Hálito de réquiem
Ateneo, el lunes ·
Dialoga con criaturas vivas que parecen fantasmas y espectros vitalistas que cruzan, ambos, un escenario de melancolía, elegancia y levedadAlgunas fotografías del rodaje ya delataban que todo lo que rodeaba esta adaptación de la obra de James Joyce estaba dominado por un poso de ... melancolía. Dotada de una elegante expresión, impregnada quizá de forma involuntaria de la sombra de la despedida –la de su director, la que habita en el propio original literario– 'Dublineses', en realidad 'Los muertos', exuda la sensación de que solo John Huston, y en ese momento de penúltimo hálito, podía ser la única persona que se atreviera a adentrarse en la obra del narrador irlandés del Ulises. El cineasta de 'El Halcón Maltés' tira de épica intimista, dialoga con criaturas vivas que parecen fantasmas y espectros vitalistas que cruzan, ambos, este escenario de melancolía, elegancia y levedad en lo que sería el testamento cinematográfico del cineasta. Que la rodara en silla de ruedas y vinculado a una máquina de oxígeno puede ser un hecho dominante. Pero de otro modo, esta película, un poema tan sencillo como profundo, hubiese salido adelante.
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País Reino Unido
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Año 1987
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Dirección John Huston
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Guion Tony Huston
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Reparto Anjelica Huston, Donal McCann, Helena Carroll, Cathleen Delany
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Género Drama
La independencia y madurez del cineasta, su mirada límpida y las ideas claras que subyacen en las imágenes demuestran que el director de 'El honor de los Prizzi' era consciente de la tentación estética, moral y poética que cabía en este proyecto. 'Los muertos' es despedida, pero también una declaración de vida, plena de hondura y tristeza, donde confluyen la fugacidad, lo efímero, el dolor de la pérdida, los espejismos. Lo que palpita en el filme gracias a la magistral construcción de Huston, es esa burbuja de recuerdos y melancolía donde deambulan sus 'dublineses', en realidad muertos en vida que, de forma claustrofóbica pero hímnica, funden infancia, canción intimista y futilidad. Huston dijo adiós con esta transparente revelación de que es posible, más allá de los debates estériles, configurar una fusión de lenguajes plasmados aquí en una sombría mirada, en una obra de cámara de exquisita belleza y de sensibilidad narrativa.
Y luego está ese tramo final de réquiem, de paisaje nevado, de noche y desolación, de desasosiego. Serenidad en la última reflexión sobre el sentido de la vida. Y la fidelidad del cineasta a las palabras del escritor. «Su alma caía lenta en la duermevela al oír caer la nieve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y todos los muertos».
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