«Mis fotos son historias de triunfo y de rebeldía que hablan de la estética humana»
La Biblioteca Central acoge desde ayer, en el marco de PHotoEspaña, 'Atlas', la primera gran exposición retrospectiva de la obra de Miguel Trillo
El fotógrafo Miguel Trillo (Jimena de la Frontera, Cádiz/1953), licenciado en Imagen y en Lingüística Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, está considerado ... como principal testigo y catalogador de una transición estática y moral desde los años setenta a nuestros días. Su trabajo, un reflejo de las distintas formas de vida a través de los retratos de los jóvenes, es objeto de una exposición retrospectiva que con el título de 'Atlas' se inauguró ayer en la Biblioteca Central de Cantabria dentro de la programación del Festival PHotoEspaña en Santander y que e podrá visitar hasta el día 31 de octubre. En ella se recoge una buena muestra del trabajo realizado en las últimas cinco décadas, una introspección a su mundo, que él define con un gran número de palabras entre las que no incluye la 'nostalgia', «No me recreó en los tiempos pasados porque lo que busco en mis fotografías es el resultado. El método empleado me da igual. Cuando empecé en los años setenta, con el blanco y negro, los fotógrafos éramos una especie de cocineros que además de hacer la foto, teníamos que hacer el revelado y el positivado, casi siempre en una cocina o un cuarto de baño, porque si las llevábamos a revelar a una tienda, no se nos consideraba profesionales», explica. Luego la cosa cambió con el color «ahí sí que podíamos llevarlas a revelar» y, sobre todo, con la llegada de la fotografía digital «una maravilla», exclama. «Y no echo nada de eso de menos porque a mí lo que realmente me interesa es el resultado de mis fotos. No el proceso. Muchas veces digo que si fuera escritor daría igual que mis libros estuvieran escritos con bolígrafo azul o negro. Y tampoco sería importante si uso folios blancos o con cuadrícula, porque lo importante es el mundo que aparece reflejado en ellos». En esa forma de trabajar, que continúa realizando desde sus inicios, cuando se le consideraba el fotógrafo de la movida madrileña, tampoco le presta importancia el estilo, según cuenta. «Yo intento que las fotos sean lo más transparentes posibles y que mi propia forma de trabajar no interfiera en el mensaje».
En 'Atlas', muestra comisariada por Sema D'Acosta, queda claro, tal y como él mismo reconoce, que su mirada y su cámara se fijan en la gente joven, «pero realmente estas fotos son historias de triunfos, de reivindicaciones y, sobre todo, de rebeldía. Mi juventud, en los años sesenta estuvo marcada por grandes revoluciones sociales. Entonces los jóvenes no existían porque cuando acababa la adolescencia, sólo pensaban en trabajar y vestirse como adultos. A mí toda aquella indisciplina me parecía fascinante. Sobre todo los cambios que llegaron con el rock, que fue el que realmente trajo la libertad a España».
Con esa premisa, Miguel Trillo se propuso retratar todo ese estado de euforia social evitando siempre las fotos «políticas» cómo él las llama. «Y eso que en esta exposición, mi primera gran retrospectiva, he incluido alguna de la mili», pero huía de las manifestaciones y de los desfiles centrando sus imágenes más emblemáticas en el entorno de la movida que él define como «una forma de libertad practicada».
Así fue como comenzó a recorrer conciertos. La Sala Rock-Ola y Malasaña se convirtieron en su centro de operaciones, pero, lejos de reflejar lo que pasaba en el escenario, su objetivo se centraba en el público, en los fans y en los artistas cuando ya habían acabado de tocar y se mezclaban con los admiradores. «Mucha gente relaciona los años 80 con la movida, pero en verdad, al final de la década llegó el hip hop, el nacimiento del rap y los primeros conciertos heavys. Otro mundo igual de fascinante».
En los noventa decidió abandonar Madrid para trasladarse a Barcelona aunque antes y por un encargo de 'El País Semanal', «sólo he aceptado dos encargos en mi carrera», recorrió algunos pueblos de interior de España para ver si esa libertad que se suponía había llegado al país, se vivía de la misma forma en las zonas rurales. «Me parecía que esa imagen de modernidad que proporcionaban a las ciudades los punkis o los heavys era una libertad utópica. Porque eran los raros y una minoría aunque llenasen estadios». Pronto descubrió que el truco para conocer esa realidad «era ir a las fiestas». Y así fue como comenzó a asistir a todas las que pudo, pero no para captar las imágenes de las tradiciones, las corridas de toros o las procesiones de las vírgenes, de nuevo los jóvenes con sus diferentes y coloridas formas de vestir eran los protagonistas de su trabajo.
Y en Barcelona, tras aprender catalán con 40 años, además de dar clases de Lengua y fijar su residencia hasta que se jubiló y decidió volver a Madrid, se dedicó a traspasar fronteras convencido de que la forma en la que vives es algo que te da el lugar donde naces y la religión que se practique. Portugal y Marruecos fueron sus primeros destinos. De ahí saltó a Nueva York, Tokio, Manila, Emiratos Árabes, últimamente el continente asiático seducido por el universo manga... «Y me he dado cuenta de que mis fotos son en realidad radiografías a través de las cuáles intento hablar de la estética humana. Soy como una especie de jipi electrónico al que no le gusta lo rural si no lo humano», concluye.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión