Borrar

Despedida de la verdadera Paula García en Langre

CANTABRIA EN TV ·

Sentimientos encontrados entre la audiencia ante la emisión del episodio final de la serie 'La Verdad' en Telecinco

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Jueves, 27 de diciembre 2018, 19:59

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Es un hecho. Todos -o muchos- ya sabemos «la verdad», esa que hace honor al nombre de la trama producida por 'Plano a Plano. Los que no, que sean fuertes y no continúen con la lectura. Tras la emisión del capítulo final cabe decir que la mayor sorpresa fue el cambio de hora de Telecinco, que pilló con el pie cambiado a más de uno, acostumbrados a sentarse en el sofá a las 22.40 horas. Muchos cuando quisieron darse cuenta de la hora ya se habían perdido más de 40 minutos de episodio, convirtiéndose así su expectación en enfado. Comenzaba de esta forma el salseo de creación de ambiente en torno a la serie en las redes sociales con el hashtag #LaVerdadDesenlace. Si bien, la opinión generalizada es que esa debiera ser la hora de comienzo de las series, en torno a las 22.00 horas, y no una hora más tarde que alarga hasta el infinito de la madrugada la finalización de las entregas.

La hora influyó en la audiencia. La serie, pese a la importancia de la cita, registró uno de sus datos más bajos con un 10,4% de share y 1.709.000 esperadores, pese a que entre los fieles seguidores estaba de regreso 'La Vecina Rubia', para sumar con su presencia a la causa.

La audiencia como siempre dividida. La hora fue el punto de partida y el de la discordia el final, que no cumplió con las expectativas. 'Deseos cumplidos' era el nirvana prometido para conocer el desenlace y el título no hizo mucho justicia al contenido del capítulo. Lo cierto es que anoche más de uno seguro que se acordó de Antonio Resines y de su sueño en Los Serrano. Salvando las distancias y las circunstancias de ambas ficciones, la percepción fue parecida. El final de 'La Verdad' dejó una extraña sensación de vacío. Las expectativas de esperar lo inesperado acabaron truncadas. Resultó que todos sabíamos demasiado, a falta de confirmaciones y matices. Muchas preguntas se quedaron sin respuesta. En el aire quedó la impresión de que el final era de todos menos cerrado.

¿Quién mató a Paula García?

Para nadie resultó una sorpresa que fuera su padre. Eso era algo que todo el mundo veía venir por la personalidad tan manipuladora de Fernando García, una de esas personas que no le debe decir la verdad ni al médico. El único detalle que no se conocía es que realmente la mató porque estaba aún con vida, pese a la sobredosis de cocaína, cuando la arrojó a las aguas bravas del Mar Cantábrico. Sin embargo, la clave del misterio era aclarar el árbol genealógico en cuanto a confirmar: ¿quién era el verdadero padre de Paula, Fernando García o Lalo Ruiz?

Lo primero que hizo el patriarca del banco, Enrique McMahón al ver a su nieta Paula García fue encargar un análisis de ADN. De ahí que resulte chocante que su yerno optase por acabar con la vida de la niña, en la encrucijada propiciada por la cocaína dejada por Lidia y que Paula consumió por error como si de azúcar se tratase, sin antes confirmar si era o no su hija. Es en ese tipo de pesquisas en las que se acusan los puntos débiles de la trama y su constante juego ambiguo en la historia.

La sospecha de la infidelidad de Lidia con Lalo siempre pesó en torno a la pequeña, pero cuesta creer que con todo el poder y los recursos a su alcance, no hubiera resuelto hacer esa una prueba años antes y despejar esa incógnita que le angustiaba la existencia de su convivencia matrimonial y su ambicioso plan de vida. En su lugar acabó con la inocente vida de la niña, en una escena no exenta de dolor, aceptando con esta decisión vivir una mentira con el peso de un secreto.

Parece surrealista pero el surrealismo es un elemento más con el que vivir. Lo mismo es hasta de lo más realista en una sociedad en donde la ficción supera constantemente a la realidad. Esta historia da para dos libros, a tenor de los hechos y la pluma de Lalo Ruiz para contar 'La Verdad de Paula García', tras el primer volumen que recogía la desaparición y muerte de la verdadera.

El segundo, expuesto en el escaparate de la Libreria Gil de la céntrica calle Hernán Cortés, es la novela que cuenta la historia de una nueva Paula. El relato de una personalidad usurpada disfrutando de una nueva oportunidad de la vida, generada a partir de un trágico suceso y reconstruida e idealizada a base de recortes de prensa. El plan de Sara López, ahora ya Paula García para siempre y con todas las de la ley, es el único que ha salido bien.

No así el de Fernando García, la última muerte que nos quedaba por ver. Parecía que Puri iba a ser la última baja tras la de Crespo -el esbirro de Fonseca que acabó en su particular infierno de hormigón pagando el error de haber matado a Andrea en vez de a Costa- pero no, fue la de su potencial asesino. Tras mancharse las manos con la sangre de Cirilo, la siguiente y última que iba a derramarse era la suya. La muerte le esperaba en el escenario que él mismo eligió años atrás, el de los acantilados Punta del Arce, a la sazón, Langre. Una madre desesperada se cobraba la revancha de la vida. Salvar esta vez a Paula era el consuelo que le quedaba a Lidia para no perder dos veces a una hija.

El trágico suceso del acantilado trae consigo una de las piezas que más ha desencajado a la audiencia. Si la niña murió despeñada… ¿Cómo es posible que Cirilo pudiera conservar el pijama de la pequeña en su granja de Muriedas? Es factible creer que el hermano de Rosario pudo encontrar la manta en la que fue envuelta Paula y arrojada al mar, no así el resto de la ropa y en semejante estado. El dato no le cuadra a una audiencia mucho más exigente con el guión que la propia policía en la cadena de custodia de las pruebas que la que se apreció en la comisaría. En un visto y no visto, Marcos Eguía convirtió a Sara en Paula aportando un pelo para cotejar el ADN y destruyendo la muestra original con la que poder comparar, una prueba que nadie echó en falta.

Fernando consiguió la presidencia del banco, pero no llegó a disfrutarla pese al que creía un plan perfecto. El hachazo a Cirilo fue el principio de su propio final.

Lidia, sin embargo, recuperó el banco y las ganas de vivir al lado de Lalo. Ella ganó una hija y Toni una hermana. Juntos se muestran en el inicio de una nueva vida, como una familia feliz paseando por la Plaza de Pombo de Santander.

Paula y Marcos, crónica de un amor imposible

Paula consiguió la vida con la que soñaba. Hizo realidad la verdad con la que ella se había obsesionado en su cautiverio. Pasaba página así de un pasado de abusos y explotación sexual. Dejaba atrás su vinculación con la mafia rusa y los delitos cometidos. El misterio que encerraba Paula era el de una superviviente forjada a sí misma. En su corta pero intensa existencia había aprendido mucho, tanto que sabía lo que se sentía siendo tanto víctima como verdugo. Conocedora del lado más duro de la vida también se sabía poseedora del poder de atracción que ejercía, pero que no fue suficiente para retener a Marcos a su lado pese a estar convencida hasta el final de que lo conseguiría. Su cuenta atrás se quedó en la de una amarga despedida.

Eguía traspasó todas las líneas marcadas. En su misión de resolver un caso para ascender en la policía cometió el error de implicarse demasiado. Mezcló trabajo con pasión. Ese cóctel de sentimientos e intereses resultó explosivo. Halló la verdad, pero fue demasiado grande como para saber gestionarla. En el fondo sabía que ese amor imposible que le quemaba por dentro era una atracción fatal con destino a ninguna parte. Sopesó sus opciones y optó por contar como victoria una retirada a tiempo.

Se rompía así el triángulo amoroso que dejó fuera de juego a la abogada Laura Santos (Esmeralda Moya). La hipótesis de un posible reencuentro y una segunda oportunidad también quedaba en el aire al igual que la paciente espera de Paula a Eguía. Una obsesión así no se cura de la noche a la mañana.

¿Una historia cerrada?

'La Verdad' se acabó, pero no lo hizo con una trama cerrada. La serie se había planteado como una historia completa con inicio y final para una sola temporada de 16 capítulos, que finalmente por problemas de emisión fue dividida en dos. La duda también reside en su planteamiento. Un argumento demasiado desarrollado y con un discurrir lento para tantos capítulos que podía haberse resuelto en menos.

Quizá el argumento de 'La Verdad' fue planteado como un menú sibarita dirigido para paladares ansiosos de probar nuevas experiencias de una alta cocina en la que menos es más. Si bien para el común de los mortales la comida fue escasa, sin comentar el tiempo de atención del servicio en cuanto a la actuación del reparto de actores. Sin duda, el peso interpretativo ha recaído, sobre todo, en los personajes de Elena Rivera, Ginés García Millán y José Luis García Pérez.

El 'partner' de Rivera en la ficción es pura simpatía y belleza, sin duda una buena persona con muchos encantos y un innegable carisma, pero acusa la novedad de aterrizar en el mundo de la interpretación con un papel sobreactuado al que le sobran ganas y le faltan tablas. Mientras que Elena es el eje central. Su mirada y sus gestos han sido el verdadero latir de la trama. Para muestra el final alternativo que ha compartido en sus redes sociales.

Como buen periodista, Lalo Ruiz, y como mejor actor, José Luis García, nos ha hecho conocer y sentir al personaje. El mismo sentimiento que ha transmitido Ginés García Millán con la credibilidad aportada a la sibilina personalidad de Fernando García.

Lindeces del catering televisivo aparte, lo que sí gustó y mucho es Cantabria como punto de encuentro para vivir la experiencia de esta ficción, que ha cosechado dispares opiniones para todos los gustos. Las localizaciones por la región han brillado con luz propia en la serie. Sus espectaculares escenarios naturales han presentado a una tierra con un exquisito menú a la carta de mar y montaña.

Síguenos en:

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios