El cabreo de Andrés (segunda parte)
Diario de un sufringuista ·
La podía haber avisado antes el atacante del Racing de que iba a desquitarse en Cádiz del enfado de la semana anteriorMira que la vida te envía señales, pero a veces no aciertas a decodificarlas y claro, ni caso que les haces. Y es que entre ... el mosqueo de Andrés Martín la semana anterior, cuando le sentaron antes de poder hacer su golito, y la insistencia de mi amigo Diego Navamuel en que le acompañase a Cádiz este puente, ¿quién iba a sospechar que existía una conexión cósmica, sideral incluso?
Tuve otra oportunidad días después, en Ponferrada, cuando al salir del Toralín dos racinguistas que celebraban el pase de eliminatoria como se merecía –esto es, en plan 'copero', por supuesto– me dijeron con gran efusividad: «¡Qué coche más guapo… para ir hasta Cádiz! ¿No nos llevarías?».
Pero claro, como hubiera dicho no recuerdo quién, la felicidad del racinguista es aquello que ocurre mientras andas entretenido haciendo otros planes. Así que yo, ni caso… ¿Cádiz? ¿Qué se me ha perdido a mí en Cádiz? Si encima, aquí también el puente nos había traído buen tiempo.
Noticias relacionadas
El caso es que la cosa no empezó muy prometedora; el primer gol en contra parecía una confirmación de que, en realidad, el viaje no merecía la pena. Escarmentado que anda uno, claro. «¿Pero cuántos goles tenemos que marcar para ganar, con este desastre de defensa?», escribía en el chat de la Peña Cossío mi tocayo Noriega, justo después de encajar el dos a cero. Y hasta se afilaban los cuchillos, porque nuestro médico de cabecera, José Carlos, sacó a relucir al trilero Irigoyen y el odio eterno que juró al amarillo toda una generación de racinguistas.
Pero con este Racing, el del rocanrol, no se puede dar nada por supuesto. Un punteo de Íñigo Vicente, unos redobles de batería de Maguette… y ya está el lío montado. Porque lo de este equipo es increíble, pero sobre todo porque Andrés Martín tenía cuentas pendientes. No se puede dejar a un crack así como lo dejó JAL frente al Eibar: con las ganas. Porque este Racing, más que un equipo coral es una constelación de estrellas. Cuando no brilla una, brilla otra, sí, pero es que Andrés se ha debido de enviciar con los goles y como pase un par de jornadas sin mojar, que se prepare el rival siguiente. La victoria fue una labor de equipo, claro, pero quien se encargó de poner las guindas fue ese artista que ojalá nos dure muchas temporadas en el equipo. Y que siga siempre cogiendo esos cabreos cuando no le salgan bien las cosas.
Total, que en Cádiz se frotaban los ojos, casi tanto como nos tirábamos de los pelos los que decidimos que mejor ahorrarnos el paseo. Y es que este Racing un día nos va a matar, solo que en lugar de a disgustos, ahora a base de finales explosivos. Y si no lo hace el Racing, lo hará el vecindario: «Hoy no pido disculpas a los vecinos, es de día y se admiten los decibelios», tuiteaba Isa Sandoval. A mí me daba la risa al leerlo, porque sé que los chicos de la casa de al lado me mirarán raro cuando nos crucemos mañana. Seguro que no fuimos los únicos que en ese mismo minuto gritábamos como posesos al televisor. Vamos, que fijo que desde la estación espacial tuvo que percibirse algún movimiento extraño en el norte de la península, debajo de una nube verdiblanca producto del humo que salía de nuestras cabezas, procesando un pensamiento recurrente: 'Si no es este año y con este equipazo, no subimos nunca'.
Y entonces, de repente, en la pantalla del televisor, apareció mi amigo Diego, vestido de incondicional racinguista, gorro incluido. Que no llovía, pero ya debió de intuir que iba a caer una buena. Allí estaba, junto a tres locos del grupo Camacho de fútbol playero. En pleno éxtasis, con el equipo saludando a un tendido que parecía una Gradona teletransportada. Y yo en casa, mordiéndome las uñas. Pero ¿cómo se me ocurrió no ir?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión