Ampros, seis décadas rompiendo barreras
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Nacida como una asociación de familias, hoy es una fundación con más de treinta centros y empleo para cientos de personas con discapacidad intelectualConseguir un empleo, cobrar una nómina, sentarse en una terraza y pedir, irse de compras con una amiga o evolucionar con naturalidad por cualquier espacio ... público. Lo que para muchos son gestos cotidianos, para las personas con discapacidad intelectual han sido, durante décadas, conquistas sociales y oportunidades que no siempre estuvieron garantizadas. Ese vacío fue el que llevó, en 1965, a un pequeño grupo de familias de Cantabria a organizarse para reclamar una educación y escolarización adecuada para sus hijos, en un momento en el que apenas existían recursos públicos.
A esa primera reivindicación le siguieron muchas otras: la creación del colegio Juan XXIII (en la calle Perines de Santander), las primeras viviendas tuteladas, la atención directa y un modelo asociativo que, con el tiempo, se convirtió en un referente regional. La entidad obtuvo la declaración de utilidad pública en 1970 y, desde entonces, su crecimiento ha sido constante.
Sesenta años más tarde, la actual Fundación Ampros es un entramado social y empresarial con cerca de 600 trabajadores –entre técnicos y más de 300 personas con discapacidad– y alrededor de mil usuarios atendidos cada día. La organización gestiona treinta centros repartidos por Cantabria y desarrolla servicios educativos, residenciales, de día, ocupacionales y de apoyo familiar. Junto a esa estructura de atención directa, Ampros ha desarrollado un importante ámbito laboral a través de su Centro Especial de Empleo y la marca social Depersonas, con líneas de negocio de jardinería, mantenimiento, manipulado industrial, catering, lavandería, artes gráficas, limpieza y restauración colectiva. Este modelo productivo ha permitido consolidar oportunidades reales de trabajo para cientos de personas con «otras capacidades», lo que ha situado a la entidad como un actor económico y social de primer orden.
Y la evolución de estas seis décadas no solo se mide en cifras o servicios. También se apoya en cambios sociales profundos tanto en la forma de acompañar como en la mirada general hacia la discapacidad intelectual: de la escolarización especial a las actividades comunitarias, de los talleres protegidos a los enclaves laborales, de la tutela a los proyectos de vida personalizados, y de la protección a la participación plena. Ahora Ampros impulsa planes de vida personalizados a las necesidades de cada uno. Esa transformación ha sido protagonizada por familias, profesionales y usuarios que celebran todo lo conseguido.
Cuatro en nombre de todos
La entidad festejó días atrás por todo lo alto ese laborioso recorrido en un acto multitudinario que reunió a cientos de personas relacionadas con la discapacidad y a instituciones y empresas que les han acompañado. En el acto se reconoció públicamente el compromiso de los principales colectivos que han contribuido este camino, se presentó el vídeo 'Fundación Ampros: una mirada al futuro', hubo actuaciones musicales inspiradas en los años 60 y se ofreció un picoteo elaborado por la propia organización. También se rindió tributo a cuatro personas que representan a todos. Aquí les tienen.
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Irene Faioes Usuaria de Ampros
«Me gusta venir, estar con mis amigos y hacer actividades»
Irene Faioes acude al centro de día de El Alisal, en Santander, donde organiza su rutina con una naturalidad que refleja cómo funcionan hoy estos espacios: agendas muy individualizadas, actividades elegidas por cada persona y grupos de referencia que cambian según intereses. «Me gusta venir. Estoy contenta», asegura, apoyada por la profesional que la acompaña en la entrevista. Entre sus favoritas están la piscina, las salidas al barrio, los talleres y el karaoke. «Canto muchas canciones de Karol G», comenta entre risas. Habla de sus compañeros Juan y Diana, de a quién tiene más cariño y de lo que más le divierte. El centro es parte de su vida social.
Sonia Calderón, su técnica educativa, explica que el trabajo con Irene se basa en planificaciones semanales y apoyos ajustados. «Cada persona tiene su ritmo y sus preferencias», señala. Irene vive esa dinámica con entusiasmo. Le gusta expresar lo que quiere y compartir tiempo con otros. «Me lo paso muy bien», expresa.
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Vicente Sánchez Cocinero en Depersonas
«Aquí aprendí un oficio que no hubiera sabido ni por dónde empezar»
En Guarnizo, Vicente Sánchez lleva diecisiete años entre marmitas, bandejas y un trajín que parece coreografiado. «Yo aquí –en Depersonas– me adapto a todo», explica con una sonrisa grande. Cuando cuenta su historia, uno entiende que esta cocina ha sido para él un punto de inflexión: «No sabía nada de cocina, nada, y de la noche a la mañana me pasaron al catering y estoy contentísimo». Llegó a la organización casi por casualidad tras unos años dedicándose a la construcción. Ahora sus días son largos y constantes entre bizcochos y cazuelas, pero saca tiempo para ayudar a sus compañeros. Se siente «orgulloso» de haber dado de comer al Rey, de haber estado en Madrid Fusión y de haber vivido desde dentro cómo la cocina de Ampros pasó de diez personas a más de treinta. «El día que no venga contento a trabajar, me voy, lo tengo claro», dice, sabiendo que eso no ha ocurrido ni una vez. Y es que Vicente, que antes trabajó como carpintero y jardinero, repite una frase: «Aquí todos nos apoyamos. Es la única manera».
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Ángel Gómez Profesional en Ampros
«Los avances de las personas lo compensan todo»
Ángel Gómez entró en Ampros hace más de quince años, cuando buscaba un empleo que tuviera un «impacto directo en la vida de las personas». Desde entonces trabaja en la residencia Nicolás Salmerón, en Santander, donde acompaña a usuarios con necesidades de apoyo significativas. «Es un trabajo emocionalmente muy demandante», admite. La clave, dice, es mantener la calma y trabajar siempre en equipo. «Aquí nadie puede sostener esto solo». Ángel ha visto cómo el modelo de intervención ha cambiado. De rutinas rígidas se ha pasado a proyectos personalizados que buscan más autonomía y más participación. Lo resume de forma sencilla: «Antes hacíamos tareas. Ahora acompañamos vidas».
Los avances, por pequeños que sean, son para él la parte más significativa de su trabajo. «Un gesto, una palabra nueva, una actividad completada sin ayuda… Cuando ellos avanzan, por mínimo que sea, te das cuenta de lo mucho que merece la pena», destaca.
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Carmen Pérez Madre de una usuaria de Ampros
«El acompañamiento psicológico transformó nuestra familia»
Durante años, Carmen Pérez convivió con la incertidumbre diaria sobre el bienestar de su hija Cristina. Adolescente entonces, tenía dificultades de integración y episodios emocionales que hacían imprevisible cada jornada. «Siempre estaba alerta por si pasaba algo», recuerda. La entrada de Cristina en Ampros marcó un antes y un después. Primero en el entorno educativo y, luego, en el centro ocupacional, fue «encontrando estructura y un espacio donde sus emociones se volvieron más manejables. Empezó a comunicarse mejor. Venía tranquila», afirma su madre. El acompañamiento psicológico transformó también a la familia. «Aprendimos a comprender mejor sus reacciones y a gestionar situaciones que antes resultaban frustrantes. Nos enseñaron a entenderla. Eso lo cambió todo», describe Carmen. Hoy, Cristina ha cumplido ya 39 años y acude cada día al centro ocupacional, donde participa en actividades y mantiene una vida estable. «Estando ella bien, estamos todos bien», resume su madre.
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