error de base que es la falta de conocimiento. Es como si alguien tiene una hernia discal y toma medicamentos para el dolor pero no se opera nunca.

¿Hacen falta mejores profesores?

Deben tener conocimientos pero también han de saber transmitirlos. Hace falta que tengan inteligencia emocional y con ello sepan conducir a sus alumnos hacia el éxito académico.

¿En eso consiste el proyecto KIKS?

Lo hemos puesto en marcha en varios países. Permite a los docentes de secundaria hacer conexiones entre áreas de conocimiento que se vienen estudiando por separado. Cada equipo que integra el plan desarrolla presentaciones sobre sus actividades y se las expone a los demás. Así se consigue ese efecto que da nombre al proyecto 'Kids Inspiring Kids for Steam' (Chicos que inspiran a chicos en el estudio de las Steam).

Esa arenga es quizá lo que más falta hace ahora...

Pero es porque vivimos una crisis social y emocional que se ha comido la pasión por las cosas. En otros países menos avanzados sus estudiantes parecen estar mucho más motivados. Nunca los alumnos han tenido tantas posibilidades: becas, ordenadores, información, ofertas de estudios... Pero parecen vivir todo con gran apatía. Parecen estar atrapados en una desmotivación continua.

Es el camino más fácil hacia el fracaso.

He estado en algunas de las universidades de relevancia internacional y solo vi un factor en común en la gente que trabajaba en ellas: querían crecer, triunfar, superarse, ser los mejores. Había mucha ambición en esa gente.

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