«No es el dinero lo que hace elegante a una persona»
Beatriz de Orleans cuenta que se ha sentido como en casa en el Palacio de la Magdalena: el armario de su habitación estaba adornado con la flor de lis, símbolo de la realeza francesa
JOSÉ AHUMADA
Santander
Jueves, 31 de agosto 2017, 07:53
Ha sido durante décadas embajadora de la moda y la elegancia por todo el mundo de la mano de Dior; concluida la misión, ha fundado ... la Asociación Española del Lujo, y ha explicado en libros cómo disfrutar de experiencias de marajá sin necesidad de disponer de la riqueza correspondiente a tal título. Alrededor de Beatriz de Orleáns (Altos del Sena, Francia), mujer educadísima, de aspecto impecable y pelo perfecto, se respira buena vida.
-El otro día vi una película de Cary Grant y Grace Kelly. ¿Ya no queda gente así?
-Creo que la elegancia no se ha perdido en absoluto. Los tiempos cambian, la moda cambia, como los valores y la manera de vivir. La moda es cultura: si vemos a través de los siglos, la manera de vestir es a menudo el único testimonio de cómo vivía la gente, de lo que hacía. La moda en tiempos de Cary Grant no es la misma que hoy; se ha democratizado mucho, lo que me parece estupendo: hoy día vas por la calle y ves que todas las chicas visten impecable. La diferencia brutal de poder adquisitivo que se veía antes ya no se ve.
-¿En qué consiste ser elegante?
-En estar adecuado, vestir adecuado en el momento adecuado. Ir a la playa llena de joyas y maquillada como un árbol de Navidad no es elegante, no es el dinero lo que hace elegante a una persona. La elegancia es la forma de llegar, de andar, estar bien consigo mismo; es estar bien en su piel.
-¿Qué tal anda Marbella?
-Yo no soy de Marbella de hace mucho tiempo, siempre he veraneado en la isla de Ré, una isla divina enfrente de La Rochelle. Nunca conocí la época de oro de Marbella, pero me encanta, está fenomenal. Hace un clima excepcional y la gente, los andaluces, son deliciosos -no hablo de trabajar con ellos, eso es otro tema-: siempre están de buen humor, son positivos... es una delicia. Sí que hay nuevos ricos, pero los hay en todas las épocas: los Médici eran nuevos ricos que hemos conocido gracias al Renacimiento. España tiene una manía brutal a Marbella, es como una diana para lanzar flechas. Allí hay de todo, familias de las antiguas, fantásticas, que están en su casa y no se les ve, y salen los rusos, los árabes y los nuevos ricos. Eso siempre lo ha habido. Hay fiestas muy buenas, pero hay menos ostentación, y me parece bien: ya no van por la calle con una diadema de joyas; se hace una vida más sana, se construye menos y se protege más la naturaleza.
-¿Qué le parece Cantabria?
-Es otro pequeño paraíso. He aterrizado en Bilbao y la carretera a Santander es tan preciosa... el mar, las montañas... es una belleza. Es un lujo vivir aquí.
-¿Y Santander?
-España es el país del mundo donde mejor visten los niños y, dentro de España, donde mejor se viste a los niños es en Santander. La gente de Santander es muy elegante, va impecable, y hay una media de turismo de un nivel culto. Tenéis mucha suerte de no tener ese turismo que destruye. No sabes lo que es: he ido a pasar unos días a un sitio -no voy a decir el nombre- y es patético cómo son de feos, maleducados, mal vestidos, sucios...
-¿Qué hace por aquí?
-He venido cuatro días a la UIMP y tengo la inmensa suerte de estar alojada en el palacio de La Magdalena. Estoy en el cuarto del Príncipe de Asturias -el armario está decorado con la flor de lis, de la Casa francesa-, y la vista y el sitio son fantásticos. Me he quedado muy admirada de cómo está organizada la Universidad, con los mejores profesionales, profesores de todo el mundo... Cené con el rector, que es un hombre fuera de serie.
-¿A qué se dedica ahora?
-He creado la Asociación Española del Lujo, de la que soy presidenta y fundadora. Trabajé muchos años en Dior, viajando por todo el mundo, implantando en muchos países lo que era la imagen de la costura, de la elegancia, el refinamiento. Luego he dejado Dior y he lanzado con los dueños un centro de macrobiótica, SHA Wellness Clinic, que hoy día es un centro emblemático de salud en el mundo, con un éxito impresionante, que está al lado de Valencia. Hago varias cosas para grandes marcas, escribo libros...
-¿Cómo vive una princesa sin reino y sin palacio?
-En Francia hubo una revolución y hace siglos que no tenemos ni palacio ni corona. Primero, tengo que decir que yo soy princesa consorte; yo vengo de una familia aristocrática francesa muy antigua, Franclieu. Había dos clases en la aristocracia francesa: los que iban a la corte del rey y los que se quedaban en su castillo y sus tierras y, según la política, estaban de un lado o de otro; esos nunca subían en la corte. Mi familia es de los últimos. Tiene su castillo, con agua todo alrededor, y por la noche se levanta el puente levadizo. Me acuerdo de pequeña que cada noche había que subirlo con una cuerda; ahora das a un botón y ya está. Al casarme con un príncipe de Orleáns hay muchas cosas que no me puedo permitir. ¿Es una gran ventaja? Puede serlo, o no. O bien te abren la puerta o te la cierran. A mí me da absolutamente igual ya. Hoy día no te da ningún derecho, solo obligaciones.
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