Las vísperas de un 'otoño caliente'
La fractura socialista pone en riesgo la cohesión del Gobierno en el inicio de la fase decisiva de la legislatura
San Tirso, la fiesta campestre que se celebra en torno a la ermita dedicada al patrón del pueblo de Ojedo, con espectaculares vistas sobre los ... Picos de Europa, atrae el último domingo de agosto a la clase política, en vísperas del comienzo del curso. Liébana es territorio hostil para la nueva presidenta del PP, María José Sáenz de Buruaga, pero al menos esta vez se hace una tregua y todos los populares comen juntos. En la sobremesa, Buruaga se apunta al tiro de cuerda, que viene a ser lo que intenta hacer en los últimos meses: atraer centímetro a centímetro a su redil a la mitad del partido que no le dio su apoyo en el congreso de marzo. No muy lejos observa el ejercicio Ramón Ruiz, consejero de Educación y mano derecha de Eva Díaz Tezanos, rodeado de los suyos. El gesto es pesimista porque la fractura del PSOE ha cobrado dimensiones semejantes a la del PP. También están los consejeros regionalistas Francisco Martín y Jesús Oria, inquietos por si la crisis interna de sus aliados socialistas termina por afectar a la estabilidad del Gobierno en un momento decisivo, cuando por ejemplo toca abordar la tramitación del Presupuesto más importante de la legislatura. O sea, que se avecina un ‘otoño caliente’.
En efecto, las cuentas de 2018 son más importantes que nunca porque se trata del año preelectoral y el Ejecutivo está obligado a exhibir el impulso inversor y el dinamismo en la gestión que le ha faltado en la primera mitad de la legislatura para poder llegar en la mejor situación posible a la cita de 2019, esa en la que Revilla quiere culminar su carrera política con un inédito triunfo en las urnas. No basta con la socorrida queja ante Madrid y el despliegue televisivo para una empresa tan ambiciosa.
La aprobación de los Presupuestos del año en curso ya fue bastante problemática. Primero, por la ofensiva de Podemos contra el PSOE, personificada en el director de Sodercán, Salvador Blanco, que se tradujo al final en el cambio de aliado externo para que Ciudadanos permitiese la aprobación de las cuentas. Y luego, por la dura pugna entre regionalistas y socialistas en el reparto del dinero.
Ahora la situación es todavía más delicada porque el PRC, el partido mayoritario en la coalición gubernamental, ni siquiera tiene la certeza de quiénes serán sus interlocutores socialistas en la elaboración de los Presupuestos. Falta el desenlace del vodevil que escenifican la nueva dirección del partido, liderada por Pablo Zuloaga, y el sector instalado en el Gobierno al mando de Eva Díaz Tezanos. Unos pedían cambios menores que reforzasen un poco su autoridad y movieran el banquillo a favor de sus partidarios, y la vicepresidenta y sus fieles defendían la posición sin concesiones.
Hasta ahora, sólo se había producido el relevo del portavoz parlamentario –Víctor Casal sucede a Silvia Abascal– ya aireado antes de las primarias. Pero Zuloaga ha pasado a la caza mayor. Cuenta con el pleno apoyo de Ferraz y quiere la cabeza de Ramón Ruiz, y si Díaz Tezanos se va con él, todavía mejor. Porque a estas alturas ya caben pocas dudas de que la exsecretaria general, con su aparato y sus alcaldes, está por buscar una revancha cuando dentro de año y medio toque resolver las listas electorales en otras primarias.
Por el momento, lo que hay es una reyerta en la plaza pública que erosiona a todo el PSOE. Tampoco es muy edificante que el presidente Revilla aparezca como eventual árbitro del conflicto porque eso supone reconocer la incapacidad propia y subraya también la subordinación del partido ante el líder regionalista.
Puede ser que Revilla, le guste más o menos, termine por intervenir y firmar relevos, si su amigo Pedro Sánchez le da plenas garantías de que el PSOE de Cantabria mantendrá la estabilidad del Gobierno regional ahora que se inicia un periodo estratégico que requiere cohesión y centrar las energías en la acción política, y no en las cuitas internas. Bueno, eso también valdría para todos los partidos de la oposición –PP, Podemos, Ciudadanos– que han ido contagiándose el virus de la división.
O sea, lo esencial para el Ejecutivo PRC/PSOE es preservar la unidad de los 17 votos de la coalición en el Parlamento y buscar el que les falta, la abstención también les vale, para salir airosos en los debates importantes, y desde luego en los Presupuestos. Siempre se han manejado con ese sentido práctico que contempla todas las opciones y ahora hay más que nunca. Hasta una nueva alianza con Podemos sería posible en el caso de que Zuloaga y su gente, menos beligerantes con la formación morada, se hiciese con el mando también en el Gobierno.
Pero es la drástica fractura producida en Ciudadanos lo que ofrece más posibilidades al Gobierno en la Cámara, porque le basta con que los dos diputados que en su día lideraron la lista naranja, y ahora feroces enemigos, empiecen a votar distinto, Rubén Gómez sigue en el partido de Rivera, que con el liderazgo regional de Félix Álvarez puede derivar hacia posiciones más críticas hacia el revillismo. El otro es Juan Ramón Carrancio, al frente de la OLA Cantabria, el nombre del nuevo partido que ha inspirado tantos chascarrillos. Un voto tránsfuga y envenenado, pero que puede valer su peso en oro.
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