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Las tres espeleólogas, ya en la superficie, nada más abandonar la cueva en Arredondo. Antonio 'Sane'

«Estaban desorientadas y agotadas y han hecho lo correcto, detenerse»

En mitad del trayecto se desorientaron y decidieron esperar al operativo, con el que salieron de la cueva tras casi 52 horas bajo tierra

Daniel Martínez

Santander

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Lunes, 15 de julio 2019

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A las 14.55 horas de este lunes, 15 de julio, los integrantes del operativo que permanecían expectantes en el Puesto de Mando Avanzado instalado en Arredondo recibían la noticia que llevaban esperando desde la tarde anterior. Las tres espeleólogas perdidas en la cueva Cueto-Coventosa habían sido localizadas por los equipos de rescate. No sólo eso, sino que se encontraban en buen estado de salud y estaban a punto de llegar a la boca de la cavidad y ver la luz del sol después de 50 horas en el interior de esta sima de cerca de 6,7 kilómetros de recorrido y alrededor de 850 metros de desnivel. No tardaron más de una hora en salir, ser atendidas por los sanitarios del 112, quienes comprobaron que únicamente presentaban signos de agotamiento, y ser trasladas hasta el antiguo cuartel de la localidad. Allí pudieron ducharse, ponerse ropa seca y descansar después de 52 horas dentro del complejo subterráneo y casi 20 de un extensísimo operativo de búsqueda.

El encuentro entre las deportistas –dos barcelonesas de 50 y 51 años y una vecina de la localidad castellonense de Vinaroz, de 39, todas ellas con gran experiencia en este tipo de actividades– y uno de los dos equipos de espeleosocorro del servicio regional (Esocán) se produjo alrededor de las cuatro de la madrugada. Fueron los tres rescatadores que penetraron por la entrada de Cueto, la más elevada y que requiere bajar haciendo rápel a través de una caída vertical de 581 metros, los que se toparon con las mujeres en una zona segura. Concretamente a la altura del Pozo de la Unión, prácticamente a mitad de camino, pero antes de los tramos más exigentes desde el punto de visto físico.

«Estaban en un sitio seguro y seco y habían intentado dormir. Intentaron seguir, pero no tenían claro cuál era el camino. Hicieron bien. Si hubieran continuado lo más probable es que se hubiesen perdido más», explicaba José Antonio Santander, uno de los tres espeleólogos que comprobó que las peores previsiones no se habían cumplido. Eso lo sabía él y también sus compañeros David y Toño, pero en el exterior la incertidumbre era absoluta porque no era posible establecer comunicación. Es más, pasaron 12 horas hasta que pudieron tener cobertura y usar el teléfono.

Así que en el exterior lo que había eran suposiciones. Especulaciones con base, la que da la experiencia y decenas de intervenciones similares, pero especulaciones. Lo decía a primera hora del lunes Martín González, responsable técnico del operativo y jefe de Espeleosocorro: «Lo que toca es esperar. Es una especulación, pero en este tipo de intervenciones que tarden puede ser bueno. Puede decir que se han encontrado y el ritmo se está retrasando porque avanzan juntos y pueden estar cansados. Si hubiera alguna herida, probablemente ya habrían salido para avisar».

Hablaba sin datos concretos. Sin información. O mejor dicho, con información mínima. De los dos grupos de rescate que entraron para realizar la búsqueda, uno de ellos ya había salido. Después de entrar por la boca de Coventosa –teóricamente la salida de las tres mujeres–, no se habían encontrado con nadie. Tan solo unos neoprenos que la empresa de aventura había dejado en la zona que se hace a nado para que las espeleólogas utilizaran para cruzar. Eso significaba dos cosas: que no habían llegado a ese punto y que se encontraban más atrás. Pero no se podía descartar una lesión o algo peor. Por eso comenzó a prepararse todo el material necesario para una posible entrada de urgencia con camillas y se activó a 50 agentes del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de la Guardia Civil de distintas bases de España por si tenían que viajar a Cantabria. Finalmente no fue necesario.

Según confirmó Javier Allende, coordinador de emergencias del 112, las tres espeleólogas, las tres federadas y pertenecientes a la Unión Excursionista de Cataluña, con sede en Tortosa (Tarragona), entraron alrededor de las 12.30 horas del sábado por la zona de Cueto para salir por Coventosa. En condiciones normales y dependiendo de las capacidades físicas, este trayecto puede necesitar entre 16 y 22 horas. Ellas tenían intención de hacerlo en 24. No sólo habían estudiado los mapas, sino que tenían topografía, víveres y ropa adecuada. Aunque nunca habían estado en esta cavidad, tenían «suficiente experiencia».

Pero llegó ese momento y no había rastro de las tres mujeres. En ese instante, una amiga que las acompañaba y que había realizado la ruta comenzó a preocuparse y organizó una primera penetración de algunos cientos de metros por Coventosa. Nada. Llevaban 30 horas dentro. Ya era demasiado.

Así es la cueva

A su regreso, alrededor de las seis de la tarde del domingo, fue cuando dio la voz de alarma al 112. Toda la maquinaria se puso en marcha y a las 20.30 horas comenzó a instalarse el Puesto de Mando en previsión de que la noche se alargara. Para entonces ya estaban en Arredondo los miembros del Espeleosocorro. La decisión fue 'atacar' la cueva por los dos frentes: la entrada y la salida. Ambos partieron pasada la media noche, entre las 00.30 y las 01.00 horas. Y sobre las cinco de la madrugada el primero de los grupos ya habían regresado de la zona conocida como la sala de La Turbina –su tope– y habían regresado. Todo dependía ahora de sus compañeros y a ellos les tocaba descansar. Diego González decía que habían intentado dormir, pero la tensión y la adrenalina no lo permitían. De hecho, ante la falta de noticias, y en previsión de que José, David y Toño estuvieran ya con las tres mujeres extraviadas, a media mañana volvieron a entrar con comida, bebida, ropa seca y una barca para salvar las zonas de agua.

El encuentro

«Las han encontrado muy bien. Evidentemente con ganas de salir, pero alegres y cansadas. Se han abrazado, ha habido felicitaciones...», detallaba Diego González después de hablar con sus colegas. Y remarcaba que a las tres deportistas el «agotamiento extremo» les había aparecido durante el trayecto de regreso, por las 52 horas bajo tierra y por no haber podido apenas dormir, pero también que no fue la causa de que decidieran parar: «Dudaban en un paso y han hecho lo que se debe hacer, esperar a que vengan a por ti».

Si el encuentro fue a las 04.00 horas, no salieron hasta casi las tres de la tarde. Todo ese lapso fue de travesía. Muy lenta por su estado y las características propias de la cueva, pero sin mayores problemas. «Ellas técnica y físicamente no estaban mal. La prueba es que no dejaron que les lleváramos sus petates. Salimos todos juntos, pero ellas por su propio pie», insiste Santander.

La falta de comunicación era bidireccional. Fuera no sabían lo que pasaba dentro, pero José, Toño y David tampoco podían consultar al resto de integrantes de Esocán cómo actuar. Lo que era evidente es que escalar los casi 600 metros de pared para volver por la entrada de Cueto era inviable, así que decidieron continuar hacia Coventosa. Dieron por hecho que llegarían refuerzos pero, aunque un tercer grupo –el del lunes por la mañana– fue en su búsqueda, hicieron el grueso del camino únicamente con las tres deportistas. Fue David quien se adelantó al resto de la expedición y a antes de las 15.00 horas hizo la ansiada llamada telefónica. Lo peor ya estaba.

Tras el primer reconocimiento médico en el que los sanitarios del 112 no vieron necesario suministrarles ningún suplemento, a las 16.30 horas llegaron al aparcamiento de Coventosa. Subieron al 4x4 de la Guardia Civil y de ahí al Puesto de Mando Avanzado para descansar. Sus caras eran de agotamiento, pero también de asombro por la gran repercusión mediática que ha generado su búsqueda.

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