«El duelo es más doloroso, pero ofrecemos un pequeño bálsamo por la pérdida»
El obispo de Santander presidió ayer una misa funeral en la catedral por los fallecidos durante la crisis del coronavirus
Silencio, vacío, penumbra y, sin embargo, durante la misa funeral ofrecida ayer por el obispo de Santander, Manuel Sánchez Monge, por las víctimas fallecidas durante ... la crisis del Covid-19, debido al virus o no, el calor y el sosiego fueron palpables en la catedral de Santander. No hubo sensación de soledad.
El obispo invitó a esta misa, cerrada por las normas sanitarias a las participación de los fieles y transmitida en tiempo real por Popular TV, a tres testigos directos de esta crisis: Ana María Fernández, cuya madre y suegro fallecieron por una enfermedad ajena al coronavirus; Jacobo Jofre, recuperado del virus, que le tuvo tres días en la UCI; y al jefe del Servicio de Psiquiatría de Valdecilla, Jesús Ángel Artal. Todos ellos ofrecieron sus testimonios y explicaron cómo la fe les ayuda en este duro camino. Mientras Sánchez Monge recordaba a los fallecidos y sus familiares, así como a los sanitarios, las campanas de iglesias y pequeñas parroquias sonaban con toque de difuntos
El obispo tuvo un recuerdo para los mayores, «sobre los que se ha cebado de un modo especial el coronavirus. Ellos y sus cuidadores tienen todo el afecto de la madre Iglesia. Todos hoy escuchamos el saludo de Jesús resucitado: 'No tengáis miedo... Paz a vosotros'». Sánchez Monge destacó «el dolor de muchos corazones heridos porque no pudieron acompañar en los últimos momentos a sus padres, esposos, hermanos, amigos... como hubieran deseado, con toda su alma, y tampoco pudieron despedirse de ellos adecuadamente». Al respecto, añadió que cuando el que muere lo hace en circunstancias de soledad, sea la que sea su enfermedad, «la circunstancia del adiós se agrava. El duelo se hace diferente y más doloroso. Con esta Eucaristía queremos ofrecer un pequeño bálsamo y una ayuda para aquellos que han perdido a un ser querido».
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Ana María perdió en menos de un mes a su madre y a su suegro, ambos por enfermedades ajenas al virus. Recordó, sin poder contener la emoción, lo duro que fue, debido a que no pudo acompañarles: «No pudimos sentirnos reconfortados por el acompañamiento de nuestras familias y seres queridos». Pero a pesar del dolor de la pérdida, «Dios hizo que el amor nos uniera aún más a mi marido y a mí. Ahora siento una paz interior inexplicable, pienso que Dios y mis padres son quienes me la transmiten desde el cielo».
Para Jacobo, el paso por la UCI y la incertidumbre de cómo se encontraba su mujer, también ingresada, le llenaban de inquietud. Sin embargo, «cuando conseguí abandonarme a la voluntad de Dios, encontré la paz y la fuerza». Por último, Jesús Ángel Artal reflexionó sobre el dolor de los pacientes y familias. Se mostró aliviado porque estas «están recibiendo desde el hospital un consuelo, una explicación, una seguridad de que en cada minuto hicimos lo posible para curar y reconfortar al enfermo».
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