«He visto cárceles por el mundo que son infiernos increíbles»
Pasa medio año viajando porque se ocupa de atender a los presos españoles que cumplen condena en el extranjero, entre ellos 9 cántabros
Javier Casado da la vuelta al mundo varias veces al año. Como director de la Asociación +34, se ocupa de visitar a cada uno de ... los más de 900 presos españoles que se encuentran cumpliendo condena en el extranjero. «Nacimos el 11, del 11 del 2011, cuando nos tocó organizarnos para ayudar a un amigo en apuros», recuerda. Ahora, después de tanto tiempo, se enorgullece de haber repatriado a más de 1.800 presos. Una carta de presentación que esgrimió recientemente frente al Gobierno cántabro para lograr una subvención que otras comunidades aportan desde hace años. «Cantabria, en este sentido, se nos resiste», lamenta.
–Sin embargo, entre todos esos españoles hay varios cántabros.
–Nueve en total. Hay tres en Marruecos; uno en República Dominicana; otro en Bolivia; otro en Alemania; uno más en Francia; otro en Italia y un último en Portugal. Esta semana, precisamente, vengo a ver a una chica que es hija de un hombre que está en una cárcel de Casablanca. Lo está pasando mal la pobre.
–¿Qué han hecho?
–Todos, el 99% de los casos, son por tráfico de drogas. Esto sucedió sobre todo a raíz de la crisis. Tú viajas a un país extranjero, te ofrecen una suculenta cantidad de dinero por cargar con algo y aceptas porque en muchos casos las circunstancias son críticas. Ahora se ha reducido mucho el impacto de estas detenciones porque la realidad en España es otra.
–Hace unos días se reunió con representantes del Gobierno regional. ¿Qué le han dicho?
–Ha habido entendimiento. Consideran que es justo que haya una subvención porque al fin y al cabo le estamos prestando servicio a ciudadanos cántabros que se encuentran en situación complicada. Y dicen que van a estudiar cómo articularlo.
–¿De qué cantidad de dinero estamos hablando?
–Con 20.000 euros nos bastaría.
–Dice que en los últimos años ha logrado el regreso de cerca de dos mil presos.
–Claro, porque cumplida una parte de la condena y trabajando la vía legal, la ley suele permitir que sean repatriados para que cumplan el resto del encierro en el país de origen. Pero incluso ahí hay que tener mucho cuidado y saber con qué nos manejamos.
–¿A qué se refiere?
–Está el caso de un español al que sorprendieron con 200 kilos de cocaína en un barco de recreo en Australia. Cuando le detuvieron e ingresó en prisión, lo primero que pensó la familia fue en visitarle. Nosotros les alertamos de que no lo hicieran porque la ley de aquel país considera que si la familia no puede visitarle porque no cuenta con recursos económicos, podría ser repatriado en un periodo de tiempo por cuestiones humanitarias. Ese hombre ya está en España. Si la familia le hubiera visitado, aún seguiría allí.
–Usted ha estado en decenas de cárceles de todo el mundo. ¿Cuál es la peor?
–Por sorprendente que parezca, alguna de Japón.
–¿Japón?
–Pues sí, pero por una sencilla razón. Muchos sistemas penitenciarios del mundo, como el nuestro, están basados en la reinserción de la persona. En Japón se piensa que el delincuente debe pagar por lo que hizo. No se piensa en reinsertarlo. Así que te puedes imaginar la cantidad de maltratos físicos y psicológicos a los que someten a la gente allí. Pero vamos, Rusia sería otro ejemplo, donde la gente muere de frío. He visto cárceles por el mundo que son infiernos increíbles.
–¿Cómo trabajan cuando detectan un caso nuevo?
–Lo primero que hacemos es movilizarnos para cubrir las necesidades básicas. Hay países donde nadie te garantiza que sobrevivas a la cárcel. Nosotros tenemos el deber de asegurarnos de que cada persona tenga salud para cumplir condena. Conocemos muy bien los procesos. Es lo que sucedió, precisamente, con el caso de Daniel Sancho. La familia nos llamó y le explicamos paso por paso todo lo que iba a suceder.
–¿Cómo fue?
–Le explicamos a la madre que primero le iban a llamar en menos de 24 horas unos supuestos abogados pidiéndole dinero. Le contamos que era un timo y que no pagara. Luego le advertimos de que estaría seis días sin saber nada de su hijo, pero que no debía preocuparse porque él iba a estar bien; y al séptimo día le llamarían pidiendo 350 euros que es el canon que hay que pagar por ingresar en prisión. Después de todo eso, su hijo se puso en contacto con ella. Si sabes cómo funciona todo esto, el estrés es menor.
–Tiene que ser muy duro para una familia vivir esto.
–Siempre digo que en estos casos se vive una doble condena. La del preso que está allí, y la de las familias que se quedan aquí.
–Sobre todo porque habrá gente que no comprenda nada de lo sucedido.
–Hay casos concretos que son casi inverosímiles. He conocido chavales presos en países tercermundistas por robar una coca cola. Pero claro, hay que tener cuidado y saber muy bien dónde estás y que no todos los códigos penales son como los españoles.
–Por cierto, Asociación +34. Curioso nombre.
–Nace de esa primera llamada telefónica a la que tiene derecho cualquier persona en el mundo al ser privado de su libertad, y que al realizarla lo primero que debe marcar es +34.
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