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Viejos mineros y descendientes del pueblo de Reocín recorrieron el año pasado lo que queda en pie de la mina.
Un museo para el pueblo sepultado

Un museo para el pueblo sepultado

Reocín da el primer paso para crear un centro de interpretación de la minería, con la incorporación de universitarios en la catalogación y análisis de documentos sobre el antiguo yacimiento de zinc y los barrios desaparecidos

Mariña Álvarez

Domingo, 24 de enero 2016, 13:08

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Parte de la memoria de Reocín está sepultada bajo tierra. Esa zanja descomunal y el lago que se ve desde el polígono del Besaya es paisaje inventado. De la auténtica capital del municipio, que ya solo los unos pocos pueden recordar, apenas quedan un puñado de casas diseminadas. Las tiendas, el ambiente que reunía a jóvenes de toda la comarca, la villa atractiva a la que antes se emigraba... Aquello nació y murió con la mina.

De los dos mil habitantes que llegó a tener a mediados del siglo pasado, quedan sesenta viviendo en las zonas altas. Los oriundos de Reocín, los viejos mineros y sus descendientes, ya no tienen pueblo. Viven en barrios adaptados en los alrededores o en otros municipios, en Ganzo, Valles, Quijas, Torres, Puente San Miguel o Torrelavega, en los que tuvieron que instalarse tras el primer hundimiento de la mina (1965), otros tras la expropiación de sus casas por la explotación a cielo abierto (1982) y el resto, tras el cierre definitivo del que fuera el mayor yacimiento de zinc de Europa (1857-2003). Desde entonces, esta comunidad reivindica sus raíces. Hace tiempo que sobrevuela la idea de crear un museo de la minería en Reocín, que recoja la memoria de todos aquellos que tuvieron la oportunidad de vivir en ese pueblo bullicioso y próspero que ya no existe. Y ya se ha dado un primer paso: el Ayuntamiento de Reocín ha firmado un convenio con la Universidad de Cantabria para que alumnos del Máster de Patrimonio Histórico y Territorial echen una mano. Las arcas municipales no dan para mucho, así que toca emprender ese proyecto a pasos lentos y con mucha imaginación.

Hace unos días comenzó a trabajar el primer alumno de este máster. Parte de cero y será él el que estrene la primera gran fase de análisis y catalogación de la documentación que exista sobre la Mina de Reocín. Tendrá que rastrear en el archivo municipal, centro que carece de funcionario y en el que hay un sinfín de documentos sin catalogar siquiera. También deberá sumergirse en el archivo de la empresa Azsa (Asturiana de Zinc) y en el Archivo Central de Cantabria. En cuanto otros alumnos manifiesten su interés por este proyecto, se incorporarán a esta labor.

No estarán solos. Cuentan con el apoyo del actual teniente de alcalde de Reocín, el geógrafo Mario Iglesias, que lleva años investigando el pasado minero de su municipio, ha publicado el estudio Evolución del espacio minero de Reocín, historia de un pueblo, y que ahora, tras las últimas elecciones municipales, ha llegado al gobierno local tras un pacto entre el PRC y el PSOE (él era el cabeza de lista del partido socialista). Hace un año, con motivo del cincuenta aniversario del hundimiento de 1965, este periódico realizó un documental multimedia en el que se repasó la historia de la mina y del propio Reocín, con imágenes históricas y testimonios de los supervivientes del suceso. Entonces, tanto los vecinos del desaparecido Reocín como el propio Mario Iglesias manifestaban su deseo de crear un museo que rescatara del olvido tanta memoria. Ahora, el teniente de alcalde explica que lo que ha comenzado esta semana es "un primer paso" para crear el Museo de la Minería, un objetivo que el año pasado era "una promesa electoral a medio-largo plazo" y que ahora parece que echa a andar.

Tras la fase de documentación, que calcula que se podría prolongar durante un año, llegará la parte peliaguda: "la búsqueda de financiación externa. El Ayuntamiento no dispone de ese dinero, pero lo queremos hacer lo más económico posible".

No lo ve una quimera. Antes de firmar el convenio con la Universidad de Cantabria visitó otros museos mineros acompañado del profesor del máster, Gerardo Cueto. "Fuimos al museo de la minería de Gallarta, al de Asturias y al de Barruelo de Santullán", cuenta. El asturiano les "encantó", pero tiene un 'pero': "haría falta demasiado dinero, que no tenemos", así que el modelo vasco podría ser una buena opción. Porque en Gallarta se aprovecha a los antiguos mineros como guías voluntarios del museo, un papel que en Reocín podrían desempeñar muchos de los que trabajaron en la mina y que ya manifestaron su interés por apoyar a cualquier iniciativa que se desarrollara.

En cuanto al futuro emplazamiento, hasta que no haya edificio no se descarta solicitar a Mare, actual propietaria de los terrenos, la cesión del local que queda en pie en el Pozo de Santa Amelia, donde se guardan intactos numerosos objetos y herramientas que se usaban en la explotación antes de que cerrara. "La idea sería crear ahí un pequeño museo provisional", cuenta Iglesias. Porque, aunque se va paso a paso, el tiempo apremia. "Necesitamos hacerlo pronto, si no muchos no llegarán a verlo".

En breve la Concejalía de Cultura organizará unas jornadas sobre la mina y el pueblo de Reocín, a cargo del escritor Manuel Bartolomé, en las que se dará a conocer el proyecto y en las que esperan volver a reunir a los 'expatriados' de Reocín.

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