«Otra parada elevaría los daños al cubo»

«Para mi suerte, la superficie que abarca la Autoridad Portuaria me ha permitido moverme por una pequeña ciudad», explica Jaime González López, que no por ello ha conseguido abstraerse a la realidad yacente en el exterior.

«Los protocolos de seguridad marcados, muy exigentes, me lo han recordado cada día», dice el presidente del Puerto, que desde mediados de marzo ha vivido por y para la protección de la instalación.

Desde allí, por las mañanas, y desde su casa, por las tardes, el dirigente ha fiado su tiempo a mantener el coronavirus alejado del engranaje marítimo. «Aquí trabajan 170 personas y trasiegan del orden de 1.400. Convertirlo en un foco de contagio no hubiera sido un problema menor», cree González, que se felicita por el resultado de las medidas preventivas. «Hemos tenido algún susto, sí, pero, por suerte, de momento todo va bien».

Habituado a la vida en soledad, de la que tomó buena nota durante sus largas estancias en Madrid, Barcelona y Alemania, el mandatario del Puerto, que por su dedicación se considera una persona de riesgo, apenas necesitó un instante para consensuar con su esposa la primera decisión de índole personal.

«Decidimos que ella y nuestra hija pequeña se confinaran en la vivienda de su familia». La mayor, que vive en Madrid, se quedó en la capital del país, donde, para su desesperación, el virus ya estaba entonces totalmente desbocado.

«También he estado preocupado por mis padres», afirma. Algo más por él que por ella, «porque mi padre vive en una residencia, y allí la vulnerabilidad al coronavirus es extrema, y mi madre, aunque vive sola, es una mujer fuerte».

Experto en gestión de crisis, el presidente del Puerto, al que las contingencias meteorológicas o las huelgas en el transporte le han hecho desarrollar «ciertas habilidades psicológicas que me son de enorme utilidad en momentos difíciles», no se ha dejado amilanar por las circunstancias. «Creo que la forma de reaccionar ante un hecho debe ser proporcional a su magnitud. Cuanto mayor es el problema, mayor serenidad debemos tener», dice González.

Por eso, él se ha tomado su confinamiento con filosofía. «Con poca maña en la cocina», pero con filosofía.

«Me he ejercitado a diario» sacando del trastero la bicicleta estática y el banco de remo, «he leído cuanto he podido» recuperando de la estantería 'El fin del mundo tal y como lo conocemos', de García Aller, y 'Qué es cocinar', una obra de la Bullipedia dirigida por Ferran Adrià en la que ha colaborado su hija, Claudia González; «he rescatado mucha música» de Bruce y Sabina sobre todo, «y me he involucrado de lleno en algún proyecto solidario» del que ha brotado esplendorosa la base de recogida de alimentos abierta en el Palacete del Embarcadero.

«Me preocupa la situación en la que esta crisis sanitaria va a dejar a muchas personas». Eso, «que no seamos capaces de asociarnos en una gran coalición que tenga un mayoritario respaldo de la ciudadanía» y «que se produzca otra parada de la actividad económica, porque el daño producido se iba a elevar al cubo».